Nosotros [y ellos]

Desde tiempos inmemoriales, aquello que los geógrafos griegos definieron como Península Ibérica, ha pasado a ser el solar donde se ha construido una Historia, la cual ha ido forjando diferentes realidades y maneras de ser. Pero con el devenir de España —a principios del XIX— diferentes concepciones políticas han buscado la manera de vertebrarla a cualquier precio. Por este motivo, algunos se han empeñado en demostrar una ficticia uniformidad histórica y territorial, por el simple hecho de compartir una misma geografía. Cataluña ha compartido este solar, pero su realidad histórica es otra y es bueno recordarlo, ahora que el debate vuelve a estar abierto.

 

Oriol Garcia Farré, historiador y agente 11Onze

 

La historia tradicional de España se ha construido de acuerdo con la premisa de otorgar un protagonismo único a Castilla —prolongada con Andalucía y Extremadura— la cual ha sido exclusivamente identificada con España. A la periferia, especialmente el levante mediterráneo y el noroeste peninsular, se le ha permitido tener o bien un papel secundario o bien adquirir cierta relevancia de manera puntual, sobre todo en los momentos donde la decadencia castellana se hacía más patente.

Así pues, Castilla —siempre bajo una óptica negacionista— ha hecho creer que existe una “nación española” y unas identidades “periféricas” que las ha autodefinido como nacionalidades. Pero la realidad es otra. La nación española como la nación catalana o la nación vasca son, existen, porque son vividas y percibidas por quien así mismo dicen formar parte. Por lo tanto, se vuelve a hacer uso de la banalización para confundir la opinión pública e intentar evitar cualquier proceso de autodeterminación legítimo. En este sentido, la construcción identitaria de la nación española se vuelve bien a menudo una destrucción sistemática de las “periferias”, es decir, el españolismo acaba construyendo su identidad reprimiendo las diferencias del territorio que considera nacional.

Esta visión ha puesto de manifiesto el grave problema sobre la realidad histórica de España. En primer lugar, ha evidenciado la imperfección de España como proyecto político dado que ha mostrado reiteradamente los continuos problemas de adaptabilidad al estándar occidental, sobre todo en cuanto a dinámicas de adopción del capitalismo, el liberalismo y el racionalismo en el triple aspecto de lo económico, lo político y lo cultural. Y, en segundo lugar, y todavía más importante, el fracaso más absoluto de Castilla en su tarea de hacer de España una comunidad armónica, plenamente satisfecha con ella misma y tolerante con el resto de territorios que la componen. Si se esconde la plurinacionalidad del estado, se deforma el pasado.

Se ha evidenciado la imperfección de España como proyecto político dado que ha mostrado reiteradamente los continuos problemas de adaptabilidad al estándar occidental.

Desmantelando “la unidad de destino en el hecho universal”

 

Dentro del sistema escolar franquista, la historiografía se articuló en función del concepto de “Reconquista”, el cual se trata de un concepto historiográfico —empleado todavía en los currículums de secundaria de Castilla— que describe el proceso de recuperación —pues los musulmanes no eran legítimos propietarios de la geografía hispánica— del mundo feudal por encima del mundo musulmán y judío. Este proceso arrancaría al poco de la llegada de los árabes a la península Ibérica (siglo VIII) y finalizaría con los Reyes Católicos (siglo XV), los cuales acabarían unificando “España” como un Estado integral. Esta Reconquista acabaría forjando “el espíritu español”.

A mediados de siglo pasado, un conjunto de historiadores —a fin de legitimar los vencedores de la Guerra Civil— emprendieron la tarea de construir los argumentos históricos donde se sustentara el nuevo régimen. El corpus teórico se basó en encontrar “la esencia de España”. Por lo tanto, la historiografía españolista llegó a “demostrar” que realmente existían unas características distintivas de continuidad entre el pasado prehistórico hasta la actualidad las cuales definen este “espíritu español”.

Actualmente, las investigaciones tienden a romper la homogeneidad territorial de las provincias y muestran una predisposición cada vez más clara en realizar investigaciones que subrayen más las diferencias sociales y territoriales, como por ejemplo los últimos estudios sobre los hispanogodos del siglo VIII, donde se constatan diferencias significativas entre las sociedades peninsulares, principalmente condicionadas por los hábitats donde desarrollan sus actividades. Las evidencias arqueológicas —sin rehuir de las fuentes documentales— demuestran fehacientemente que el proceso de romanización les afectó de manera muy diferente.

Por lo tanto, las crisis de la antigüedad tardía de los siglos III al VIII provocarían cambios mucho más profundos, los cuales afectarían de manera desigual a los diferentes territorios peninsulares. En consecuencia, la llegada de los árabes a la península Ibérica también afectaría estas sociedades de diferente manera, por lo cual, la idea de la continuidad entre el reino visigodo y las consiguientes formaciones políticas se diluiría como el azúcar.

La arqueología ha confirmado que la penetración del mundo musulmán dentro del territorio peninsular no fue tan traumático como se ha querido hacer creer. Los restos arqueológicos revelan que, después de la conquista, el territorio peninsular nunca fue abandonado. Por lo tanto, todo esto demostraría que muchos hispanogodos profesaron la nueva fe musulmana, no tanto por convicción, sino para mantener la propiedad de la tierra. Y esta tierra se verá transformada por la introducción de nuevos sistemas de producción agraria, basados principalmente en la gestión y la fuerza del agua.

Las investigaciones tienden a romper la homogeneidad territorial de las provincias y muestran una predisposición cada vez más clara en realizar investigaciones que subrayen más las diferencias sociales y territoriales.

Deslegitimar el origen para anular la diferencia

 

A partir del siglo IX, la mayoría de los territorios peninsulares se organizarán como reinos, y el rey será su máximo representante. En cambio, en los territorios del nordeste peninsular el condado será la estructura administrativa que se implementará, y el conde —impuesto desde Aquisgrán— se encargará de administrar justicia, garantizar el orden público y gestionar la fiscalidad.

Este elemento diferenciador —como fue la organización carolingia del territorio catalán— será ampliamente combatido por la historiografía franquista a través de una política de disminución de su relevancia. Por este motivo, se la considerará una estructura de gobierno con poca relevancia histórica y, por eso se llevará a cabo una nula voluntad de difusión —tanto en los círculos académicos como en los currículums escolares— lo cual afectará su conocimiento.

