Cómo afecta el cambio climático a las minas de oro

Cada año se extraen más de 3.000 toneladas de oro en el mundo. Sin embargo, la industria minera se enfrenta a crecientes problemas relacionados con el cambio climático, desde la gestión de un agua cada vez más escasa en algunas zonas hasta los desprendimientos y la rotura de presas en otras zonas a causa de lluvias cada vez más torrenciales.

 

Nadie puede negar que las minas de oro contaminan. El uso de materiales como el mercurio o el cianuro en el proceso de extracción suponen un riesgo para el entorno. Además, estas explotaciones generan una gran cantidad de gases de efecto invernadero porque son necesarias enormes cantidades de energía para procesar tantas toneladas de material.

Pese a esta contribución negativa al cambio climático, también es cierto que el oro está teniendo un papel relevante en la transición hacia una economía de bajas emisiones de carbono. Entre otras aplicaciones, este mineral mejora la eficiencia de los paneles solares, se emplean catalizadores de oro para convertir el CO2 en combustible y las nanopartículas de oro potencian el rendimiento de las baterías de hidrógeno.

 

Una industria vulnerable al cambio climático

Por su gran valor y utilidad, parece imposible prescindir del metal precioso por excelencia. Pero su extracción no es ajena a los efectos del calentamiento global y los fenómenos meteorológicos extremos. Un informe del World Gold Council expone los principales riesgos del cambio climático para las explotaciones de este mineral y las poblaciones que viven de ellas.

Los impactos físicos agudos se manifiestan normalmente en forma de fenómenos meteorológicos, como tormentas tropicales, incendios forestales, sequías e inundaciones, mientras que los impactos crónicos se refieren a cambios duraderos en, por ejemplo, la temperatura media del aire o de la tierra, el nivel del mar, la acidificación del agua o la calidad del suelo. No se pueden pasar por alto los efectos combinados de ambos tipos de riesgo, amplificando la amenaza para los procesos de las infraestructuras mineras y las comunidades locales.

Hay que tener en cuenta que las minas de oro tienen un papel fundamental en el desarrollo económico y social de algunas economías emergentes. Además, algunas de las naciones que albergan estas explotaciones mineras se encuentran entre las más vulnerables a los efectos destructivos del cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos asociados. 

 

El drama del agua

La gestión hídrica se ha identificado como una cuestión básica para las minas de oro, ya que se requiere una gran cantidad de agua en el procesamiento de los minerales extraídos. La mayor sequía en muchas zonas del planeta puede provocar conflictos con la población local por el reparto de este bien escaso, así como una mayor salinidad del agua, lo que aumenta la corrosión de los equipos de las plantas de procesamiento.

El aumento de precipitaciones extremas en otras áreas también supone un riesgo, ya que pueden provocar la inundación de las escombreras y los pozos, como ha sucedido recientemente en algunas minas de África y Australia, o el desbordamiento de las presas de residuos.

Diversas minas de Perú han alertado del riesgo de que el aumento de las precipitaciones provoque corrimientos de tierras (y, en concreto, aludes de lodo), lo que exigiría un aumento de las medidas de seguridad en el diseño de las balsas de almacenamiento, los muros y los terraplenes. 

 

Incremento de las temperaturas

El aumento de las temperaturas medias, reflejado en el número de días que superan el índice de estrés térmico, está repercutiendo en la seguridad, el bienestar y la productividad de los trabajadores. Un ejemplo es el incremento de enfermedades vinculadas a climas cálidos, como la malaria o la fiebre amarilla.

La eficacia y el rendimiento de los equipos mineros también se ven mermados por la subida de los termómetros. Se prevé que en regiones como Turquía, Grecia, Brasil, Australia y Norteamérica, con alto riesgo de calor extremo, se produzcan averías más frecuentes en los equipos. Además, será necesaria más energía para refrigerar las minas subterráneas y los edificios e instalaciones de superficie.

En algunas partes de Canadá, donde el suelo helado facilita el acceso de los equipos de perforación, el aumento de las temperaturas plantea una serie de retos diferentes. Los ciclos de congelación-descongelación afectarán a la ingeniería de procesos y a los programas de mantenimiento de activos.

Además, el cambio climático es un factor a tener en cuenta en los programas de cierre de minas y regeneración de terrenos, ya que el aumento de las temperaturas puede reducir la eficacia de estos programas y las precipitaciones extremas pueden erosionar las zonas rehabilitadas. 

 

Complicaciones por el suministro de energía

Según el informe, el suministro de energía se verá considerablemente perturbado por los aumentos de temperatura a largo plazo, que generan un desgaste adicional de los sistemas. Además, fenómenos meteorológicos como las tormentas y los incendios pueden afectar a las líneas eléctricas o a las infraestructuras relacionadas con las comunicaciones.

Una fuerte tormenta en 2018 provocó el colapso de las líneas eléctricas que abastecían una mina en Suráfrica. Los generadores de reserva también resultaron dañados durante la subida de tensión en un pozo, lo que dejó sin suministro eléctrico de emergencia al personal, que no pudo ser izado a la superficie hasta que se instalaron líneas eléctricas temporales dos días después.

Por otra parte, tanto el bajo nivel de los embalses como la subida del nivel del mar están afectando a la producción de energía hidroeléctrica de la que se nutren algunas minas de oro.

