Gana a la banca, gana dinero y haz justicia

11Onze Recomienda el Finança Litigis, un producto que permite conseguir beneficios de las indemnizaciones que los bancos del Reino Unido tienen que pagar por haber cometido abusos contra sus clientes. Te explicamos cómo funciona.

 

Desde hace unas semanas, 11Onze Recomienda ha presentado el Finança Litigis a su comunidad, en primicia. Ahora, es el momento de dar a conocer este sorprendente producto en toda La Plaça. ¿De qué se trata? De conseguir beneficios combatiendo los abusos cometidos por la gran banca.

El primer lugar donde se dan las mejores condiciones para hacerlo es el Reino Unido donde, durante años, los bancos vendieron pólizas de seguro personal a sus clientes utilizando todo tipo de malas prácticas. Aquellos abusos ya han sido condenados por los tribunales y han abierto la puerta a más de 60.000 millones de euros en reclamaciones con una tasa de éxito superior al 90%. Unos datos estremecedores para la banca.

En este contexto, 11Onze Recomienda trabaja con un proveedor inglés que ofrece financiación a los despachos de abogados que llevan a cabo estos litigios, a cambio de parte de los beneficios. ¿Pensabas que siempre ganaría la banca? ¡Pues ya no!

¿Qué beneficios se pueden conseguir?

Toda la información sobre el Finança Litigis la encontrarás en la página de 11Onze Recomienda. El objetivo es conseguir una ganancia de más de un 27% con relación a la inflación media en España. Es, por lo tanto, un producto que permite que tu dinero se aprecie mucho más que la inflación, consiguiendo que ganes poder adquisitivo. Todo ello, en un contexto de baja rentabilidad y alta volatilidad, convierte al Finança Litigis en un producto muy valioso. El capital destinado a litigios está cubierto por un seguro Standard & Poor’s A.

Toda la información sobre el Finança Litigis la encontrarás a 11Onze Recomienda.

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¿Cómo preservar el valor de tus inversiones cuando todo parece desmoronarse? El oro resulta un ingrediente indispensable en cualquier cartera de inversión diversificada por su rentabilidad a largo plazo y su liquidez.

 

El oro es el metal precioso por excelencia. Escaso y muy apreciado, durante miles de años se ha utilizado para preservar la riqueza. Y es algo que no ha cambiado en el siglo XXI, ya que se ha revalorizado en 16 de los últimos 20 años, como indica Statista.

Tres características fundamentales lo convierten en un activo atractivo para cualquier cartera de inversión: la rentabilidad a largo plazo, ya que los datos son positivos si analizamos su revalorización en las últimas décadas; su papel para diversificar y reducir el riesgo global de nuestras inversiones; y su gran liquidez al poder comprarse y venderse con facilidad, incluso cuando las condiciones de otros mercados son difíciles.

 

Un escudo frente a la inflación

El oro genera una rentabilidad relativamente sólida en todos los ciclos económicos. Como indica el World Gold Council, en los últimos 50 años el precio de este metal ha aumentado casi un 11% anual de media. Se trata de un porcentaje comparable al de la renta variable de Estados Unidos y considerablemente mejor que el de los bonos estadounidenses.

El oro ofrece una buena rentabilidad en tiempos de bonanza, cuando aumenta la demanda de oro en joyería y tecnología. Pero su poder de atracción crece especialmente en tiempos de dificultades al ser considerado como un valor refugio.

El World Gold Council destaca que el oro ha experimentado una revalorización de más del 20 % de media en los periodos con una inflación superior al 5 %. Según datos de este organismo, casi la mitad (47 %) de la demanda de oro en 2021 fue para inversión y más del 7 % fue a parar a las cajas fuertes de los bancos centrales.

La necesidad de diversificar

Una regla de oro, nunca mejor dicho, para cualquier inversor es no poner todos los huevos en la misma cesta. Dicho de otro modo, destinar todos nuestros ahorros a un único tipo de activo es muy arriesgado porque nos expone a los vaivenes de un solo mercado. Por eso se recomienda diversificar la inversión e incluir diversos tipos de activos en las carteras de inversión, de forma que las ganancias de unos activos puedan compensar las pérdidas inesperadas de otros.

De ahí el gran atractivo del oro como complemento de otros activos, especialmente en momentos en que la renta variable y otras inversiones de mayor riesgo están bajo presión. Las carteras que incluyen este metal tienen menos probabilidades de experimentar subidas y bajadas extremas.

Por otra parte, si comparamos la evolución del precio del oro con el dólar estadounidense y otras monedas que se han utilizado como valores refugio, comprobamos que en el siglo XXI las principales divisas se han depreciado más del 90 % frente al oro. Y si ampliamos la mirada, se observa que en los últimos 100 años las principales monedas han perdido el 99 % de su valor en comparación con este metal. 

 

Sin problemas de liquidez

Una tercera ventaja del oro es que se trata de un mercado global y muy líquido. El valor de los lingotes de oro está estrechamente vinculado al precio del mercado mundial de metales no refinados, que se actualiza las 24 horas del día y es accesible a compradores y vendedores en todo momento.

Los inversores pueden comprar y vender oro siempre que lo deseen, incluso en períodos de extrema tensión en los mercados financieros. Y, obviamente, no sucede lo mismo con mercados como el del arte o las antigüedades, por ejemplo.

Teniendo en cuenta todos estos factores, no sorprende que el análisis del World Gold Council haya concluido que añadir entre un 6 % y un 10 % de oro en las carteras medias de los inversores estadounidenses suponga una mejora tangible de sus resultados, con un buen rendimiento a largo plazo.