Por lo tanto, no nos tiene que resultar extraño que estos de historiadores no quieran entender que nuestra singularidad es el resultado de un encuadre jurídico diferente a la matriz hispánica. El territorio catalán será adscrito siguiendo la política carolingia de la Renovatio Imperii. Seguramente, de aquí vino su nula difusión, dado que ¡la esencia de España quedaba muy lejana!

Ciertamente, el título de rey es uno de los cargos políticos más antiguos y conocidos. La raíz más antigua de la palabra la encontramos en el indoeuropeo REG (regir/gobernar) la cual evolucionará al latín como REX. En el contexto de las transformaciones políticas que se sucedieron a partir del siglo IV en el occidente europeo, amplios territorios serán gobernados por líderes militares de origen germánico, los cuales progresivamente se liberarán del dominio de Roma y se organizarán como reinos. Los nuevos caudillos territoriales —sean godos, francos o suevos— seguirán su tradición jurídica y adoptarán el título de rex como máxima figura política.

Por lo tanto, todos los soberanos peninsulares serán continuadores de su legalidad jurídica. Mientras que las dinastías astur-leonesa o navarra o castellana continuarán utilizando el título de rey, el soberano catalán utilizará el título de conde, dado que legalmente continuará ligado a la dinastía francesa —heredera de la legalidad carolingia a través de la familia Capeta— y legitimada por el Papa, hasta la firma del Tratado de Corbeil y ratificado al Tratado de Anagni de mediados de siglo XIII. En la práctica, todos serán soberanos con la misma potestad, tanto si son reyes como si somos condes.

El hecho más paradójico sobre la historia de España —edificada a partir del concepto historiográfico de la Reconquista— es que se construye a partir de una falsa premisa como es la de asignar una legitimidad continuadora del reino visigodo hacia el reino astur.

Está ampliamente estudiada que esta máxima no es cierta. Los expertos han demostrado que las poblaciones indígenas cantábricas —sean astures, cántabras o vascones— siempre mantuvieron una relación muy distante y bélica con el mundo romano, visigodo, árabe o carolingio. Por lo tanto, su aislamiento se debería más por un problema de escaso encuadre administrativo que no por una resistencia feroz contra unos conquistadores romanos, visigodos, árabes o carolingios. En consecuencia, el panfleto propagandístico que suponen las tres crónicas de Alfonso III de Asturias —sobre todo la Albeldense, que de hecho es de donde sale el famoso concepto de Reconquista— se tienen que leer como aquello que son: una legitimación jurídica ante la opinión pública (y Dios) de la agresión efectuada contra una parte de la población hispánica que lo único que tienen de diferente —respecto al resto de la población— es que profesan una religión diferente.

La historia de España —edificada a partir del concepto historiográfico de la Reconquista— se construye a partir de una falsa premisa.

La voluntad de alterar la realidad

In Dei nomine. Ego Ramirus, Dei gratia rex aragonensis, dono tibi, Raimundo [Berengario], barchinonensium comes et marchio, filiam meam in uxorem, cum tocius regni aragonensis integritate, sicut pater meus Sancius, rex, vel fratres mei, Petrus et Ildefonsus  es, sin duda, uno de los fragmentos claves de la historia de Cataluña que ha suscitado mayor beligerancia historiográfica, sobre todo por la parte aragonesa.

Este fragmento corresponde a las famosas “Capitulaciones Matrimoniales de Barbastro”, las cuales fueron ratificadas con la “Renuncia de Zaragoza” —ambas del año 1137— por la cual el rey Ramiro II de Aragón, el Monje, comunicaba públicamente a sus súbditos que daba su hija, su reino y sus honores al conde Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, y que esta donación se sellará a través del matrimonio entre el conde de Barcelona y su hija, Peronella.

En consecuencia, el conde de Barcelona será nombrado príncipe heredero de Aragón, y Ramiro —a pesar de mantener el título— devolverá al monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca, de donde salió deprisa y corriendo para ser coronado rey. Por su parte, Peronella —con tan solo un año— será enviada en Barcelona para ser educada como futura condesa consorte de Barcelona y reina de Aragón. Trece años más tarde, el conde Ramón Berenguer se casará con ella en Lleida, una vez tuvo la edad legal para hacerlo, o sea, catorce años. Entonces, será el primogénito de esta unión —Alfonso el Trovador— quien se convertirá en la primera persona que ostentará los dos títulos —el de conde y el de rey— lo cual legitimará la nueva concepción política surgida de aquella donación.

La realidad histórica no manipulada afirma el hecho de que después de la “Renuncia pública de Zaragoza” el reino de Aragón quedó en un segundo plano político, dado que voluntariamente se había desposeído de su valor sucesorio, elemento clave en el siglo XII. A pesar de esto, los sucesivos condes de Barcelona respetarán y mantendrán siempre todas las instituciones aragonesas, marcando el inicio de la Confederación Catalanoaragonesa.

Por lo tanto, es básico no caer en la trampa política que circula entre ciertos círculos españolistas, los cuales argumentan que Peronella de Aragón fue el elemento clave que permitió anexionar los condados catalanes al reino de Aragón. Querer hacer creer que una princesa de un año enamore a un conde de Barcelona de veinticuatro años y que este —en pleno auge de sus dominios— ofrezca sus territorios a Aragón a cambio de obtener “un título de más prestigio”, ¡es ser un necio! Y por si fuera poco, el hecho de construir dos genealogías paralelas —Alfonso I de Cataluña es el mismo que Alfonso II de Aragón— demuestra que existe maldad y voluntad de tergiversar la realidad.

La verdadera problemática a la cual se enfrenta Aragón a principios del siglo XI es la de encontrar una solución jurídica en el testamento del rey Alfonso I el Batallador, el cual habiendo muerto sin descendencia, había dado todos sus territorios a las Órdenes militares, y esto provocó un debacle institucional. Los castellanos —aprovechando este vacío de poder y legitimados por la repudiada exmujer del rey— iniciaron la invasión de Zaragoza, seguida por la desconexión de Navarra a través de la figura de García Ramírez, conocido como el Restaurador. De este modo, Aragón quedaba muy debilitada económicamente con el consiguiente riesgo de desaparecer.

En contra de lo que han difundido los extremistas aragoneses, la unión de Aragón con los condados catalanes fue la única salida viable para la oligarquía aragonesa. Fue la única forma para frenar la presión ejercida, tanto por castellanos como por navarros, y así poder potenciar su economía agraria y ganadera con una salida clara a los mercados mediterráneos.

Querer hacer creer que una princesa de un año enamore a un conde de Barcelona de veinticuatro años, y que este —en pleno auge de sus dominios— ofrezca sus territorios a Aragón a cambio de obtener “un título de más prestigio”, ¡es ser un necio!

