¿Quién va a pagar el cambio climático?

Los países más industrializados del mundo han mantenido un duro pulso con los más pobres en la COP27 celebrada en Egipto por la factura del cambio climático. Las naciones ricas se resisten a asumir toda su responsabilidad por unos desastres naturales cada vez más extremos a causa del calentamiento global. 

 

Más allá de las medidas que los países están dispuestos a adoptar para limitar el calentamiento global a 1,5 °C, el gran tema de fondo de la cumbre del clima celebrada en Egipto (COP27) ha sido quién debe pagar los desastres provocados por el cambio climático y cómo se articulan esos fondos.

Los países menos industrializados, que en muchos casos experimentan los efectos devastadores del aumento de temperaturas en el planeta, exigen solidaridad a los países ricos, que son quienes más han contribuido al calentamiento global. El objetivo es hacer frente a lo que en las negociaciones sobre el clima se conoce como “pérdidas y daños” provocados por las catástrofes naturales asociadas al cambio climático.

Sin ir más lejos, las inundaciones de este verano en Pakistán dejaron 1.700 muertos y más de 40.000 millones de euros en pérdidas económicas. Y la sequía extrema de los últimos meses en diversas áreas de África ha llevado a millones de personas al borde de la inanición. Los científicos coinciden en que el cambio climático es el responsable de la virulencia de estos eventos catastróficos. 

 

Una petición que viene de lejos

En la cumbre de Cancún, celebrada en 2010, algunos de los países más industrializados del mundo, con Estados Unidos a la cabeza, aceptaron costear proyectos de adaptación y mitigación del cambio climático en las naciones pobres. Para ello, prometieron 30.000 millones de dólares de financiación “rápida” para 2010-2012 y 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020.

Sin embargo, los países ricos se han quedado cortos. Se calcula que en 2020 el monto total aportado fue de 83.000 millones de dólares, a menudo en forma de préstamos en lugar de subvenciones. Y lo que más sorprende es que la aportación de un país como Estados Unidos no alcanzara los 3.000 millones de dólares. Se trata de un importe ridículo si se tienen en cuenta sus emisiones relativas, el tamaño de su población y su riqueza.

Además, los proyectos de mitigación han recibido el doble de fondos que los centrados en la adaptación pese a que los expertos reclaman un mayor equilibrio. Por eso, en la cumbre de Glasgow del año pasado se instó a los países ricos a aumentar la financiación de los proyectos de adaptación por lo menos hasta los 40.000 millones de dólares.

En este sentido, una coalición de países encabezada por Estados Unidos y Japón anunció en la reunión del G20 en Bali que invertirá 20.000 millones de dólares para reducir drásticamente la dependencia del carbón en Indonesia, el quinto mayor emisor de gases de efecto invernadero. Se trata de un plan similar al que se está llevando a cabo en Sudáfrica para sustituir el carbón por energías renovables. 

 

Un fondo para “pérdidas y daños”

Las naciones más vulnerables consideran que las cantidades aportadas por los países ricos distan mucho de las que se necesitarían para compensar los daños causados por el cambio climático. De ahí que exijan un aumento sustancial de esas aportaciones para compensar las pérdidas y daños.

El V20, o grupo de los Veinte Vulnerables, compuesto por las naciones más amenazadas por el calentamiento global, calculan que han perdido 525.000 millones de dólares en las últimas dos décadas a causa del cambio climático, lo que supone prácticamente una quinta parte de su riqueza.

Los países ricos se han resistido tanto como han podido a que los acuerdos sobre el clima incluyan la palabra “compensación” ni ningún otro término que connote responsabilidad legal. Tampoco se han mostrado proclives a crear ese fondo específico dedicado a pérdidas y daños. Pero al menos durante la COP27 se han mostrado dispuestos a debatirlo, lo que ya supone un avance.

¿Cómo podría financiarse? Como señalan algunos expertos, hay que tener en cuenta que un impuesto de diez dólares por cada tonelada de CO₂ generada permitiría recaudar solo en Estados Unidos unos 60.000 millones de dólares anuales. Pero, por desgracia, a muchos les preocupa que las posibles ayudas acaben saliendo de los presupuestos de ayuda exterior ya existentes, como ocurrió cuando Reino Unido creó el Fondo Internacional para el Clima.

 

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Equip Editorial Equip Editorial
  1. Joan Santacruz CarlúsJoan Santacruz Carlús says:
  2. Mercè ComasMercè Comas says:
    Mercè

    Cimera = passar l’estona.
    Avions amunt i avall, grans hotels, pastes i tè o cafè a mig dematí. Copets a l’esquena dels febles o menys espavilats fent-los creure que són importants i foto de família. Es tot el que se’n pot esperar. Quan pugen a l’avió de tornada el que primer busquen els “liders” és com escapolir-se del que han signat.

    • Laura Bunyol Bartrina says:

      Si Mercè, una vergonya, ja només la intenció d’anar-hi per quedar bé i a sobre alguns que ho fan amb jet privat amb la petjada ecològica que això suposa.

      Hace 1 año
  3. Manuel Bullich BuenoManuel Bullich Bueno says:
    Manel

    Es vergonyós q els països q més incidència tenen en el canvi climàtic, siguin els q tinguin unes aportacions ridícules.

    • Laura Bunyol Bartrina says:

      Si Manel, tot una pantomima, a veure si canvien les lleis internacionals i collen més a complir aquests tractats.

      Hace 1 año

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