Ante todos estos riesgos vinculados al cambio climático, a las empresas mineras no les queda más remedio que adoptar medidas orientadas a mejorar la planificación y el diseño de sus infraestructuras, así como aumentar su compromiso con las comunidades locales, como destaca el informe del World Gold Council.

 

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El número de personas que viven en condiciones de esclavitud no ha parado de crecer desde 2016 y no es ningún secreto que la producción en masa de productos baratos a menudo depende de fábricas en países en desarrollo donde se trabaja en condiciones infrahumanas. Entonces, ¿por qué lo seguimos ignorando como consumidores?

 

Las últimas estimaciones del informe anual de Global Slavery Index indican que 50 millones de personas en el mundo son víctimas de la esclavitud moderna y que casi 10 millones más de hombres, mujeres, niñas y niños han sido forzados a trabajar o casarse desde 2016.

A pesar de que la esclavitud moderna puede adoptar muchas formas, en el mundo laboral, nos referimos a aquella condición de explotación según la cual, en la actualidad, una persona es obligada a trabajar en condiciones infrahumanas sin que pueda negarse a causa de la coerción, las amenazas o el abuso de poder, entre otros.

Tragedias como la de Bangladesh en 2013, cuando el edificio Rana Plaza se desplomó causando 1134 muertos y 2500 heridos, o el incendio de la fábrica de bolsas escolares el 2019, en Delhi, donde murieron decenas de trabajadores que producían artículos y prendas de vestir para marcas de ropa occidentales, ponían a cuerpo descubierto el rol de la industria de la moda en la esclavitud moderna.

Se trata de un secreto que hace años que se oculta a plena vista. Desde las materias primas hasta la fabricación, pasando por el embalaje y la entrega, la esclavitud moderna está incrustada en las cadenas de suministro de la industria mundial de la confección que satisface la demanda de los consumidores en Europa, los Estados Unidos y en otras economías desarrolladas.

 

El coste humano de la moda rápida

El modelo de negocio de moda rápida o “fasto fashion”, inicialmente popularizado por las grandes cadenas como Zara y H&M y al que recientemente se han apuntado otras marcas como Shein o Temu, se basa en una producción y consumo masivo que se incrementan a la misma velocidad que los cambios de tendencias. Los consumidores compran ropa de última moda pero de baja calidad y abajo coste.

Las marcas que ofrecen este tipo de artículos, no solo cambian sus productos con frecuencia, sino que para maximizar beneficios, llevan a cabo una política de deslocalización fabricándolos en países en vías de desarrollo, pagando a los trabajadores salarios muy bajos e incluso ignorando las carencias en cuanto a seguridad o condiciones laborales.

Se trata de un modelo de producción que no solo es muy agresivo con el medio ambiente y que ha llevado la industria textil a convertirse en la segunda más contaminante del mundo, pero que también crea cadenas de suministro complejas y opacas, muchas de ellas empañadas por el trabajo forzado.

 

Nuestra responsabilidad como consumidores

Es verdad que las cadenas de suministro globalizadas de hoy en día hacen que sea casi imposible evitar que los bienes o servicios que consumimos estén libres de la lacra, de la explotación o incluso de la esclavitud. Aun así, esto no puede ser la excusa para eludir nuestra responsabilidad como consumidores a la hora de informarnos de cómo se fabrica un producto, en vez de simplemente elegir el más barato.

El relativismo cultural o la trivialización del concepto del esclavismo nos pueden ayudar a aminorar nuestro sentido de culpabilidad, pero esta gimnasia semántica no nos puede hacer olvidar que, como consumidores, podemos jugar un papel importante en fomentar la conciencia colectiva comprando de manera responsable y exigiendo a las grandes marcas más acciones concretas para hacer frente a un problema sistémico que todos hemos perpetuado.

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Si te preocupa la calidad del agua que bebe tu familia, probablemente cargas grandes cantidades de garrafas o de botellas de agua mineral que al cabo del año te cuestan más de 1.000 euros. Con un filtro a tu grifo puedes continuar disfrutando de agua de calidad, reducir por 15 tu gasto, ayudar el planeta y ahorrarte quebraderos de cabeza y de espaldas.

 

Ahorrar no significa necesariamente privarse de muchas cosas. A menudo se traduce en evitar sobrecostes innecesarios en productos esenciales. Por eso nace Imprescindibles 11Onze, para que puedas reducir gastos en productos de los cuales no puedes prescindir

El primero de estos productos disponibles en la web de 11Onze está relacionado con el agua, el líquido esencial para la vida. Tenemos que beber dos litros diarios y lo más habitual es que acabemos comprando una enorme cantidad de botellas o garrafas, con el consiguiente impacto medioambiental por el plástico utilizado. 

Una familia de cuatro miembros tendría que beber una media de 2.920 litros de agua al año. Esto equivale a un gasto mínimo de 1.196 euros si comprobamos los precios de las botellas de 1,5 litros más populares en los principales supermercados de España y hacemos la media. 

En términos medioambientales, este consumo supone más de 60 kg de plástico vertidos al planeta y una cantidad de CO₂ similar emitida a la atmósfera durante su fabricación y transporte. 