Poner los límites al poder

 

A finales del siglo XI, una nueva mentalidad apareció dentro de la sociedad barcelonesa, la cual se basó en el trabajo, la moral empresarial y la amistad. Por este motivo, Barcelona pudo desarrollar una forma propia de acumulación de capitales, asentada en el aumento y la mejora de la producción agrícola de su territorio, cosa que le permitió ser el epicentro administrativo de los condados catalanes. Las nociones de beneficio, de inversión y de capital cristalizan a lo largo del siglo XII y conducen a los condes de Barcelona a la conquista de las ciudades de Tortosa, Lleida y Balaguer, y al intento frustrado de conquistar Mallorca.

Y todo ello será posible gracias a un clima de estabilidad social que después del desastre político que habían supuesto las revueltas feudales, se acabaron imponiendo las convenientiae o pactos feudales entre iguales. A partir de entonces, la cultura del pacto se fue generalizando por todos los condados catalanes y se convertirá una de las particularidades de nuestra manera de ser. Fruto de aquel pacto, se redactaría la primera versión de los Usatges de Barcelona, base del derecho consuetudinario catalán.

De manera gradual, la soberanía catalana se irá repartiendo entre las diferentes bases —conde, nobleza, clero y ciudadanos honrados— que representarán gran parte de la sociedad. Por lo tanto, esta política constitucionalista será uno de los rasgos distintivos de la Corona que a partir del siglo XIII se irá ampliando a medida que se continúen ejecutando las políticas expansionistas condales. Estos nuevos territorios serán configurados como Estados, donde la Corona velará para mantener las particularidades de cada territorio. Entonces, Cataluña pasará a definirse como Principado, dado que su máxima autoridad será la figura de un príncipe o el primero entre iguales.

A diferencia del resto de territorios peninsulares —donde la problemática del poder se centrará sobre la sacralización— en Cataluña, el conflicto se situará sobre su uso. La constante evolución del derecho catalán acabará otorgando poder al conde por cesión (entre iguales). Por lo tanto, se lo obligará a gestionar correctamente su gasto y a respetar los diferentes fueros, costumbres, privilegios o usajes de sus territorios. De este modo, se fomentará el pactismo entre iguales, con el fin de equilibrar los intereses económicos entre la nobleza, el clero y la burguesía, a fin de mantener la estabilidad social.

Como resultado —y mucho antes que los ingleses— las Cortes Catalanas serán el modelo perfecto de parlamentarismo, las cuales constituirán el núcleo de la tradición pactista catalana que ha llegado hasta nuestros días. Desgraciadamente, con la derrota del 1714 y la implantación del Decreto de Nueva Planta, la Confederación Catalanoaragonesa fue fulminada y desmenuzada en diferentes provincias de una nueva monarquía centralizada que gobernaría para toda la península Ibérica sin diferencias legales.

 

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La adopción de una nueva lógica económica a principios del siglo XIX, permitirá adquirir una posición dominante a ingleses y holandeses por encima del resto de economías europeas, y por extensión, por encima del resto de economías del mundo. Este hecho provocó que las antiguas monarquías europeas —Castilla, Portugal, Francia, Austria, Prusia o Rusia— buscaran la manera de abrazar aquella moderna visión socioeconómica con el fin de erradicar su pobreza endémica, pero a diferencia de los primeros, les causará unos tumultuosos procesos de adaptabilidad hacia el nuevo sistema económico.

Oriol Garcia Farré, historiador y agente 11Onze

A principios del siglo XVII, los primeros imperios coloniales de raíz profundamente católica —como Castilla o Portugal— se desangraban estructuralmente a consecuencia del combate encarnizado durante décadas contra el mundo protestante y turco, cosa que les estaba provocando importantes pérdidas de recursos económicos y una creciente deslegitimación territorial. La represión ejercida por los integristas católicos castellanos —con su rey al frente— contra el mundo calvinista holandés, lejos de subyugar definitivamente aquellos territorios, provocó el efecto contrario, puesto que les hizo aflorar un instinto de supervivencia ampliamente estudiado por las Ciencias Sociales.

En el origen del conflicto encontramos la negativa holandesa de contribuir económicamente a la causa imperial hispana, la cual buscaba universalizar la cultura católica. Durante más de ochenta años, los encuentros imperiales buscaron la manera de romper el anillo protector holandés que se había ido construyendo para contrarrestar la presión ejercida por los famosos tercios de Flandes. Esta línea de defensa estaba compuesta por cuarenta y tres ciudades y cincuenta y cinco fortificaciones. Obligados a vivir dentro de aquel microcosmo territorial, la supervivencia holandesa —como pueblo— exigía racionalizar y sistematizar las iniciativas públicas y privadas.

Antes que nada, Ámsterdam se convertiría el epicentro del poder de las diecisiete Provincias Unidas. Desde allí, se fomentaría la creación de un mercado libre y abierto que fuera capaz de satisfacer las necesidades —en aquel contexto de guerra permanente— de todas las ciudades del territorio neerlandés. Por eso, se animaría a diversificar la agricultura como base de la futura especialización y división del trabajo, se fomentaría la innovación tecnológica a fin de mejorar la producción agrícola, se promoverían ferias y mercados para fomentar el intercambio de bienes y servicios, se amplificarían las redes comerciales internas y se buscarían rutas comerciales externas a través del desarrollo de una potente industria naval, y se garantizaría el derecho a la propiedad privada de los medios productivos. Pero por encima de todo, el gobierno de la federación de las Provincias Unidas velaría por el cumplimiento de todos los contratos comerciales y aseguraría la plena libertad de movimiento, tanto de personas como de mercancías, por medio de la creación de un ejército permanente holandés.

Por lo tanto, todo este nivel de organización fruto de la conjunción entre la cosa pública y el hecho privado estaría pensado para satisfacer las necesidades de la población ante la presión católica, la cual provocaría un aumento significativo del gasto público. Para reducirlo, se desarrollaría un mecanismo de financiación que consistiría en la emisión de títulos de deuda pública a largo plazo, los cuales serían negociados en la recientemente creada bolsa de valores de Ámsterdam.

Obligados a vivir dentro de aquel microcosmo territorial, la supervivencia holandesa —como pueblo— exigía racionalizar y sistematizar las iniciativas públicas y privadas.

¡Y Descartes vino al rescate!