 

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Se consideran depósitos de valor aquellos activos, divisas y mercancías que no se devalúan con el tiempo. El oro y otros metales preciosos han sido históricamente los depósitos de valor por excelencia, mientras que en las últimas décadas se han hecho evidentes las grandes deficiencias de las monedas fiduciarias.

 

Como indica la Investopedia, “un depósito de valor es esencialmente un activo, mercancía o divisa que puede guardarse, recuperarse e intercambiarse en el futuro sin que se deteriore su valor” cuando lo intercambiamos por productos o servicios: si hoy equivale a diez manzanas, pasado un tiempo deberemos poder intercambiarlo por, como mínimo, diez manzanas también.

El oro y otros metales preciosos han sido considerados a lo largo de la historia los depósitos de valor por antonomasia porque su vida útil es prácticamente ilimitada. Y, si comprobamos la evolución del precio del oro en las últimas décadas, veremos que una onza ha pasado de cotizar por debajo de los 300 dólares cuando entró en circulación el euro en 2002 a superar los 1.900 dólares en la actualidad.

En el otro extremo, productos perecederos como las manzanas son pésimos depósitos de valor porque en pocos días se descomponen y pierden todo su valor. Aunque determinadas ‘commodities’, como las del sector alimentario, pueden subir de precio temporalmente en función de la situación del mercado, su carácter perecedero impide considerarlas depósitos de valor.

 

El dinero moderno suspende como depósito de valor

Obviamente, el euro y el resto de las monedas fiduciarias son depósitos de valor muy deficientes porque no se revalorizan al mismo ritmo que los productos y servicios que permiten adquirir. Aunque nuestras monedas deberían ser un depósito de valor razonablemente estable, la inflación hace que el café que hace unos años comprábamos en un bar por un euro hoy en día nos cueste bastante más. Nuestro dinero se deprecia día tras día.

Richard Nixon puso fin al patrón oro en 1971, que hasta entonces obligaba a los países del Fondo Monetario Internacional (FMI) a mantener un tipo de cambio fijo respecto al dólar y al banco central estadounidense a respaldar su divisa con oro. Desde entonces, utilizamos monedas fiduciarias, es decir, monedas que son de curso legal pero que no está respaldadas por ningún bien valioso. Todos los bancos centrales pueden fabricar dinero según su conveniencia y su único aval es la confianza de los ciudadanos.

Como es lógico, si la cantidad de dinero en circulación aumenta a un ritmo más elevado que los bienes y servicios que se pueden adquirir con él, el desequilibrio entre la oferta y la demanda hace que suban los precios. Por tanto, nuestro dinero se devalúa.

Una moneda razonablemente estable es esencial para la salud de la economía. Una unidad monetaria que funciona mal como depósito de valor desincentiva el ahorro y dificulta el comercio. Sus efectos nefastos son evidentes si echamos un vistazo a los casos de hiperinflación que han vivido algunos países a lo largo de la historia.

 

Los metales preciosos como valor refugio

A lo largo de más de dos milenios, muchas economías han utilizado el oro y otros metales preciosos como moneda de cambio por su durabilidad, relativa escasez y fácil transporte. Además, en las últimas décadas el oro ha tenido un papel importante como valor refugio. Su demanda ha tendido a dispararse en momentos de incertidumbre económica, como demuestran los datos del año pasado, el de mayor demanda desde 2011. La larga experiencia con el oro permite avalar su capacidad para ejercer como depósito de valor a largo plazo.

En general, otros activos como los bienes inmuebles, las obras de arte, las antigüedades o algunos objetos de colección también han demostrado que pueden tener este rol. Aunque su valor puede caer en momentos puntuales, tienden a revalorizarse a largo plazo gracias a una demanda más o menos constante y una oferta muy limitada.

Su gran inconveniente respecto al oro es que se trata de activos muy poco líquidos: es difícil venderlos de forma inmediata si queremos hacerlo por un precio razonable. Además, estos mercados exigen un buen conocimiento y se resienten especialmente en las crisis económicas, cuando más se tiende a recurrir a los depósitos de valor.

 

¿Y los criptoactivos?

Más difícil es valorar si los criptoactivos llegarán a considerarse algún día como depósitos de valor, ya que son demasiado recientes. Es cierto que el bitcóin se basa en el principio de escasez, una característica propia de los depósitos de valor: cada año se genera un número limitado de bitcóins y existe un tope predeterminado. Sin embargo, como tantos otros criptoactivos, su gran inconveniente es que carece de un valor intrínseco. Casi todo su valor es hoy por hoy subjetivo, lo cual es terreno abonado para la volatilidad.

Eso sí, en la medida que el bitcóin sea aceptado de forma masiva como medio de pago y se emplee en un número creciente de transacciones, su valor se fortalecerá y aumentarán las probabilidades de que llegue a ser un depósito de valor a largo plazo, más allá de volatilidades puntuales.

 

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Un año más, el sorteo de ‘La Grossa de Cap d’Any’ repartirá miles de euros en premios en toda Cataluña. Te detallamos qué premios puedes ganar, como cobrarlos, y cuántos impuestos se queda el Estado.

 

Desde 2013, cada 31 de diciembre se hace el sorteo de ‘La Grossa de Cap d’Any’. Un sorteo creado por Loteries de Catalunya con el objetivo de aprovechar la popularidad del Sorteo Extraordinario de Navidad que se celebra en todo el Estado español, para tener una rifa catalana, la primera comunidad autónoma en tener una lotería navideña, que beneficie en nuestro territorio.