 

Más de mil euros de ahorro

¿Es posible beber agua de buena calidad, con buen sabor, ahorrar y ayudar a preservar el planeta? La respuesta es sí. Tan sencillo como sustituir el consumo de agua envasada por agua filtrada. El filtro Tappwater, que está hecho en un 70% de cáscara de coco, captura hasta 100 sustancias que podemos encontrar en el agua corriente, metales pesados, incluidos. 

En cuanto al ahorro económico, la sencilla instalación de este filtro, que no requiere ninguna herramienta, equivale a un ahorro de más de 1.100 euros al año para una familia de cuatro miembros. De casi 1.200 euros que supone la compra de agua envasada se pasa a menos de 90 euros en total

El kit con el filtro y los recambios necesarios para el consumo anual cuestan 79,99 euros. Y a esto solo se tienen que sumar menos de 10 euros de consumo de agua del grifo, teniendo en cuenta que el precio medio en España es de aproximadamente 0,0019 euros por litro y que con el pack anual de Tappwater se pueden filtrar hasta 4.800 litros.

El planeta también se ahorra plástico y CO₂ 

Adicionalmente, el medio ambiente se ahorra unas 1.947 botellas de plástico que no tendrás que cargar hasta casa y 63 kg de CO₂. Y también te aseguras que el agua está libre de los microplásticos que pueden desprender los envases de plástico cuando se degradan a causa del calor ambiental, y que se ha demostrado que ya están presentes en nuestro torrente sanguíneo. 

Todos los productos de Tappwater pasan estrictos tests de calidad antes de ser enviados a los clientes y por eso ofrecen una garantía de un año.

 

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La economía sostenible busca aumentar el bienestar social a la vez que promueve un consumo sostenible a través de un sistema financiero basado en empresas verdes. Ya sea a través de la transformación de las que ya existen o creando nuevos negocios. Tiene como objetivo reducir la pobreza y garantizar un desarrollo de calidad a las generaciones presentes y futuras, sin comprometer la salud del planeta, es decir, sin consumir más de lo que genera la naturaleza.

 

El desarrollo de una economía sostenible en cualquier territorio pasa por políticas dirigidas a promover la utilización de fuentes de energía sostenibles, fomentar la competitividad en actividades sostenibles e invertir en la innovación y educación. Según la Llei d’Economia Sostenible del 2011 entendemos economía sostenible como “un patrón de crecimiento que concilie el desarrollo económico, social y ambiental en una economía productiva y competitiva, que favorezca puestos de trabajo de calidad, la igualdad de oportunidades y la cohesión social, y que garantiza el respeto por el medio ambiente y el uso racional de los recursos naturales de forma que permite satisfacer las necesidades”.

¿Por qué es necesaria una economía sostenible?

Los defensores de la economía sostenible se basan en las previsiones medioambientales para las próximas décadas, que según los expertos no son muy positivas. En este sentido, los datos que se tienen en relación con la huella ecológica de cara al futuro se presentan poco halagüeños. Los que promueven la economía sostenible abogan por utilizar energías renovables como la eólica, solar, hidráulica y geotérmica, para alargar la vida de los productos que consumimos, compras de segunda mano, alquiler de objetos de un solo uso, etc. Preservar los recursos del planeta, consumir solo alimentos de temporada, reciclar, evitar los plásticos, la contaminación, etc. De esta forma se podrá garantizar la supervivencia de las generaciones futuras y, además, al ser un modelo de ciudades sostenibles.

Pero también tenemos detractores, que son aquellos que se sienten cómodos o bien están acostumbrados a un sistema económico capitalista, que es por el que occidente se rige actualmente, que consideran poco realista el planteamiento de la economía sostenible. Opinan que es un modelo de producción que está abocado al fracaso desde el principio, por la incapacidad de abastecer todas las necesidades de la población mundial actual.

 

Características de la economía sostenible

El desarrollo de una economía sostenible en cualquier territorio pasa por el desarrollo de políticas dirigidas a promocionar la utilización de fuentes de energía sostenibles, fomentar la competitividad de empresas verdes e invertir en innovación y desarrollo.

Así pues, este sistema socioeconómico se rige por los siguientes ejes fundamentales:

  • Protección del medio ambiente: preservar la biodiversidad del planeta, reduciendo al máximo el impacto de la contaminación y luchando contra el cambio climático.
  • Uso de energías renovables: promover el uso de energías alternativas que no contaminen y minimicen el impacto en el entorno.
  • Apostar por la eficiencia: aprovechar al máximo los recursos que tenemos y cuidar aquellos escasos, como el agua, lo que nos permitirá alcanzar otro de los pilares de la sostenibilidad económica, que es la eficiencia.
  • Fomento del reciclaje: establecer un modelo de economía circular en las que los desechos generados sirvan para crear nuevos productos, reduciendo así la huella ecológica del sistema de producción actual.
  • Limitación del consumo: limitar el empleo de los recursos renovables con el fin de que estos no se utilicen a un ritmo superior a su generación. Además, los recursos no renovables deben ser sustituidos progresivamente por recursos renovables.
  • Mejorar el nivel de vida social: fomentar, a través de la educación y la innovación, la igualdad entre las personas de todos los territorios.