 

Un hecho trascendente será la contribución del filósofo René Descartes a la mentalidad de la sociedad del norte de Europa. A través de su tratado “El Hombre” argumentará que los humanos estamos divididos por dos componentes distintos: una mente inmaterial y un cuerpo material, entendido este último como una máquina perfecta. De este modo, conseguirá separar la mente del cuerpo y establecer una relación jerárquica entre ambos. Por lo tanto, dado que las clases señoriales dominan la naturaleza y buscan controlarla con fines productivos, la mente tendrá que dominar el cuerpo con el mismo propósito.

Esta mirada será aprovechada por los calvinistas para modelar al “buen cristiano”, dado que será aquel que controle su cuerpo, sus pasiones, sus deseos y de este modo acabará autoimponiéndose una orden regular y productiva. Por lo tanto, cualquier inclinación hacia la alegría, el juego, la espontaneidad o los placeres de la experiencia corporal se considerarán potencialmente inmorales.

Todas estas ideas se fusionarán en un nuevo sistema de valores explícitos: la ociosidad es pecado y la productividad es virtud. Dentro de la teología calvinista, la ganancia se convertirá en símbolo del éxito moral. Será la prueba de la salvación. Para maximizar la ganancia, se animará a las personas a que organicen sus vidas en torno a la productividad y aquellos que se queden atrás —durante la carrera por la productividad o caigan en la pobreza— serán marcados con el estigma del pecado. Esta nueva ética de disciplina y de autodominio se convertirá en el centro de la cultura del capitalismo.

 

La creación de nuevos monopolios

 

Hasta entonces, las expediciones comerciales funcionaban a partir de pequeñas flotas creadas y controladas expresamente por las monarquías. La mayor parte de las veces, la empresa se constituía por un solo viaje comercial y, a su retorno, la pequeña flota se liquidaba con el fin de no asumir los costes de mantenimiento. Por lo tanto, la inversión en estas empresas era costosísima y resultaba de alto riesgo, no solo por los peligros habituales de la piratería, las enfermedades y los naufragios, sino también por las condiciones del mercado de especias, donde actuaba una demanda inelástica —poco sensible en el cambio de precios— con una oferta relativamente elástica —cambio de precios que hacía aumentar la oferta—, lo cual podía provocar que los precios cayeran justo en el momento equivocado y arruinaran las perspectivas de rentabilidad de la empresa.

Por lo tanto, si la expedición comercial tenía éxito, se ha calculado que la rentabilidad estaba cerca del 400% respecto a la inversión inicial, cosa que permitía a la Corona dinamizar su economía. En cambio, si resultaba un fracaso, era la misma Corona quien asumía las pérdidas y, en consecuencia, era la población quien acababa pagando la deuda a través de la subida de impuestos y la reducción de salarios, dado que la Monarquía gestionaba la violencia.

Pero a principios del XVII, a través de la formalización de unos acuerdos estables —conocidos como cárteles— se obtuvo de los respectivos gobiernos de Inglaterra y de Holanda unas cartas de privilegio concedidas a iniciativas privadas del sector de las especies para comerciar con las Indias Orientales. Con la creación de la Compañía Británica de las Indias Orientales y la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales se pusieron en marcha unos mecanismos empresariales capaces de controlar la oferta y minimizar el riesgo en el comercio mundial de las especies.

La novedad rae en el proceso fundacional de ambas compañías cuando toparon con la problemática de la financiación. Dada la envergadura y los altos costes asociados, los fundadores de las compañías no fueron capaces de financiar la totalidad del coste del proyecto, cosa que provocó la obligatoriedad de conseguir financiación mediante la venta de parte de sus valores a mercaderes y pequeños ahorradores, a los cuales los concedieron una parte de los futuros beneficios de las compañías a cambio.

 

La bolsa se convierte en la clave del nuevo sistema

 

De este modo, tanto la Compañía Británica de las Indias Orientales como la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales serán las primeras empresas participadas por accionistas, las cuales cotizarán en la bolsa de valores de Londres y Ámsterdam, respectivamente. A partir de entonces, cualquier empresa inglesa que buscara financiación tendría la posibilidad de comerciar con sus propios valores. En menos de cien años, más de un centenar de empresas inglesas comercializarán sus propios valores en la bolsa de Londres. Por su parte, cualquier residente dentro de las Provincias Unidas tendrá la posibilidad de registrar por escrito —en cualquiera de las 17 Cámaras holandesas— la cantidad de dinero que quiera invertir en bolsa. A principios del siglo XIX, ambas compañías repartirán dividendos anuales por valor de un 40% a todos sus accionistas y serán las primeras compañías que publicarán sus beneficios anualmente.

Sustentados por la racionalidad metódica propia del mundo protestante, tanto ingleses como holandeses conseguirán dar continuidad comercial a aquellas compañías, que a la larga se convertirán en verdaderas multinacionales durante casi trescientos años, gracias a la utilización de la bolsa de valores como mecanismo para financiar las futuras expansiones comerciales. De este modo, el nuevo sistema económico se autorregulará de manera más dinámica y eficiente, a diferencia del antiguo sistema centralizado, el cual todavía restará plenamente vigente. Los nuevos mecanismos financieros y las continuas iniciativas privadas desmenuzarán en pocos años los antiguos monopolios comerciales controlados por los primeros imperios coloniales, los cuales se habían autolegitimado por derecho de conquista a través de los Tratados de Tordesillas, Zaragoza y Cateau-Cambrésis.

Las dos compañías se estructurarán como una corporación moderna de la cadena de suministro global integrada verticalmente y dividida por un conglomerado de empresas que les permitirá diversificarse en múltiples actividades comerciales e industriales, como por ejemplo el comercio internacional, la construcción naval y la producción y comercialización de especias. Las compañías adquirirán tal envergadura a principios del XIX que obtendrán poderes casi gubernamentales sobre sus colonias, como por ejemplo la capacidad de hacer la guerra, encarcelar y ejecutar condenados, negociar tratados, emitir moneda, disponer de bandera propia o conquistar nuevos territorios. El caso más extremo se dará con la Compañía Británica de las Indias Orientales que gobernará India hasta su disolución —a finales del XIX— cuando pasará directamente a manos de la Corona británica.

Por lo tanto, nunca podremos entender la revolución industrial inglesa de finales del siglo XVIII, si la desatamos de la revolución financiera iniciada a principios del siglo XVII. A medida que Inglaterra sea capaz de conseguir más materias primas y más mercados se verá abocada a mecanizar todos sus procesos productivos, a fin de satisfacer la creciente demanda mundial. A mediados de siglo XIX, llegará a controlar el 30% de los mercados mundiales, aunque esto cambiará al finalizar el siglo cuando aparezcan nuevos competidores.