Cada año se ponen a la venta 100.000 números, del 0 al 99999, con un total de 50 series, cinco de las cuales en formato electrónico. El precio por billete es de 10 euros, y se pueden comprar en los puntos de venta habituales de Loteries de Catalunya o en algunos supermercados. El sorteo se retransmite en directo por TV3, alrededor de las 12:30 h.

 

Los premios

La ‘Grossa’ de 2022 mantiene el habitual reparto de 5 grandes premios, con las siguientes retribuciones por ganadores:

  • Un primer premio de 200.000 € por billete, 20.000 € por euro jugado.
  • Un segundo premio de 65.000 € por billete, 6.500 € por euro jugado.
  • Un tercer premio de 30.000 € por billete, 3.000 € por euro jugado.
  • Dos cuartos premios de 10.000 € por billete, 1.000 € por euro jugado.
  • Tres quintos premios de 5.000 € por billete, 500 € por euro jugado.

Los premios caducan al cabo de 90 días de la fecha del sorteo correspondiente y están sujetos a la criba de los impuestos habituales a las ganancias por premios de lotería. En este caso, los premios que superen los 40.000 € se tienen que tributar, cantidad a partir de la cual se tiene que pagar el 20% del importe recibido.

Puedes cobrar los premios de hasta 120 € en cualquier establecimiento autorizado a vender esta lotería que disponga de terminal, aunque de manera opcional estos puntos de venta pueden pagar premios de hasta 1.999,99 €. Así mismo, a partir de 50 €, puedes cobrar los premios al contado o con una transferencia bancaria en las sucursales de CaixaBank o en la Oficina de Atención, Información y Pago de Premios de Loteries de Catalunya, en la calle Enric Granados, 33 de Barcelona.

 

Como invertir el dinero

Dependiendo de la cantidad del premio y de nuestra situación económica, las ganancias pueden servir para cubrir algún agujero y poca cosa más, pero si tenemos la suerte de tener una economía personal saneada tenemos diferentes opciones de inversión.

Teniendo en cuenta los niveles de inflación de los últimos meses y la poca rentabilidad que nos dan los bancos por nuestros depósitos, puede ser tentador elegir opciones de inversión que nos den más rentabilidad. Aun así, hay que tener en cuenta que cuanto más rentabilidad, más riesgo tendremos que asumir.

Actualmente, los depósitos bancarios ofrecen poca rentabilidad, pero los Fondos Garantizados pueden rentabilizar el dinero ganado de manera fácil y segura. Cómo dice su nombre, los fondos garantizados garantizan de manera total o parcial el capital invertido, así como una rentabilidad prefijada para un periodo de tiempo.

Si te preocupa la más que posible recesión que nos espera el próximo año, invertir en metales preciosos puede ser la mejor opción si quieres evitar la devaluación de tu dinero. El valor de los metales preciosos es mucho más estable en momentos de crisis como el actual, y el oro es considerado el valor refugio por excelencia.

Invertir en una vivienda es una de las opciones más populares, pero la compra de un inmueble como inversión requiere unos mínimos conocimientos del sector inmobiliario. Por otro lado, es importante tener en cuenta los gastos de mantenimiento, especialmente en periodos en que no podamos rentabilizar la inversión a través de un alquiler.

En cualquier caso, tanto si tienes pensado invertir el dinero ganado, como si te los quieres gastar en una cosa que te haga ilusión, hay que analizar fríamente el que harás con el premio antes precipitarte a tomar una decisión espoleada por el momento de alegría apenas acabar de destapar el cava.

 

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¿Cuáles son las ventajas e inconvenientes de las monedas bullion o de inversión respecto a los lingotes de oro? ¿Cuál es su historia? ¿De qué depende su valor? Aquí tienes las respuestas que necesitas.

 

Las primeras monedas con carácter oficial fueron acuñadas hacia el siglo VII a. C. en Lidia, en la actual Turquía. Eran de electro, una aleación de oro y plata. A partir de entonces, prácticamente todos los grandes estados de la Antigüedad crearon monedas de oro o electro.

Durante siglos, el oro y la plata se convirtieron en los materiales con los que se fabricaban las monedas de valores más elevados. A ello contribuyó que se trata de metales sólidos, fáciles de manipular y relativamente escasos, lo cual evita la sobreabundancia.

De los dos, el oro siempre ha sido más apreciado por su mayor resistencia al óxido y la corrosión. Además, el color dorado y su brillo lo han hecho muy atractivo para la mayoría de civilizaciones, que han convertido este metal precioso en un símbolo de riqueza y estatus.

 

Un nuevo concepto de moneda de oro

En la segunda mitad del siglo XX apareció el concepto de moneda “bullion” o de inversión. Se trata de una moneda acuñada en metal precioso, cuya cotización no se fija por el valor nominal de la misma, sino por el valor del metal contenido en ella, al que se añade una prima por el proceso de fabricación de la moneda.

En estos casos, lo importante es la cantidad de metal precioso que contiene y su pureza, más que el posible valor numismático que pueda tener por su diseño. Por descontado, cuando sube la cotización del oro, también aumenta el valor de la moneda

 

¿Monedas “bullion” o lingotes?

Aunque las primas o sobrecostes al precio del oro contenido son inferiores en los lingotes y las barras que en las monedas, muchos inversores prefieren estas últimas.

Una de las razones es su potencial coleccionable. Las monedas de oro que se conservan en buen estado son algo más codiciadas a medida que envejecen, algo que no sucede con los lingotes de oro, que se valoran exclusivamente por la cantidad de oro que contienen.

Además, como su peso por unidad en general es menor, no requieren la inversión de una gran cantidad de dinero, lo cual las hace accesibles para los pequeños inversores.

