UE: el veto al motor de combustión en punto muerto

El plan de la Unión Europea de prohibir la venta de coches nuevos de gasolina y diésel para 2035 se enfrenta a la resistencia de varios frentes. Estados miembros, fabricantes de automóviles, consumidores y expertos del sector cuestionan la viabilidad y el impacto de tal medida.

 

La Unión Europea tenía previsto aprobar formalmente el acuerdo histórico el martes 7 de marzo. Después de la ratificación de la normativa por parte del Parlamento Europeo, quedaba pendiente su aprobación por parte de todos los Estados miembros de la UE, pero en contra de los pronósticos, la unanimidad inicial ahora queda lejos de estar asegurada. Para que se haga efectiva nueva legislación, al menos 15 de los 27 países -que representen como mínimo el 65% de la población de la UE- tienen que votar a favor de la normativa.

Alemania es el último país al mostrar su oposición a las medidas para prohibir la venta de coches que utilicen combustibles fósiles a partir del 1 de enero de 2035. Berlín reclama la neutralidad tecnológica para que la industria pueda encontrar soluciones de cero emisiones que no estén limitadas a la electrificación, por ejemplo, insistiendo que Bruselas garantice que los combustibles sintéticos podrán continuar utilizándose después de 2035.

El voto del país teutón es clave, pero Bulgaria, Eslovaquia, Hungría, Italia, Polonia, Portugal y Rumanía también habían pedido una renegociación del acuerdo. Italia manifestó su disconformidad y propuso reducir las emisiones de CO₂ en un 90% en 2035, en vez de un 100%, para que los fabricantes tuvieran más tiempo de adaptarse a la transición eléctrica. Así mismo, se mostraba crítica al eliminar totalmente los motores de combustión, ya que pondría en entredicho la viabilidad de marcas míticas como Ferrari y Lamborghini.

El grupo parlamentario italiano en la Eurocámara consiguió acordar una excepción hasta finales de 2035 para los fabricantes con pequeños volúmenes de producción anual -hasta 10.000 turismos o 22.000 furgonetas- y la excepción total para aquellas marcas que matriculen menos de mil vehículos en el año. Aun así, estas cifras no serían suficientes para satisfacer el volumen de ventas de las marcas mencionadas anteriormente y otras, como por ejemplo Porsche, donde su motor de combustión es una parte intrínseca del ADN que las hace deseables para los consumidores.

 

La electrificación no puede ser y no tiene por qué ser la única solución

El ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, fue contundente afirmando que la supresión total del motor de combustión a Europa era “un error y que el gobierno de su país no estaría de acuerdo con la prohibición” y añadía que “continuará habiendo nichos para los motores de combustión”. Quizás aquí, en la diversidad, está la clave de la solución.

Mientras que la electrificación es un objetivo loable, ante el incremento masivo de ventas de coches eléctricos y dados los volúmenes de producción previstos, se tienen que considerar otros factores que quedan pendientes de resolver. Según un estudio hecho por Volvo, la fabricación de un coche eléctrico genera un 70% más de emisiones que su equivalente con motor de combustión interna. Teniendo en cuenta las fuentes de la producción energética mundial actual, un coche eléctrico necesitaría hacer más de 100.000 kilómetros para conseguir la paridad con el de gasolina.

Desde la fabricación de baterías hasta su reciclaje, desde las técnicas de extracción de los metales raros que se utilizan -altamente perjudiciales para el medio ambiente- hasta la infraestructura de los puntos de recarga, insuficiente e impracticable para la mayoría de la población que no vive en una casa con garaje. Si se quiere energía limpia hay que preguntarse cómo se produce esta energía y si tiene un coste asumible para el consumidor.

Así mismo, a los altos precios de los vehículos eléctricos se suma una fiscalidad que en algunos países ya ha equiparado el precio de cargar un vehículo eléctrico al precio de poner gasolina o diésel, torpedeando la amortización, a la larga, del elevado precio de compra de los vehículos eléctricos en comparación a los vehículos de combustión interna. Un conjunto de retos a los cuales se pueden encontrar soluciones, siempre que, no asumamos que la electrificación es la única opción, en detrimento de la innovación en otros sectores que pueden asegurar que la transición energética, indudablemente necesaria, sea incluyente y accesible en vez de excluyente e inasequible.

 

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Equip Editorial Equip Editorial
  1. Manuel Bullich BuenoManuel Bullich Bueno says:
  2. Joan Santacruz CarlúsJoan Santacruz Carlús says:
  3. Josep Grifoll SauríJosep Grifoll Saurí says:
    Josep

    Penso que l’oposició d’alguns països a la data del 2035 és una manera intel·ligent de salvar les vendes d’autos de combustió avui, res més. L’estudi que presenteu està calculat amb bateries d’ió-liti. Està previst que enguany ja es comercialitzi el primer auto amb bateria d’ió-sodi. Això pot ser transformador a nivell de costos. Si aquesta tecnologia es confirma, el cotxe de combustió no podrà competir en preus, tampoc en impacte medi-ambiental. Un altre tema és si cal que tothom tingui un cotxe en propietat a casa seva i que passa la major part del temps aturat. Segurament hi haurà alternatives molt més econòmiques.

    • AlbertAlbert says:
      Albert

      Moltes gràcies per la teva reflexió, Josep! La compartició de coneixement a La Plaça ens enriqueix a tots i totes.

      Hace 1 año
  4. Jordi MorenoJordi Moreno says:
    Jordi

    Que bonic era l’electrificació total dels vehícles

    • AlbertAlbert says:
      Albert

      Sí, Jordi. Quan veus que la fabricació d’un cotxe elèctric genera un 70% més d’emissions que el seu equivalent amb motor de combustió, t’adones que tenim encara molt de camí per recórrer en aquesta transició.

      Hace 1 año

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