Nunca podremos entender la revolución industrial inglesa de finales del siglo XVIII, si la desatamos de la revolución financiera iniciada a principios del siglo XVII.

Un sistema para satisfacer el bienestar social

 

A diferencia del mercantilismo, el capitalismo decidirá no consumir todos sus bienes, dado que se organizará de manera racional y metódica con el único propósito de producir, acumular e invertir sus bienes para producir cada vez más. En este sentido, las decisiones de inversión de capital estarán determinadas por las expectativas del beneficio, por lo cual la rentabilidad del capital invertido tendrá un papel fundamental en cualquier actividad económica.

Los sabios ilustrados defendían el capitalismo como el único sistema económico capaz de generar suficiente riqueza para satisfacer el bienestar social, el cual solo sería posible mantener a condición de que se generara un crecimiento económico continuado en la producción de bienes y servicios. Así pues, cubrir esta crucial necesidad social solo será posible si se da una progresiva especialización en el trabajo o bien si se van adquiriendo nuevas habilidades por parte de individuos, empresas, territorios o países. Pero también habrá que mantener inalterable y sin intromisiones la existencia de la libre competencia —argumentada mediante la ley de la oferta y la demanda— la cual requerirá una voluntad de querer hacerlo sin coerciones ni fraudes por parte de los partícipes durante las transacciones comerciales.

Este innovador sistema económico implicará una nueva manera de hacer que se fundamentará sobre la existencia de tres axiomas claves: la acumulación de capitales como fuente para el desarrollo económico, una fuerte privatización de los medios productivos y la obligatoriedad de obtener beneficios constantes. Por lo tanto, los teóricos del capitalismo serán conocedores que el mantenimiento del nuevo sistema económico obligará a buscar sistemáticamente nuevos mercados y a crear nuevas dependencias de consumo cada vez más agresivas entre individuos, empresas, territorios o países de todo el mundo.

El mantenimiento del nuevo sistema económico obligará a buscar sistemáticamente nuevos mercados y a crear nuevas dependencias de consumo cada vez más agresivas entre individuos, empresas, territorios o países de todo el mundo.

La perversidad del sistema

 

Dentro del mismo sistema se esconde el detonante de autodestrucción que se activa cuando un bien empieza a subir cada vez más de precio, empujado por la idea que su valor nunca podrá caer. Existen pocos ámbitos de la actividad humana en que la memoria histórica cuente tan poco como en el campo de las finanzas.

Las crisis y las burbujas financieras se han ido repitiendo —de una manera más o menos cíclica— desde que el 6 de febrero de 1637, la inversión en bulbos de tulipanes en Holanda hinchara los precios hasta el punto que un bulbo podía llegar a valer lo mismo que una casa, o cuando en 1720 el Estado inglés se dedicó a modificar fraudulentamente el valor real de las acciones de la Compañía de los Mares del Sur para colocar deuda, cosa que les acabaría desencadenando una crisis de dimensiones bíblicas dentro de su economía.

Podrán ser tulipanes, participaciones de empresas públicas, deuda de un país que está creciendo, inversiones en ferrocarriles, acciones de empresas puntocom o activos financieros complejos, pero al final siempre habrá un detonante: una guerra, una quiebra, un rumor o simplemente alguien más listo que provocará que unos cuántos se avancen y vendan los valores, y detrás de ellos lo intente el resto sin conseguirlo. Esto que actualmente denominamos “el estallido de la burbuja”. Se contrae el crédito, el flujo de dinero se paraliza, y aquello que antes valía mucho ahora no vale nada. Empieza la crisis. Cada vez más grande, más expansiva y mucho más contagiosa.

 

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El 50% de los niños refugiados no pueden hacer la primaria y el 22% de los jóvenes no pueden hacer la secundaria, según datos de ACNUR. Se vulnera, por lo tanto, uno de los derechos más importantes de la infancia, el de la educación. 11Onze se Remanga colabora con Better Shelter para construir Escuelas Refugio para los niños y niñas del norte de Siria afectados por los terremotos del último mes de febrero.

 

Siria lleva más de 12 años de crisis, encadenando una guerra con unos terremotos devastadores. Todo ello ha provocado que haya unos 7 millones de personas desplazadas internamente. Uno de los colectivos más vulnerables son los niños y niñas que, no solo han perdido la casa o la familia, sino también la posibilidad de seguir siendo criaturas y formarse.

 

El papel de la educación

 

Un informe de la UNESCO poner de relevo el papel clave de la educación para crear un futuro mejor para todo el mundo. Y es que, cuando hay bajos niveles de acceso a la educación y altos niveles de desigualdad en la educación, aumenta el riesgo de violencia y conflicto. Todo ello es un pez que se muerde la cola. Observadas durante 21 años, las zonas con tasas de educación muy bajas tenían un 50% más de probabilidades de experimentar conflictos.

 

Qué alumnos hay en las aulas

 

ACNUR calcula que, cuando hay una catástrofe, los alumnos refugiados acaban perdiendo una media de entre 3 y 4 cursos lectivos. Además, evidentemente, no son clases normales. Se pueden encontrar niños que han perdido la familia, que han sufrido abusos, que han perdido sus casas y que pueden sufrir discapacidades.

Todo y las dificultades, estas aulas pueden transformar a los niños. Pueden aprender a leer, a escribir y matemáticas. Si les va bien, seguirán con materias específicas como ciencias, geografía e historia. Pero, además, también aprenderán atención médica básica e higiene. Estudiarán los derechos humanos y como y de quién obtener ayuda. Se les prepara, por lo tanto, para un mundo duro que, de muy pequeños, ya les ha dado fuertes varapalos.

Pero la función de los maestros no es solo educar los niños, sino tenerlos en un espacio seguro. Esto es lo que son, también, las Escuelas Refugio que 11Onze se Remanga impulsa con Better Shelter: lugares donde no te puede pasar nada malo.

¿Cómo son las Escuelas Refugio de Better Shelter?

 

11Onze se Remanga

Desde 11Onze hemos decidido remangarnos y queremos construir 50 Escuelas Refugio para las criaturas del norte de Siria. Así podremos ayudar a 1.750 niños y niñas. Para hacerlo posible, hacen falta 100.000 euros que 11Onze se Remanga hará llegar a Better Shelter para que lleve a cabo la acción sobre el terreno. ¿Contamos contigo?

Quiero participar!