Por último, el proceso para verificar su autenticidad al venderlas es más sencillo. Gracias a su particular diseño, peso y dimensiones, cada tipo de moneda de oro es muy difícil de falsificar.

 

Un poco de historia

Las primeras monedas de inversión modernas se acuñaron en Sudáfrica en 1967. Se trata de las Krugerrand, que siguen produciéndose en la actualidad. Las monedas de inversión se popularizaron entre finales de los años setenta y la década de los ochenta, en que empezaron a acuñarse la Hoja de Arce en Canadá (1979), el Águila Americana en Estados Unidos (1986), la Britannia en Reino Unido (1987) o la Filarmónica en Austria (1989).

Algunas de estas monedas tienen un valor nominal. Por ejemplo, en el caso de la Britannia, son 100 libras esterlinas. Pero, como ese valor es inferior al del oro que contienen, el valor real en cada momento viene determinado por la cotización del oro y por su valor numismático. En este sentido, como indica la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, es importante la rareza y el grado de conservación de la pieza.

Algunas piezas suelen ser codiciadas por razones que van más allá de una mera mentalidad de inversión. El valor numismático por la calidad artesanal, el diseño, la importancia histórica, el valor conmemorativo y el estado físico de una pieza pueden disparar la demanda de los coleccionistas. Esto hace que, proporcionalmente, el precio de algunas monedas sea bastante más alto que el de los lingotes.

 

Hasta ahora, con Preciosos 11Onze se podían hacer compras de lingotes de oro. A partir de ahora, también ofrecemos la opción de comprar monedas de oro Krugerrand y Britannia. Para el día de mañana, regala oro.

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Si algo caracteriza el mercado de las criptomonedas es la gran volatilidad. Al ser un mercado relativamente pequeño y en el que gran parte de las criptomonedas se concentran en pocas manos, la especulación de los grandes inversores suele generar grandes fluctuaciones por su poder de arrastre y el valor poco tangible de los criptoactivos.

 

La crisis financiera de 2007-2008 llevó a Satoshi Nakamoto a crear una criptomoneda que escapara del sistema financiero tradicional: el bitcoin. En la primera transacción, que se produjo a principios de 2009, su valor era residual: solo 0,00076 dólares.

Desde entonces, el precio del bitcoin se ha disparado, aunque con una volatilidad enorme. Si analizamos su evolución de los dos últimos años, comprobamos que pasó de menos de 10.000 euros en septiembre de 2020 a más de 50.000 medio año después, para volver a caer por debajo de los 30.000 cuatro meses más tarde. Y, tras nuevos repuntes, que la llevaron a una valoración en noviembre de 2021 de 58.358 euros, su máximo histórico, las sucesivas caídas del “criptoinvierno” la han situado en torno a los 20.000 en la actualidad, prácticamente un tercio de su valor máximo.

El bitcoin no es una excepción. La volatilidad también afecta al resto de criptomonedas. Por ejemplo, ether perdió dos tercios de su valor entre abril y junio, al pasar de más de 3.000 euros a menos de 1.000, para volver a superar los 1.900 a mediados de agosto y descender por debajo de los 1.400 a partir de mediados de septiembre.

Terra luna, el caso más sonado, pasó de valer más de 80 euros a principios de mayo a quedarse prácticamente sin valor en poco más de una semana. Y eso que se trataba de una ‘stablecoin’, es decir, una criptodivisa cuyo valor está vinculado al de otra moneda, materia prima o instrumento financiero, lo cual debería aportar más estabilidad.

 

Un valor poco tangible

Las criptomonedas han ganado mucho protagonismo en el mundo financiero en los últimos años. Un informe del Banco de España calcula que el mercado de criptoactivos alcanzó una capitalización en 2021 de 2,8 billones de dólares, aproximadamente un 1 % de los activos financieros globales.

Aun así, siguen sin tener la aceptación de activos tradicionales como la renta variable o el oro. Economistas como Paul Krugman y líderes empresariales como Warren Buffett incluso las han calificado de “espejismo” y han llegado a augurar su desaparición.

Es cierto que los mercados del oro o de la renta variable tampoco son ajenos a la especulación, pero el oro o las empresas que cotizan en bolsa tienen un valor intrínseco más evidente. El oro se ha utilizado como medio de intercambio durante mucho tiempo y es una mercancía razonablemente estable en cuanto a precio, demanda y oferta. Por su parte, las empresas cotizadas cuentan con propiedades, clientes, flujos de caja y cuentas de resultados que les otorgan un valor más tangible.

Aunque nadie puede negar que ‘blockchain’ proporciona beneficios como la seguridad, la descentralización, la reducción de costes y la velocidad, todavía es difícil especificar el valor real que las criptomonedas aportan a sus propietarios. Y eso es terreno abonado para la volatilidad. 

 

Un mercado poco regulado

Tampoco ayuda a la estabilidad el hecho de carecer de un organismo de gobierno o control, como sucede con la moneda fiduciaria, las acciones o los bonos. En este sentido, el aumento progresivo de la regulación podría contribuir a una mayor adopción, aunque un exceso regulatorio podría ser contraproducente.

De ahí que la Unión Europea haya publicado una propuesta de normativa que afecta a los emisores de criptoactivos, a las plataformas de intercambio y a las billeteras de monedas digitales. Esta regulación pretende facilitar la supervisión del sector y evitar la manipulación del mercado.

 

El poder de las “ballenas”

Sin un valor real claro, las criptomonedas son activos muy especulativos, así que resultan mucho más sensibles a los movimientos puntuales de los grandes inversores, que provocan reacciones en cadena hacia arriba o hacia abajo.