Entre las medidas que pueden poner en marcha los organismos públicos, podemos encontrar las primas y subvenciones a los nuevos sectores económicos sostenibles, como las energías limpias, o el apoyo a modelos de negocio ecológicos. Además, se debe promover el reciclaje de todo tipo de desechos, la aplicación de técnicas de eficiencia y ahorro energético en todos los ámbitos de la economía y la promoción de la economía circular, así como de nuevos modelos de ciudades más sostenibles.

La sociedad actual es insostenible. Se consume recursos a un ritmo superior al que genera la naturaleza, por eso la relación entre economía y sostenibilidad es muy estrecha, si la energía necesaria para una sociedad bien de recursos que no son sostenibles, cada vez serán más caros debido a su escasez y pueden llegar a provocar desequilibrios geopolíticos y económicos a medio y largo plazo.

En Cataluña y concretamente en Manresa se celebra cada año la feria Ecoviure que muestra las novedades de la economía sostenible.

Esta feria nació en 1997 con la intención de servir de punto de encuentro a las personas y profesionales que, desde diferentes ámbitos, trabajan por la sostenibilidad ambiental, social y económica del planeta. La feria tiene una duración de tres días y se dan cita comerciantes, técnicos en sostenibilidad, empresarios y representantes de administraciones interesadas ​​en conocer las novedades de la economía verde.

Se pueden encontrar stands de productos de alimentación, de energías renovables, de productos para el hogar, tratamientos de agua o productos textiles.

También hacen una edición para público infantil y familiar, con el objetivo de difundir los valores de la ecología y la sostenibilidad, con actividades para experimentar, jugar y aprender. Así mismo se encuentran diversos talleres y propuestas para los más pequeños. Es necesario que tomen conciencia de que hay que ir hacia una sociedad más solidaria, justa y respetuosa con el medio ambiente.

 

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Sea por la situación laboral o por querer vivir cerca de las áreas metropolitanas, cada día hay más gente que opta por vivir en pisos no muy grandes. Ahora bien, vivir en un piso pequeño puede facilitar el hecho de vivir en un piso ecológico. Analizamos cómo podemos tener en pocos metros cuadrados un hogar sostenible

 

Según la página web de la revista Architectural Digest, es cada día más común optar por esta tendencia de viviendas con toque minimalista. Son las llamadas micro viviendas. Primero, porque son económicas y en segundo lugar, porque representan un estilo de vida sostenible, donde menos es más. En este tipo de hogares encontramos todo lo necesario para vivir y nos invitan a hacerlo sin cargarnos de objetos innecesarios. Para entrar en materia y podernos situar respecto a cómo podemos disponer de un micro hogar sostenible, la misma web de Architectural Digest, nos propone y hace varios consejos y observaciones.

  • Sostenibilidad, un factor esencial

El consumo energético es un valor añadido a estos hogares dado que no necesitan un consumo elevado de electricidad. Por otra parte, hay que hacer de los espacios de la casa espacios muy adaptados a las necesidades de las personas que viven y a su estilo de vida, junto con muebles multifuncionales que podrán ser un buen aliado en el momento de almacenar. Una recomendación importante es el tamaño de las ventanas; tiene que haber pocas pero grandes en lugar de muchas y pequeñas. También es altamente recomendable para aumentar la sensación de espacio en la micro vivienda disponer de varios espejos. La periodista Sara Barragán, autora del artículo de Architectural Digest, también nos recuerda la importancia de hacer uso de una buena paleta de colores neutros, tanto en las paredes como en el suelo del hogar.

La aerotermia es, según Arquitectura sostenible, una fuente de energía renovable que aprovecha la energía del aire para poder producir agua caliente y hacer uso de la calefacción con el objetivo de que disfrutemos de una buena climatización en nuestro micro hogar

Pero para acabar de disponer de un micro hogar sostenible hay que seguir algunas recomendaciones más. Hemos visitado la web de Arquitectura Sostenible que nos da una serie de consejos para rehabilitar nuestro hogar de forma sostenible. En primer lugar, se debe conseguir un buen aislamiento de las paredes. Revisar bien y no darlas por buenas de entrada es parte del éxito. A continuación, hay procurar que las ventanas nos proporcionen la luz que queremos y que estén correctamente aisladas, bien mediante el uso de juntas, o cambiando los cristales. Una solución más cara, pero que en este caso, hay que pensar en el beneficio y el bienestar que nos proporcionarán. Las instalaciones también son importantes, hay que revisar la instalación eléctrica por una persona cualificada para saber si el hogar está preparado para la potencia que necesitamos y comprobar si cambiando la instalación eléctrica dispondremos de una mayor eficiencia energética. La fontanería, tal como nos recuerda la web de Arquitectura sostenible, no es menos importante. No dudemos en sustituir las antiguas tuberías de plomo por unas nuevas de acero inoxidable o cerámica si se da el caso. Por último, nos recuerdan que en un piso pequeño no podemos disponer de energía renovable sin haberlo consultado antes con nuestra comunidad de vecinos. Por eso Arquitectura sostenible nos aconseja instalar un sistema de aerotermia. Estos sistemas son una fuente de energía renovable que aprovecha la energía del aire para poder producir agua caliente y hacer uso de la calefacción con el objetivo de que disfrutemos de una buena climatización en nuestro micro hogar.