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Las dos sondas del Programa Voyager lanzadas en 1977 al espacio por la NASA tenían como misión explorar los planetas exteriores de nuestro sistema solar. Les acompaña un disco de gramófono fabricado de cobre y cubierto en oro que contiene un mensaje para dar a conocer la existencia de vida en la Tierra a posibles seres extraterrestres inteligentes.

 

En la inmensidad del cosmos, dos diminutas cápsulas del tiempo atraviesan el espacio interestelar con un mensaje pensado para dar a conocer nuestra existencia a cualquier forma de vida extraterrestre inteligente que se puedan encontrar por el camino. Un mensaje en una botella cósmica que contiene una pequeña muestra de lo que son la humanidad y el planeta Tierra, pero que también simboliza nuestro afán y capacidad para descubrir nuevas fronteras.

Carl Sagan, conocido astrofísico, astrónomo y divulgador científico estadounidense, fue el encargado de liderar el equipo que creó el “Golden Record” en 1972. El disco de oro del Programa Voyager sería una actualización de las placas montadas anteriormente en las sondas Pioneer, con mucha más información sobre la vida en la Tierra y la esencia de la humanidad.

Los discos hacen treinta centímetros de diámetro, se fabricaron de cobre y se recubrieron de oro. Se eligieron estos metales por su estabilidad química y propiedades térmicas, puesto que tenían que ser suficientemente resistentes para aguantar las fuerzas del lanzamiento y posteriores cambios térmicos en el espacio. También se añadió una minúscula cantidad de uranio-235 pensada para servir de reloj, de manera que un futuro descubridor extraterrestre pudiera deducir su antigüedad.

El contenido de los discos de oro

El latido de un corazón, el canto de los pájaros, el concierto de Brandeburgo de Bach, un bailarín de Bali, un embrión humano… Los discos de oro incluyen un compendio de sonidos, imágenes e información que ofrecen una visión general de la Tierra y sus habitantes. El contenido de los discos va desde saludos en varias lenguas hasta grabaciones de música popular, sonidos de la naturaleza, fotografías de personas y paisajes, e incluso instrucciones de como reproducir el disco.

Se incluyeron 90 minutos de música con piezas de diferentes tradiciones culturales, desde música clásica hasta música popular de varios países. La intención era capturar la diversidad cultural y la expresión artística humana y mostrarla al resto del universo. Esta idea quedaba plasmada en una inscripción en el disco: “A los creadores de música – todos los mundos, todos los tiempos”.

También se grabaron sonidos de la naturaleza seleccionados para mostrar algunos ejemplos de cómo es la vida a la Tierra, transmitiendo la riqueza y la complejidad de nuestro entorno natural. Así como 115 fotografías en formato analógico, desde impresionantes paisajes hasta representaciones de anatomía humana y diagramas científicos. Además, se incluyeron mensajes de saludo en 55 lenguas diferentes (no, no hay ningún saludo en catalán) para mostrar la diversidad lingüística de nuestro planeta.

Las sondas espaciales Voyager son los objetos creados por el hombre más distantes de la Tierra y los primeros en llegar al espacio interestelar. Gracias a los últimos esfuerzos de la NASA, tendrán una vida útil hasta el alrededor del 2026 y después continuarán su viaje en silencio. La probabilidad de que sean encontradas por alguna vida extraterrestre inteligente es extremadamente pequeña, pero el mensaje contenido en los discos de oro perdurará para siempre jamás más en el espacio sideral.

 

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La planificación y ejecución de una campaña electoral compuerta un gasto significativo que supone una carga económica extraordinaria para un partido político. ¿Qué coste tiene? ¿De dónde sale el dinero? Nos lo explica Gemma Vallet, directora de 11Onze District, en un nuevo episodio de La Plaça.

 

La financiación de una campaña electoral es un aspecto fundamental para la democracia, puesto que tiene un efecto directo en la libertad e igualdad de competencia entre los partidos políticos. En Cataluña, como en otros lugares, se han debatido varias cuestiones sobre qué modelo de financiación es el más adecuado teniendo en cuenta la transparencia, la equidad y la regulación actual.

Las bases para establecer un presupuesto de una campaña electoral no se diferencian mucho de las que usaríamos para elaborar un presupuesto para cualquier proyecto empresarial o social. Del mismo modo que la financiación puede provenir del ahorro, subvenciones, aportaciones o el endeudamiento. Por ejemplo, según la ley electoral, “los partidos tienen derecho a espacios publicitarios gratuitos, tanto en emisoras de radio y televisión como también para publicidad exterior”, explica Vallet.

Subvenciones electorales

 

El Estado establece, por ley, varias subvenciones a las formaciones políticas para los gastos originados de actividades electorales. Estas subvenciones dependen en gran parte de los resultados obtenidos en las elecciones anteriores, unos 270 euros por regidor. Esto supone un reto para los nuevos partidos, como apunta la directora de 11Onze District, “si eres un partido nuevo, este dinero no te llega, por lo tanto, tienes una dificultad añadida”.

Paralelamente, el Estado también subvenciona los gastos electorales originados por el envío de propaganda electoral, sobres y papeletas a los electores. Unas subvenciones que, como dice Vallet, “también se establecen en base en el número de votos y regidores obtenidos en las elecciones anteriores”.

A diferencia de modelos dependientes de la financiación privada, como pasa en los Estados Unidos, en principio, esta es la fórmula que permite mantener más independencia respecto a los poderes económicos. Según Vallet, en un modelo basado en la financiación privada “los partidos que ganan son una extensión de las grandes corporaciones”.

 

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El cambio climático, la guerra en Ucrania y el embudo logístico causado por la pandemia han reabierto el debate sobre una posible crisis alimentaria mundial y la importancia de replantear el modelo de producción de cultivos esenciales para garantizar nuestra soberanía alimentaria.

 

La soberanía alimentaria hace referencia a la capacidad de un país o de una región para determinar sus propias políticas agrícolas y alimentarias, así como para producir los alimentos básicos para satisfacer las necesidades del conjunto de la población local. No ser soberano alimentariamente significa depender de las importaciones de alimentos y no tener el control suficiente sobre la propia producción alimentaria.

Esta dependencia en las importaciones de alimentos aumenta la vulnerabilidad de un país ante las fluctuaciones del mercado internacional, y el incremento de los precios de los alimentos causado por conflictos geopolíticos o el cambio climático. Además, el enfoque en la producción de cultivos a gran escala para la exportación ha dado lugar a incluso más dependencia y a la pérdida de soberanía alimentaria para muchos países, a pesar de que se ha abaratado el precio final del producto a expensas de incrementar la huella de carbono.