Hay que tener en cuenta que el mercado de criptomonedas es aún muy pequeño comparado con los de otros activos y que una parte considerable está en manos de pocos inversores, conocidos como “ballenas”. Per Wimmer, fundador de Wimmer Financial LLP, ha llegado a advertir que el mercado de las criptomonedas está dominado por diez ballenas.

Esta afirmación quizás sea exagerada, pero lo cierto es que, según la Oficina Nacional de Investigación Económica estadounidense, a finales de 2020 un tercio de todos los bitcoins estaban en manos de solo 10.000 inversores. Esta concentración hace que sus decisiones puedan desestabilizar con más facilidad el mercado, ya que su peso relativo es mucho mayor. 

 

Maniobras especulativas

Para enriquecerse, hay ballenas que empiezan a vender un gran volumen de criptomonedas a un precio por debajo del mercado. Así se desencadena el pánico y se disparan las ventas de los pequeños inversores. Una vez el precio toca fondo, las ballenas aprovechan para volver a comprar más criptomonedas.

Por tanto, una adopción masiva de las criptomonedas que rebajara el peso relativo de los grandes inversores ayudaría a estabilizar el mercado. Para ello sería necesario que se equiparasen a las monedas fiduciarias, de forma que se percibieran como un valor estable y se pudieran intercambiar por productos y servicios con mayor facilidad. La utilidad es un elemento clave a la hora de establecer el valor de un activo y el potencial de las criptodivisas todavía se está explorando.

 

El ruido mediático

El valor subjetivo de las criptomonedas hace que también sean muy sensibles al ruido mediático. Por ejemplo, cuando Tesla anunció que las criptodivisas no serían aceptadas como modo de pago, el valor del bitcoin se desplomó, mientras que bastó con que Elon Musk mostrara su apoyo a dogecoin en Twitter para que el valor de esta criptodivisa se disparara.

Si las noticias en torno a una criptodivisa son positivas o algún ‘influencer’ genera un sentimiento positivo hacia ella, la demanda y el precio aumentan. Y ocurre lo contrario cuando las noticias o el sentimiento generado son negativos.

Todavía es pronto para saber si se estabilizarán los mercados en el futuro y podrán negociarse las criptomonedas igual que las monedas fiduciarias. Lo que está claro es que el volumen de capital invertido en criptomonedas tendría que crecer mucho para que se reduzca la volatilidad.

 

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Las compras de oro de los bancos centrales se disparan hasta una cifra récord de casi 400 toneladas en el tercer trimestre de 2022. Una tendencia al alza reflejada en el sector de la joyería y la demanda de lingotes y monedas de oro por parte de los consumidores.

 

Según informa el Consejo Mundial del Oro (WGC, por sus siglas en inglés) en un estudio publicado el 1 de noviembre, en el tercer trimestre del año los bancos centrales compraron un total de 400 toneladas de oro. Esta cifra casi dobla el anterior récord conseguido en el 2018, cuando se registraba un volumen de compras de 241 toneladas.

La entidad también señala que esto supone el octavo trimestre consecutivo de compras limpias de oro por parte de los bancos centrales, elevando el total interanual desde que empezó el 2022 hasta 673 toneladas, cuatro veces más que los datos reflejados en el mismo periodo del 2021, y el volumen más alto desde 1967.

Los bancos centrales de países como Turquía, Uzbekistán, Qatar y la India, son algunos de los que más oro compraron en el tercer trimestre de 2022, según el informe del WGC, pero hay que tener en cuenta que grandes compradores de oro, como China o Rusia, no publican datos de sus reservas y compras de metales preciosos.

Del mismo modo, la elevada inflación espoleó la demanda de lingotes y monedas de oro por parte de inversores comerciales, hasta unos máximos que no se habían visto en seis trimestres. En este sentido, destaca China, donde la compra de lingotes y monedas casi se duplicó hasta las 70 toneladas respecto al trimestre anterior.

 

Pero el precio sigue bajo. ¿Por qué?

Desde principio de año, el precio del oro ha caído alrededor de un 6%, logrando mínimos no muy distantes de los que se vieron a comienzos de la crisis sanitaria el 2020, antes de que se disparara su valor a finales de aquel mismo año. De hecho, el precio del oro no se ha recuperado mucho después de perder un 20% de su valor desde el pico logrado el pasado mes de marzo, a pesar de que la semana pasada subió un 6,25%, un 5,85% respecto al mes anterior.

Esta aparente incongruencia, dado el incremento de demanda, tiene varias posibles explicaciones. Por un lado, la subida de los tipos de interés en los Estados Unidos y Europa, así como la fortaleza del dólar, y de los bonos gubernamentales, que generan un mayor rendimiento para los inversores y también son considerados un valor refugio, explican parte de la caída del precio del oro.

Por otro lado, muchos inversores financieros vendieron acciones en ETF respaldadas por oro, a medida que subían las tasas de intereses. La subsecuente venta de lingotes de oro por parte de los ETF provocó una caída del precio del oro físico de hasta el 8% en el tercer trimestre, a la vez que estimulaba la demanda del oro de joyería.

Aun así, la mayoría de analistas financieros coinciden en pronosticar que el precio del oro volverá a subir significativamente en el 2023, después de la posible caída del valor del dólar y de los rendimientos de los bonos del tesoro, continuando la tendencia prevalente en los últimos cinco años, en los que el oro ha visto aumentado su valor en un 37%.