Las famosas Tiny Houses tienen menos de 40 metros cuadrados e igual que sucede con las necesidades de una casa sostenible y no muy grande, este tipo de hogar da respuesta a todas las comodidades necesarias para vivir

  • Para aquellos que buscan pequeños tesoros

Junto con la idea de cómo hacer de nuestros hogares pequeños paraísos de la sostenibilidad, queremos recomendar también unas páginas donde podrá conocer las pequeñas casas del futuro: las conocidas Tiny houses. Tienen menos de 40 m² e igual que sucede con las necesidades de una casa sostenible y no muy grande, este tipo de hogar da respuesta a todas las comodidades necesarias para vivir.

Con esta moda al alza, son muchas las webs que ofrecen soluciones para este tipo de hogar según tus necesidades personales. Si miramos por internet podremos encontrar más modernas, como las de esta página web francesa, llamada Tiny House Bimfy; y para los más sofisticados, la página web de Casas nórdicas que ofrece la posibilidad de comprar tiny houses hechas en Finlandia con el transporte incluido. Estos pequeños hogares hechos en Finlandia, además de disponer de todas las comodidades que necesitamos para vivir, destacan especialmente por sus soluciones en relación con el aislamiento térmico.

Así pues, bien sea diseñando, reformando o tomando la decisión de comprar una Tiny House, las mini casas ecológicas y sostenibles, son también, si se quiere, el futuro que llama a la puerta.

El presidente de la Federació de Cooperatives Agràries de Catalunya (FCAC), Ramon Sarroca, defiende el modelo cooperativo agrario del país como un pilar fundamental. Cien años después de su aparición, ha encarado la globalización y la industrialización con éxito, pero todavía no permite la soberanía alimentaria del territorio.

 

En las últimas décadas, fenómenos como la globalización, la digitalización o la industrialización han acelerado cambios sociales y económicos que, en la mayoría de casos, no se han trasladado a las zonas rurales. La paradoja recae en el hecho que es precisamente del campo de donde depende nuestra supervivencia. A escala agraria, Cataluña es un país pequeño y diverso.

Así nos lo explica Sarroca, que destaca que la producción minifundista en nuestro territorio no se puede comparar con las grandes hectáreas de terreno que encontramos en países latinoamericanos, por ejemplo. Esto, sumado a las condiciones del terreno, el clima o los tipos de cultivo, hace que la producción agraria de Cataluña no sea suficiente en relación con la demanda del mercado.

 

Lejos de la soberanía alimentaria

Sarroca calcula que, aunque toda la producción catalana se quedara en la zona, quizás se podría abastecer a algo más de la mitad de la población. Así pues, la soberanía alimentaria de Cataluña queda muy lejana, por una cuestión de producción, pero también de consumo. A pesar de que la pandemia ha alterado ligeramente los patrones de consumo y ha conseguido incidir más en los productos de proximidad y la compra local, la realidad es que desde el sector agrario este cambio no es suficiente: “Tenemos poca memoria, intentamos volver a hacer las mismas cosas, con las mismas orientaciones, que antes de la pandemia”, apunta Sarroca. 

Y añade que, más allá de apostar por productos de proximidad, el primer filtro que habría que tener en cuenta como consumidores es el de comprar productos de temporada. “Desde el mundo cooperativo hace muchos años que intentamos explicar que no es normal comer melocotones o cerezas en Cataluña en diciembre”, lamenta Sarroca. Hacerlo promueve el crecimiento de la importación y resta fuerza a los productores locales, que ven año tras año como las cuatro grandes distribuidoras estatales controlan casi todo el que come el consumidor final.

Contar con el campo

Otro tema que preocupa al sector agrario es el nuevo modelo de transición energética que se está planteando y, en algunos casos, ejecutando en Cataluña. El debate gira en torno al hecho de que hace falta una gran superficie para las energías renovables, y la cuestión es si hay que hacerlo sacrificando terreno agrario, tal como denuncia Sarroca. Nos explica que en Cataluña existen zonas donde las condiciones del terreno hacen imposible que se pueda cultivar. Del mismo modo, hay tejados de polígonos, carreteras y otras infraestructuras que podrían hacer la misma función y, a la vez, contribuir a preservar el terreno agrícola.

Sarroca advierte que “un mundo rural cohesionado es el que tiene que dar tranquilidad en el mundo urbano”. Sanidad, Educación, oportunidades laborales o acceso bancario… Las cooperativas abren el abanico de actuaciones que se pueden llevar a cabo para incidir, directa o indirectamente, en todos estos ámbitos, y conseguir que el mundo rural realmente sea el motor social y económico para impulsar el país.

 

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El hidrógeno verde se presenta como el combustible del futuro, y promete suministrar energía neutra en carbono. Sin embargo, no es la primera vez que el hidrógeno es aclamado como la energía del futuro para después topar con el elevado coste de producción y las dificultades con el transporte y el almacenamiento, que retardan su introducción al mercado. ¿Ha llegado su momento?

 

El hidrógeno producido a partir de combustibles fósiles, generalmente mediante el proceso de reformado con gas natural, se usa principalmente en la industria química y de refinado, y su producción es responsable de la emisión de 830 millones de toneladas de dióxido de carbono en el año. Aun así, es menos tóxico y se dispersa más fácilmente que el gas natural.