 

Garantizar las cadenas de suministros

 

Los efectos colaterales de las sequías en el Norte de África, las heladas en Asia Central, las inundaciones en Pakistán y la guerra en Ucrania son solo algunos de los causantes que explican la alarmante escasez de suministros de alimentos básicos que ya está sufriendo una gran parte de la población mundial.

Según el último informe elaborado por la Organización de las Naciones Unidas, casi 3.100 millones de personas no se pueden permitir una dieta saludable rica en nutrientes básicos. Y no solo estamos hablando de países en vías de desarrollo, la inflación en Europa ha afectado gravemente al poder adquisitivo de la gente, disparando los precios de la cesta de la compra, mientras que los problemas logísticos están obligando muchos países a tomar medidas de urgencia para asegurar la disponibilidad de ciertos alimentos básicos.

Sin ir más lejos, el índice de precios de consumo (IPC) del mes de febrero confirma que los alimentos en Cataluña son un 14,5% más caros que hace un año, con las verduras y legumbres aumentando más de un 18% desde enero. Estas subidas de precios récord han tenido un efecto directo en el importe de más de 200 productos alimentarios.

Además, nuestro territorio está sufriendo la sequía más grave desde el 2008, cuando las reservas de agua de los embalses y cuencas internas cayó hasta el 20%. Una sequía que ha afectado a la cosecha de cereales en todo el Estado español y Francia. El Puerto de Tarragona presenta una ocupación casi total de sus muelles, la mitad de ellos cargados con productos agroalimentarios importados de otros países para suplir esta escasez de cereales.

 

La baja autosuficiencia alimentaria

 

En Cataluña se ha perdido mucho territorio agrario desde los años cincuenta, actualmente, poco más del 25% del territorio catalán se dedica al cultivo agrario, la mitad de la media europea, y el 70% de la superficie agrícola es de secano. Esto se traduce en el hecho que Cataluña solo logra un grado de soberanía alimentaria de entre un 40% y un 45%.

La agricultura solo aporta 1.622 millones de euros al PIB de Cataluña (2022), siendo el sector económico con menos impacto en el PIB, y muy lejos de los 187.185 millones que genera el sector de los servicios. Aun así, no deja de ser un sector estratégico para el conjunto de la sociedad, y solo por el hecho de ofrecer la materia prima de los principales alimentos, se convierte en uno de los principales que hay que mantener y desarrollar.

La cuestión, pero, es qué precio estamos dispuestos a pagar para mantener este sector estratégico para nuestra sociedad. La actividad agraria en Cataluña ha disminuido de forma progresiva durante los últimos años, y la Unió de Pagesos frecuentemente avisa que si no pueden competir con los precios de las distribuidoras, muchos de ellos no se podrán ganar a vida y tendrán que cerrar su actividad.

 

Un cambio de mentalidad

 

Impulsar el cambio hacia un nuevo sistema alimentario que practique una gestión racional de los recursos no es solo necesario, sino que es imprescindible para avanzar hacia la sostenibilidad de nuestra sociedad mientras hacemos frente a los retos climáticos y geopolíticos en los cuales nos vemos inmersos. Aun así, esto tiene un coste y comporta unos compromisos sociales, culturales y ambientales que la sociedad tendrá que considerar.

Los cultivos tienen que adaptarse al agua disponible, el contrario de lo que se ha hecho hasta ahora, especialmente cuando tenemos en cuenta que está previsto que la temperatura media en Cataluña aumente de 2 a 3 grados en los próximos veinte años, disminuyendo en un 20% la disponibilidad de agua. Esto pasa, en parte, por decidir si queremos alimentar a personas o animales, por ejemplo, en vez de producir maíz por la exportación o para alimentar a los cerdos, podríamos cultivar vegetales que ahora importamos de otras regiones, la cual cosa sí que contribuiría a la soberanía alimentaria.

Por otro lado, es necesario democratizar los medios de producción y la tierra. Recuperar tierras agrícolas para explotaciones familiares, el 50% de las cuales han tenido que ser abandonadas en los últimos 15 años, hasta el punto que el 55% de las tierras agrícolas están en manos de solo cinco familias. Controlar los precios de los alimentos o subvencionar puntualmente los costes de producción puede ayudar a garantizar que se pueda vivir de lo que se produce.

Actualmente, las limitaciones del territorio y del modelo agroalimentario seguramente no permiten una soberanía alimentaria en Cataluña, pero trabajar hacia una mejor autosuficiencia es posible si hay una visión política a largo plazo y si la sociedad está dispuesta a asumir el coste de este cambio de paradigma.

 

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La oferta de empleo público que este año han aprobado la Generalitat y el Estado central supera las 60.000 plazas. Si te planteas preparar oposiciones a funcionario, te ofrecemos diez consejos para hacerlo con garantías.

 

Ante la inestabilidad del mercado laboral, quizás te plantees preparar unas oposiciones a funcionario. Sin duda, es un buen momento para hacerlo por la gran oferta de empleo público que han anunciado tanto la Generalitat como el Gobierno central.

Si decides dar el paso, lo primero que debes tener claro es qué opción se adapta mejor a tus intereses, tu perfil y tus capacidades. Además, sé consciente que necesitarás cierto espíritu de sacrificio para sacar horas de estudio cada día, ser constante y no perder nunca la motivación.

Júlia Pérez, directora de las academias de formación Adams en Cataluña, comparte diez consejos fundamentales para preparar unas oposiciones a funcionario con garantías de éxito.

  1. Objetivo siempre presente. Para mantener la motivación, no se tiene que perder nunca de vista la meta por la cual nos estamos esforzando.
  2. Gestión del tiempo. Se debe tener claro cuánto tiempo hay que estudiar. Cuantas más horas al día podamos dedicar, mejor. Pero, en cualquier caso, es necesario hacer una planificación realista para comprobar cuántos meses nos llevará preparar la oposición.
  3. Estudiar bien. Debemos tener en cuenta que estudiar no es pasar muchas horas ante un libro. Es imprescindible encontrar fórmulas para aprovechar el tiempo.
  4. Disfrutar del estudio. Hay que intentar pasárselo bien mientras estudiamos para que tantas horas no se conviertan en un infierno.
  5. Organización. Debemos ser muy organizados porque pasaremos muchas horas solos ante libros, apuntes y cuestionarios.
  6. Apoyo. Necesitamos sentir que nuestro entorno, tanto la familia como los amigos, nos apoyan y ayudan.
  7. Entrenar, entrenar y entrenar. Esto es una carrera de fondo, así que conviene hacer mucha práctica de examen.
  8. Pensamientos negativos bajo control. Seguro que los tendremos, así que debemos intentar controlarlos. En este sentido, ayuda mucho el primer punto: tener nuestro objetivo claro y siempre presente.
  9. Mejor en compañía. Debemos estar bien acompañados. Por eso ayuda mucho contar con profesores y otros opositores que nos ayuden a no sentirnos tan solo.
  10. Cuidado de uno mismo. Los opositores se tienen que cuidar mucho, tanto el cuerpo como la mente, y no dejar de pensar nunca que se puede lograr el objetivo. De hecho, muchísimas personas lo consiguen cada año. ¿Por qué no vas a ser tú una de ellas?