 

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En el último año se acumulan las noticias negativas en el mercado de los criptoactivos. Tras la quiebra de la plataforma de criptoactivos FTX y la pérdida de casi tres cuartos del valor del bitcóin en un año, el futuro de las criptomonedas parece más en entredicho que nunca.

 

La Super Bowl es el escaparate publicitario más caro del mundo. En su última edición, celebrada en febrero, se llegaron a pagar cerca de 7 millones de dólares por un anuncio de 30 segundos, algo al alcance de muy pocas empresas. Una de ellas fue FTX, la tercera plataforma de criptoactivos más importante del mundo en aquel momento. Su anuncio comparaba las criptomonedas con algunos de los grandes inventos de la humanidad, presentaba a la compañía como “una forma segura y fácil” de acceder a este mercado y ridiculizaba a los escépticos.

Tan solo unos meses después, FTX se ha declarado en quiebra y amenaza con dejar a más de un millón de damnificados en todo el mundo. El imperio de Sam Bankman-Fried, su fundador, se ha venido abajo en apenas una semana.

Tras la repentina caída en el precio del token de FTX en los primeros días de noviembre, Bankman-Fried solicitó un rescate a Binance, la mayor plataforma de intercambio de activos digitales del mundo. Aunque en un primer momento Binance accedió a ayudarle, unas horas después se echó atrás alegando una mala gestión de fondos y otras irregularidades. El 11 de noviembre a FTX no le quedaba más remedio que anunciar en un tuit la solicitud del proceso de quiebra y la dimisión de Sam Bankman-Fried como director general.

 

Posibles contagios

Como ocurre con muchas empresas de criptomonedas, el castillo de naipes de FTX se basaba en las expectativas de revalorización. Cuando la confianza de los inversores se desmorona, nada puede detener una catastrófica espiral que acaba llevándose por delante a la compañía, que en el caso de FTX había alcanzado a principios de año una valoración de 32.000 millones de dólares.

Por su tamaño, se espera que las réplicas del colapso de FTX sean prolongadas y devastadoras. La primera víctima podría ser la plataforma Crypto.com, que en los últimos meses ya había realizado despidos masivos por la turbulenta situación del mercado de criptoactivos. Su token cronos ha llegado a perder más de la mitad de su valor en menos de una semana.

Algunas fuentes indican que esta plataforma depositó más de 1.000 millones de dólares en FTX, de los cuales solo habría podido recuperar unos 100 millones. Sin embargo, el CEO de Crypto.com lo ha negado en Twitter, asegurando que la exposición a FTX es inferior a 10 millones de dólares. Lo cierto es que su mensaje no ha logrado calmar a los mercados, que siguen temiendo la caída de esta plataforma.

 

El riesgo de un nuevo “criptoinvierno”

El colapso de FTX y la crisis de Crypto.com se producen en un contexto de dudas sobre el futuro de las criptomonedas. Tras alcanzar una valoración de 58.358 euros en noviembre de 2021, las sucesivas caídas de lo que se conoció como el “criptoinvierno” y la incertidumbre de los últimos días han situado al bitcóin por debajo de los 16.000 euros en la actualidad, con lo que ha perdido casi tres cuartos de su valor en un año.

Como explicábamos en el artículo “Las criptomonedas, un activo altamente volátil”, el bitcoin no es una excepción. La volatilidad también ha afectado a otras criptomonedas en los últimos meses. Por ejemplo, ether perdió dos tercios de su valor entre abril y junio, al pasar de más de 3.000 euros a menos de 1.000, para volver a superar los 1.900 a mediados de agosto y descender por debajo de los 1.200 en los últimos días.

Terra luna, el caso más sonado hasta la debacle de FTX, pasó de valer más de 80 euros a principios de mayo a quedarse prácticamente sin valor en poco más de una semana. Y eso que se trataba de una ‘stablecoin’, es decir, una criptodivisa cuyo valor está vinculado al de otra moneda, materia prima o instrumento financiero, lo cual debería aportar más estabilidad.

Aunque los criptoactivos siguen contando con muchos incondicionales, cada vez más gestores de carteras de inversión asumen que la estructura de este mercado es demasiado arriesgada y las pérdidas resultan demasiado grandes. La noción del bitcóin como el nuevo oro digital, un refugio seguro en tiempos turbulentos, se ha esfumado. Como resultado, muchos inversores institucionales están dando la espalda a los criptoactivos para aumentar su participación en mercados teóricamente más seguros, como el de los metales preciosos.

En cualquier caso, la actual crisis del mercado de las criptomonedas nos recuerda la importancia de contar con una cartera diversificada para protegernos de caídas abruptas en la valoración de alguno de nuestros activos.

 

Sesión sobre criptoeconomía

Si quieres conocer mejor el mercado de los criptoactivos, el próximo 22 de noviembre contaremos en La Plaça con Susana Rodríguez Urgel, fundadora de The Digital Advisory Board, que hablará de criptoeconomía en directo en el segundo capítulo de la serie “Que no faltin!”. 

Esta experta en criptografía y una de las responsables de “la transformación comercial y digital de Telefónica” hace más de una década, como destacaba James Sène, presidente de 11Onze, promete una sesión provocadora y abierta al debate. Si estás interesado en participar en directo para plantear tus dudas y preguntas, puedes escribir a [email protected]

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El oro es considerado tradicionalmente como el mejor activo para protegerse de la inflación, una medida fiable de cobertura contra el riesgo de perder poder adquisitivo. Aun así, algunos inversores consideran los bonos gubernamentales como una alternativa más segura donde invertir nuestro dinero ante la incertidumbre de los mercados. Analizamos las ventajas y desventajas de estas dos opciones.