Mientras que el hidrógeno verde evitará en gran parte esta contaminación, todavía quedan inconvenientes a resolver. Actualmente, el almacenamiento de hidrógeno requiere una presión extremadamente alta y, por lo tanto, es demasiado caro e ineficiente para su uso generalizado en la industria de la automoción.

China, conocido como el gigante asiático y principal productor mundial de hidrógeno elaborado a partir de hidrocarburos, y otros países como Australia, Arabia Saudí, Alemania, España y Chile empiezan a hacer la transición hacia el hidrógeno verde con proyectos multimillonarios que hacen pensar que el hidrógeno verde ha llegado para quedarse.

 

¿Qué es el hidrógeno verde?

A pesar de que el hidrógeno es el elemento químico más abundante en el universo, y el tercero en la superficie de la Tierra, después del oxígeno y el silicio, no es propiamente una forma de energía primaria, sino un compuesto químico, que existe en combinación con otros elementos, y que puede tener usos energéticos.

Así como el hidrógeno convencional que se obtiene de hidrocarburos requiere grandes cantidades de energía y es un proceso costoso, el verde, también conocido como hidrógeno renovable o e-hydrogen, se genera a partir de electricidad procedente de energías renovables, a través de un proceso denominado electrólisis del agua. La electrólisis es un proceso químico que usa la electricidad para separar el hidrógeno del oxígeno que hay en el agua.

Que no emita gases contaminados al producirse lo hace 100% sostenible, pero los gastos de producción son más elevados que con el hidrógeno tradicional. A pesar de esto, expertos en energía prevén que el precio de producción de hidrógeno verde baje considerablemente los próximos años hasta equipararse al del hidrógeno producido a partir de hidrocarburos.

 

La Unión Europea no se quiere quedar atrás

Europa quiere evitar que el liderazgo que tiene con el hidrógeno verde se pierda a favor de China, como pasó con los paneles solares. En este sentido, ha puesto en marcha un plan de industrialización enmarcado dentro del proyecto Horizon Europe, para impulsar y acelerar la investigación y el desarrollo del hidrógeno verde con una inversión inicial de 2.000 millones de euros.

El objetivo del proyecto es ampliar los electrolizadores de hidrógeno ecológicos, que se usan para dividir el agua en hidrógeno y, de este modo, reducir el coste de una tecnología que hoy es demasiado cara para competir en el mercado. La meta es construir clústeres de hidrógeno desplegados por toda Europa, y reunir infraestructuras relacionadas con el hidrógeno, tal como se ha hecho con la red eléctrica.

La introducción de nuevas fuentes de energía renovable los próximos años será crucial para el medio ambiente. Ya podemos dar la bienvenida, el común de las personas y el planeta, a la competición geopolítica entre las grandes potencias económicas globales para liderar esta nueva fuente de energía.

 

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Aunque las autoridades sanitarias insisten en que el agua del grifo es totalmente salubre, numerosas voces advierten sobre la falta de controles exhaustivos. Metales pesados, compuestos orgánicos volátiles, pesticidas, herbicidas, productos farmacéuticos y microplásticos suponen un riesgo para nuestra salud.

 

En diciembre de 2020, el Parlamento Europeo aprobaba la Directiva del agua potable para mejorar la calidad del agua del grifo y reducir el consumo de agua embotellada. Esta directiva preveía la imposición de unos límites más estrictos para algunos contaminantes como el plomo. También planteaba la elaboración de una lista con las sustancias o compuestos que inquietan a la opinión pública y la comunidad científica para su supervisión.

Sin embargo, lo cierto es que, casi un año y medio después, la Comisión Europea sigue sin haber elaborado esa lista, donde debían figurar productos farmacéuticos, disruptores endocrinos y microplásticos que pueden dañar nuestra salud.

A día de hoy todavía es difícil encontrar agua corriente incolora, inodora e insípida. En la mayoría de los casos, el agua del grifo incorpora múltiples sustancias, desde el cloro utilizado para potabilizarla, que puede dar al agua un característico mal sabor, hasta otras más nocivas, como metales pesados, compuestos orgánicos volátiles, pesticidas, herbicidas, productos farmacéuticos, microplásticos, bacterias y virus.

Los controles rutinarios solo comprueban los niveles de aquellos elementos contaminantes que ya están legislados, pero son una pequeña parte. Por ejemplo, el proyecto Outbiotics, que se desarrolla en Cataluña, Aragón, Navarra, País Vasco y el sur de Francia, ha encontrado antibióticos como amoxicilina, ciprofloxacina, enrofloxacina, azitromicina, sulfadiazina, sulfametoxazol y trimetoprima en aguas naturales prepotables.

Estudios como el publicado por la prestigiosa revista ‘Environmental Health’ dejan clara la necesidad de reducir las sustancias perfluoroalquiladas presentes en el agua del grifo de todo el mundo para mejorar nuestra salud, ya que se les considera disruptores endocrinos.

 

Los persistentes metales pesados

La actividad industrial y minera libera metales tóxicos como plomo, mercurio, cadmio, arsénico y cromo, que pueden llegar a acuíferos y ríos, contaminando el suelo y acumulándose en plantas y tejidos orgánicos. La exposición a estos elementos está relacionada con problemas de salud como diversos tipos de cáncer, daños en el riñón y retrasos en el desarrollo.