 

Las compras de oro durante los últimos tres años han tenido un rendimiento estelar con máximos históricos para los inversores y han visto una subida del 40% de su valor. La condición de activo refugio, generalmente atribuida al oro, se ha confirmado gracias a la incertidumbre causada por la pandemia y a la subsecuente inflación, que ha penalizado la rentabilidad otros activos. Una vez más, el oro ha proporcionado una valiosa cobertura frente a un futuro incierto.

Algunos economistas argumentan que el oro solo aumenta en valor cuando una moneda se devalúa o en un contexto de inflación elevada, y que no ofrece retornos adecuados en otros escenarios de mercado. Mientras que es cierto que el oro tiende a aumentar de valor en épocas de inestabilidad financiera o de devaluación de la moneda, no son los únicos factores que incrementan su valoración por encima de la media. Por ejemplo, en el periodo desde el 2013 hasta el 2020, la inflación fue muy baja, y los efectos más nocivos de la crisis y la inestabilidad económica ya se habían superado en gran parte del mundo, no obstante, el valor del oro aumentó de manera constante.

Aun así, tenemos que tener en cuenta que, si nos decantamos por invertir en oro a través de un fondo de inversión o ETF, no tendremos posesión del metal precioso, hecho por el cual pierde gran parte de su valor intrínseco, y es un modelo que da más versatilidad, pero exige unos conocimientos bursátiles básicos que requieren intermediarios profesionales del sector. Cuando compras oro físico, eres propietario del metal, mientras que invirtiendo en oro digital lo que tienes es un derecho o una opción. Además, como que no se trata de un apunte contable, no puede suspender pagos. A diferencia otros activos financieros, el oro siempre lo podemos tener a mano.

 

Bonos gubernamentales

El atractivo más grande de comprar bonos gubernamentales es que tenemos asegurada cierta rentabilidad, positiva o negativa, de la inversión. Esto puede parecer contradictorio, porque de toda la vida, cuando alguien le presta dinero a otra persona, le cobra un interés y, por lo tanto, a priori puede costar de entender que algunos bonos coticen con rentabilidad negativa.

Esta aparente incoherencia es debida al hecho que algunos grandes inversores buscan seguridad en valores refugio, como los bonos gubernamentales, durante épocas de turbulencia de los mercados financieros. La crisis del 2008, con la quiebra de Lehman Brothers y otros bancos, puso de manifiesto que el Fondo de Garantía de Depósitos, que en España cubre 100.000 euros por cliente y entidad, no es nada más que un premio de consolación, si hablamos de depósitos de millones de euros.

Por lo tanto, cuando hablamos de grupos de inversión con grandes cantidades de dinero puede ser preferible comprar bonos de países con la máxima calificación crediticia (AAA), incluso cuando ofrecen una rentabilidad negativa, puesto que, a diferencia de los bancos, esto nos garantiza la gran totalidad de nuestro activo. Aun así, puede haber un motivo especulativo: comprar deuda con rentabilidad negativa esperando que esta rentabilidad baje todavía más, de forma que el precio de los bonos suba.

Este es un escenario poco aplicable al inversor mediano o pequeño, que tiende a comprar títulos emitidos con un valor nominal y que paga un interés determinado explícito sobre la inversión, trimestralmente, semestralmente o al vencimiento. Y que, aun así, también pueden cotizar al mercado bursátil para ofrecer a los inversores la posibilidad de vender o comprar antes de su plazo.

 

Seguridad y rentabilidad

Antes de invertir hay muchos factores que tenemos que tener en cuenta en la hora de decidir qué activo financiero es el más adecuado para nosotros. Y es vital evaluar el riesgo que estamos dispuestos a asumir y definir claramente los objetivos de inversión. Por norma general, cuanto más rentabilidad tiene una inversión, más riesgo comportará. Y a la inversa: si queremos una inversión muy segura, tendremos una baja rentabilidad.

Los metales preciosos, especialmente el oro, rompen un poco esta norma, con rentabilidades muy elevadas en tiempos de crisis económica, atendida su condición de valores refugio, y con precios relativamente estables cuando hay menos demanda en épocas de crecimiento económico. Pero siempre manteniendo una tendencia al alza a largo plazo, que también viene acompañada de una gran liquidez gracias a su valor intrínseco.

Por otro lado, el binomio rentabilidad-riesgo es evidente si hablamos de bonos gubernamentales. Unos valores de renta fija emitidos por gobiernos, y que son considerados libres de riesgo siempre que estemos hablando de países desarrollados con economías seguras y solventes, y con una probabilidad prácticamente inexistente que dejen de pagar a sus acreedores. Aun así, siempre acompañados de rentabilidades relativamente bajas o incluso negativas en el caso de Alemania.

Esta baja rentabilidad se puede ver afectada por la inflación, si tenemos en cuenta que los cupones que pagan la renta fija son nominales en el tiempo. Por lo tanto, ante un aumento de la inflación, baja su valor real y la rentabilidad de esta renta fija también es menor. Este es un escenario donde la compra de oro nos ofrece una mejor protección inflacionaria, gracias a una más elevada rentabilidad, manteniendo una alta seguridad y liquidez.

 

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Las monedas digitales son cada vez más habituales, pero todavía es bastante desconocido qué son y cómo funcionan. Tratamos de aclarar, de manera sencilla y en cinco puntos, sus características fundamentales.

 

Un poco de historia de las criptomonedas

Debemos retroceder hasta principios de los años ochenta del siglo pasado para encontrar los primeros pasos en la idea de una moneda virtual protegida por la criptografía, de la mano de David Chaum y la creación del eCash. El impulso definitivo llega en 2008, cuando se publica a nombre del misterioso Satoshi Nakamoto el documento que desarrolla el Bitcoin.