El plomo también puede infiltrarse en el agua potable por la corrosión de las tuberías de servicio, los grifos de latón cromado y los elementos fijos con soldaduras de plomo.

La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) determinó que el nivel máximo de este metal pesado en el agua potable debería ser cero, “ya que el plomo es un metal tóxico que puede dañar la salud humana, incluso en niveles de baja exposición”, además de poder “bioacumularse en el cuerpo con el tiempo”.

Los niños son especialmente vulnerables a este metal, puesto que lo absorben más fácilmente que los adultos y su eliminación renal es menos efectiva. El plomo puede afectar a su desarrollo cerebral, reducir su capacidad de concentración y afectar a su rendimiento académico. 

 

La invasión de los microplásticos

Un estudio realizado por la organización periodística Orb Media en colaboración con investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York y la Universidad de Minnesota muestra que los microplásticos llegaron ya hace años al agua corriente de todo el mundo.

El 83% de las muestras de agua potable recogidas en los cinco continentes durante la década pasada ya contenían microplásticos. Estados Unidos presentaba la tasa más alta de contaminación y, aunque la de Europa era la más baja, seguía siendo muy elevada (72%). La media de fibras plásticas encontradas en cada 500 ml de agua oscilaba entre 4,8 en Estados Unidos y 1,9 en Europa.

 

Plaguicidas sin control 

Un reciente informe de Ecologistas en Acción denuncia el escaso control de sustancias químicas sospechosas de poder contaminar las aguas de consumo humano. Es el caso de muchos plaguicidas, herbicidas y biocidas.

El azufre, que es el más usado en el campo, no se ha buscado en ninguno de los análisis de agua realizados por los municipios españoles en los últimos años. Y lo mismo sucede con sustancias tan comunes en agricultura y ganadería como metam sodio (solo consta una búsqueda en 2019), oxicloruro de cobre, aceite de paradina, hidróxido de cobre y propamocarb. 

Además, el informe critica la falta de obligación legal en la realización de análisis completos en poblaciones pequeñas y su poca fiabilidad por la ausencia de límites cuantificados y la no acreditación de los laboratorios contratados. Esta organización ha constatado la ausencia de controles completos incluso en municipios declarados por las propias comunidades autónomas como vulnerables a nitratos.

 

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Los residuos plásticos forman ya ingentes islas en el mar y han llegado incluso a lo más profundo del océano. Estos vertidos suponen una tragedia ecológica que algunas iniciativas pretenden mitigar. La salud de nuestros mares y de la propia humanidad está en juego.

 

La ONU estima que en 2050 los océanos contendrán más plástico que peces. Y es que cada año acaban en el mar diez millones de toneladas de residuos plásticos de todo tipo, como por ejemplo, el envase del agua embotellada.

Esto ha generado la formación de grandes “islas” de plástico en el agua. Para hacerse una idea de la magnitud del problema, basta decir que la mayor de estas islas se sitúa en el Pacífico y triplica la extensión de Francia

Las consecuencias son dramáticas para el planeta porque muchos animales marinos ingieren este plástico y más de un millón acaban muriendo cada año por su culpa.

Los microplásticos, aquellas piezas con un tamaño inferior a los 5 milímetros, incluso pueden llegar a nuestro organismo a través de los peces que comemos. Las consecuencias van desde el estrés oxidativo de nuestras células hasta el deterioro del ADN.

 

Tres iniciativas de éxito

Por ello, desde la sociedad civil cada vez surgen más iniciativas para reducir la cantidad de plástico que acaba en los océanos, dañando la vida marina, contribuyendo al cambio climático y ensuciando un bien esencial como es el agua.

Un ejemplo es el programa Water Heroes FC, impulsado por Xylem y el Manchester City. Este proyecto, en el que participa Pep Guardiola, intenta concienciar al público sobre los problemas del agua y promueve acciones para mitigarlos. Una de sus iniciativas, “Plogging with Pep”, anima al público a recoger basura mientras camina, corre o realiza cualquier otro deporte al aire libre.

 

 

Otro caso de éxito son las Ocean Initiatives, de la Surfrider Foundation Europe. Con 25 años de historia, este programa de voluntariado moviliza cada año a 40.000 participantes en 40 países, que se organizan para retirar basura de playas y vías fluviales.

Un tercer ejemplo es el proyecto Ocean Cleanup, fundado hace una década por un joven de tan solo 20 años. En este caso se trata de estructuras flotantes que aprovechan las corrientes para recoger la basura de ríos y océanos. Su ambicioso objetivo es eliminar el 90 por ciento del plástico flotante en 2040.

Se trata de tres ejemplos de cómo se puede contribuir a contener la basura marina y mitigar la contaminación de los océanos. No hay que olvidar que suponen el 97 por ciento del agua del planeta.

 

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Los fabricantes de automóviles dan marcha atrás con el coche eléctrico frente a una ralentización de la demanda global y alargan la fecha que tenían programada para poner fin a la producción de vehículos con motor de combustión. Los altos precios, el recorte de los incentivos y la falta de puntos de recarga fiables han disuadido a los consumidores.

 

Desde que en febrero de 2023 la Unión Europea ratificase la legislación que prohibiría, a partir de 2035, la venta y matriculación de todo vehículo que emitiera emisiones de CO₂, como pilar central del Pacto Verde Europeo, la realidad del mercado del automóvil eléctrico está forzando un cambio de rumbo que pone en entredicho la estrategia establecida para lograr los objetivos de reducción de emisiones.