Con Bitcoin, cuyas primeras unidades se pusieron en circulación el 3 de enero de 2009, se considera que nacen definitivamente las criptomonedas. Sus creadores lo describieron como “un sistema de efectivo de igual a igual” y sin regulación ni control de gobiernos ni instituciones.

 

Cómo funcionan las criptomonedas

La encriptación, para darle seguridad, se sustenta en la tecnología de cadena de bloques, blockchain, una estructura de almacenamiento de datos siguiendo algoritmos, casi imposible de falsificar, abierta a todos los usuarios que quieran, y que funciona como un libro de registro electrónico del Bitcoin y otras criptomonedas.

De este modo se crea una moneda digital, sin forma física, pero de la cual se puede asegurar la titularidad, la integridad en las transacciones y controlar la creación de nuevas unidades. Esto otorga a las criptomonedas la garantía para usarlas como dinero a quien quiera: hacer intercambios, compras o ahorrarlas.

El dinero de curso legal está bajo la garantía de los estados, sus gobiernos y las instituciones financieras, que lo crean y regulan. Esta es la base de la confianza que hace que los ciudadanos lo usen, además de convertirlo en imprescindible. Las criptomonedas, en cambio, no dependen ni están reguladas por ninguna administración. De este modo, su valor nace de la confianza depositada por los usuarios, de la ley de la oferta y la demanda.

Sin embargo, las criptomonedas buscan lograr esta confianza necesaria con el usuario, por ejemplo, replicando las características esenciales del dinero: que sean fungibles o puedan intercambiarse; que se puedan dividir en unidades; que se puedan almacenar y transportar; y que su flujo de creación o suministro esté controlado y limitado.

El mercado que van creando los propios usuarios, pues, es lo que marca su aceptación y, de rebote, su valor. Lo que hemos conocido hasta ahora es que, desde unos inicios, cuando solo algunos expertos o aficionados tecnológicos las adquirían, el interés por tener criptomonedas ha experimentado un crecimiento muy elevado, hasta llegar a cambiar un Bitcoin por 40.000 €.

 

Para qué sirven las criptomonedas

Como hemos podido deducir, la inversión se ha vuelto una de las grandes motivaciones para poseer criptomonedas. Incluso se han creado bolsas especializadas que trabajan las 24 horas, los 365 días del año, comprando y vendiendo sin parar. Los inversores se ven atraídos a estos mercados por la expectativa de las ganancias. Pero hay que tener cuidado y estar dispuesto a aceptar el riesgo de la alta volatilidad de las criptomonedas: su cotización sube y baja en miles de euros con mucha facilidad.

Las criptomonedas también se pueden usar para hacer compras, siempre que el vendedor acepte este medio de pago. Todavía no se puede decir que sea una opción ni mucho menos generalizada, pero cada vez son más las empresas que lo permiten y abren pasarelas para que se les paguen servicios o productos en criptomonedas. Los pagos rápidos, de hecho, son otro de los usos y de las ventajas de las monedas digitales, puesto que las transferencias, en todo el mundo, son inmediatas.

 

Comprar y guardar criptomonedas

Ya hemos dicho que la inversión en criptomonedas es en estos momentos altamente especulativa y arriesgada. Las más rentables, como el Bitcoin o el Ethereum, son a la vez consideradas las de mayor riesgo. Aun así, cualquier persona puede acceder a tener si las compra, las acepta en pago o, incluso, creando o desencriptando nuevas.

Lo más frecuente es que esta última opción, la creación o desencriptado, quede en manos de grandes equipos informáticos dedicados a ello, a menudo controlados por grupos económicos, en lo que se conoce como minar criptomonedas: generarlas descifrando el algoritmo o problema matemático bajo el que se esconden.

El particular podrá acceder más fácilmente a través de las plataformas de compra o los intermediarios financieros, así como desde cajeros automáticos que se han creado exclusivamente para ofrecer y canjear criptomonedas, y que ya se encuentran en zonas comerciales, por ejemplo. También existen aplicaciones digitales, como por ejemplo Coinbase o Binance.

Una vez compradas, se les asignará una contraseña única y personal, que conviene tener en lugar seguro y no perder, porque es toda la garantía que tenemos de que aquellas criptomonedas nos pertenecen. Para hacerlo, existen los wallets o monederos digitales, un software o aplicación donde es posible almacenar criptomonedas.

 

La regulación de las criptomonedas

En 2015, la Unión Europea (UE) estableció la misma validez del euro para el Bitcoin y otras criptomonedas similares como medio de pago, respondiendo al aumento de su presencia y de las inversiones relacionadas. 

Ahora bien, recordemos que las criptomonedas nacen libres de la regulación y el control de las administraciones y que, en consecuencia, estas las ven con cierta reticencia y las consideran como un activo muy especulativo y poco adecuado, si no es para el inversor experto. Cuando decidimos comprar criptomonedas, tenemos que saber que no habrá servicios de regulación y supervisión tradicionales que nos garanticen la custodia.

Para terminar, recordemos que el Estado español obliga a incluir en la declaración de la Renta cualquier gasto o ingreso derivado de operaciones de compraventa con criptomonedas. Además, el octubre de 2020 se publicó el Proyecto de Ley de Medidas de Prevención y Lucha contra el Fraude Fiscal, introduciendo la obligación de suministrar información sobre los saldos y los titulares de las criptomonedas y de las operaciones de compra, cobros, pagos y transferencias, entre otras transacciones.

 

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