Los coches eléctricos se siguen vendiendo, pero no se venden en los volúmenes que se tenían previstos. El último informe del Observatorio de Combustibles Alternativos de la Comisión Europea (EAFO) apunta que la penetración del coche eléctrico en la Unión Europea continúa siendo muy baja. Los vehículos ligeros con motores eléctricos e híbridos solo representan un 6,15% de la flota total, es decir, unos 18 millones sobre los casi 290 millones de vehículos que circulan por el territorio europeo.

Además, las matriculaciones de vehículos eléctricos están perdiendo peso en el conjunto de la Unión Europea. En el primer semestre del año, los vehículos puramente eléctricos representaron el 12,5% de las matriculaciones, mientras que el año anterior se quedaron en un 12,9%, según los datos de la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles (ACEA). Por otro lado, los vehículos híbridos enchufables han perdido 0,5 décimas de cuota de mercado, del 7,4% logrado durante el mismo periodo de 2023, han pasado al 6,9% de este año.

Los datos de ventas de coches eléctricos del mes de junio siguen esta tendencia, perdiendo un 1% de su cuota de mercado, mientras que las matriculaciones de vehículos híbridos enchufables cayeron hasta un 19,9%. Se trata de una ralentización significativa del mercado del vehículo eléctrico cuando teniendo en cuenta que el total de las matriculaciones —vehículos eléctricos y de combustión— durante este mes aumentó un 4,3%, y un 4,6% en el conjunto de los primeros seis meses del año, respecto al mismo periodo del año anterior.

Las ventas de vehículos eléctricos no solo han caído de forma generalizada en toda Europa. En el primer trimestre de 2024, los Estados Unidos experimentaron un descenso del 7,3% en las ventas totales de coches eléctricos en comparación con el cuarto trimestre de 2023. Solo el continuo crecimiento del mercado automovilístico de China, que representa el 60% de las ventas mundiales de vehículos eléctricos, está invirtiendo esta tendencia a la baja.

Cuando no salen los números

Después de invertir miles de millones de euros en el desarrollo de nuevas plataformas eléctricas, marcas como Ford, General Motors, Mercedes-Benz, Volkswagen y el grupo Stellantis han alertado que han experimentado un descenso significativo de los pedidos de vehículos eléctricos.

La respuesta de la industria del automóvil no se ha hecho esperar, y ya hace meses que están anunciando recortes de producción, cierres de fábricas y un replanteamiento de su objetivo de convertirse en fabricantes de vehículos puramente eléctricos antes del final de esta década.

En este contexto, el Grupo Volkswagen ha desestimado la posibilidad de abrir una nueva planta en los alrededores de Wolfsburg, como estaba previsto, y ha avisado del posible cierre de la fábrica de coches eléctricos de Audi en Bruselas. Mercedes ha cancelado el desarrollo de una nueva plataforma eléctrica para concentrar sus esfuerzos en nuevos vehículos más asequibles y con motor de combustión.

Pero la industria europea juega contra reloj, 2035 es la fecha tope para vender vehículos de combustión y, hasta hoy, esta prohibición sigue en vigor. Sin embargo, esta normativa se enfrenta a la resistencia de varios frentes que cuestionan la viabilidad y el impacto de tal medida. La Eurocámara acordó una excepción hasta finales de 2035 para los fabricantes con pequeños volúmenes de producción anual y en cuanto a los combustibles sintéticos.

Manfred Weber, líder del Partido Popular Europeo (PPE), ha tildado “de error» la prohibición, después de las elecciones en el Parlamento Europeo y ha prometido que el partido debatiría su revocación «en los próximos días». No es la única voz entre los eurócratas que abogan por un acuerdo menos restrictivo y, en última instancia, en 2027 se decidirá si realmente se hace efectiva esta legislación.

De la teoría a la realidad

Los altos precios, el recorte de los incentivos y la carencia de puntos de recarga fiables han disuadido a los consumidores. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) apunta a algunos de estos factores como principales obstáculos para la adopción masiva de vehículos eléctricos en el Estado español. Según el organismo, el uso de vehículos eléctricos es impracticable sin un lugar donde se pueda recargar diariamente a un precio económico, sea en casa o en el puesto de trabajo.

Por otro lado, los precios desorbitados de los vehículos eléctricos excluyen a los compradores con menor poder adquisitivo, es decir, a la mayoría de la población de nuestro país y de gran parte de Europa, que piden vehículos más asequibles. Por lo tanto, no es de extrañar, que el Dacia Sandero haya sido el coche más vendido en la UE durante el primer semestre del año, en detrimento del Tesla Model Y, que ha pasado de ocupar la primera posición en 2023 a la octava este año, con una caída del 26% de las ventas.

Otra fuente de problemas para el sector del vehículo eléctrico tiene que ver con las denuncias de obsolescencia programada. Desde baterías que, por su alto coste, no son ni reparables ni reemplazables, hasta actualizaciones de software que dan un control total a los fabricantes en detrimento de los talleres independientes y de los propietarios, limitan la vida útil de los coches eléctricos, dejan escarmentados a los usuarios y ponen en duda las credenciales ecológicas de este tipo de vehículo.

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