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La exuberancia económica de finales del siglo XVII hará creer a las monarquías europeas que la riqueza del mundo es estática y que solo hay que repartirla. La constante entrada de oro y de plata dentro de la economía les permitirá universalizar su idea de civilización, y se aprovecharán de la maravilla causada en aquellas culturas con prácticas y creencias ancestrales. De los 700 millones de personas que habitarán el mundo, casi 120 millones vivirán en Europa, dado que la mundialización —iniciada dos siglos antes— les posibilitará una variedad alimentaria que les permitirá alargar su esperanza de vida.

 

Oriol Garcia Farré, historiador y agente 11Onze

Al finalizar el siglo, los europeos habrán verificado empíricamente toda la tierra, lo cual les permitirá generar una cartografía basada en la observación de la realidad. Lejos quedará aquella geografía imaginaria fundamentada en las supersticiones dogmáticas. De este modo, aparecerán infinitud de descripciones sobre civilizaciones exóticas dentro del imaginario europeo, el cual dibujará un cambio en los gustos —más orientalizados— y suscitará una progresiva actitud crítica ante las creencias que los europeos tienen sobre el mundo. Este sentimiento de universalidad cultural se irá diluyendo a medida que el europeo entienda que el mundo también está habitado por una multitud de culturas y civilizaciones, las cuales son diferentes de las descripciones contenidas a la Biblia.

Por lo tanto, la adopción del pensamiento crítico comportará la codificación enciclopédica de la naturaleza a través del revolucionario método científico, el cual se basará en la observación, la experimentación y la especulación empírica. La física —escrita con lenguaje matemático— describirá las formas y las medidas de los cuerpos celestes, mediante el uso de la recientemente creada geometría analítica. Y a partir de este momento, la ciencia será un corpus de conocimiento diferenciado de la filosofía y la religión. Todo ello desembocará en una percepción de la realidad que provocará que las élites intelectuales europeas se cuestionen conceptos tan básicos como la propiedad, la justicia, el poder y, por encima de todo, la religión.

“La adopción del pensamiento crítico comportará la codificación enciclopédica de la naturaleza a través del revolucionario método científico, el cual se basará en la observación, la experimentación y la especulación empírica.”

El cuestionamiento de la divinización del poder

De manera clara, la Iglesia — tanto la católica como la protestante— tendrá que hacer frente a multitud de voces discordantes que dudarán sobre el origen divino de los textos sagrados, dado que se cuestionará la autoría divina de las Sagradas Escrituras. Entonces, la religión se convertirá en un asunto individual y privado entre el hombre o la mujer con Dios. Y en virtud de esta privatización, los europeos progresivamente se liberarán de depender obligatoriamente de las disciplinas dogmáticas impuestas por la Iglesia desde el siglo X.

El hecho de cuestionar el cimiento sagrado que justificaba la existencia de los Estados cristianos, agrietará la legitimidad confesional de la autoridad política representada por el monarca. Con la toma de conciencia del propio yo —a través del principio racional “cogito ergo sum”— se inaugurará la filosofía moderna que llevará a los sabios ilustrados a cuestionar abiertamente la divinización del poder real

Este innovador pensamiento racional provocará un choque frontal entre los partidarios del poder absoluto —en manos de una sola persona y defendido enconadamente por todas las monarquías europeas— contra los defensores del estado natural del ser humano, los cuales argumentarán que “ningún hombre no puede ser sometido a la voluntad arbitraria de otro hombre, ni puede ser obligado a obedecer leyes que otro hombre no seguiría como él.” Este pensamiento provocará una profunda crisis de la conciencia europea, la cual abrirá el camino hacia la invención de la libertad y la reclamación de la igualdad social.

El poder absoluto y el mercantilismo

Los teóricos del poder monárquico —como Jean Bodin o Thomas Hobbes— justificarán el absolutismo como la forma más perfecta de gobierno y la única capaz de gestionar la gran acumulación de riquezas que se extraen de las colonias. El alto funcionariado —designado por el mismo rey— desarrollará mecanismos cada vez más eficaces para organizar meticulosamente las finanzas del Estado, dado que sus ganancias no solo se conseguirán por medio de la introducción de gran cantidad de oro y de plata dentro del sistema económico, sino que también se maximizarán las exportaciones y minimizarán las importaciones con la ayuda de estratégicos aranceles.

Convencidos de que la riqueza del mundo era estática porque solo había que cogerla, intercambiarla o robarla, las monarquías absolutistas perseguirán cualquier intromisión o iniciativa privada que desestabilice el sistema del comercio internacional, como por ejemplo la persecución sistemática de la piratería. En cambio, la multitud de conflictos bélicos entre las diferentes monarquías europeas —a lo largo del XVII y XVIII— serán vistos como un intercambio necesario de riquezas, territorios o personas en que todas saldrán ganando o perdiendo, y de este modo se mantendrá el sistema económico vive, el cual siempre tendrá que sumar cero.

Las monarquías europeas —anonadadas por la abundancia— se olvidarán completamente de la vida de sus súbditos. Maravilladas por la situación, serán incapaces de aplicar mejoras sociales y económicas y pronto toparán con el grave problema de la pobreza colectiva dentro de sus sociedades. Y en un contexto de un incipiente conflicto social —como será el de principios del siglo XVIII—, los economistas de la época, Colbert, Mun, Serra o Misselden, defenderán la aplicación de una política de salarios bajos como única vía para conseguir la competitividad en el comercio internacional, seguido del perverso argumento que “si la población dispone de salarios superiores al nivel de subsistencia, estos serán los causantes de la reducción en el esfuerzo laboral.”

La riqueza extraída de las colonias, no solo se acumulará o se transformará en los recursos productivos que la economía requiere, sino que sobre todo se utilizará para ser exhibida a través de las artes —arquitectura, pintura y escultura—, las ciencias y la cultura. Y todo ello desembocará en una paradoja cuando las principales monarquías absolutistas —francesa, austríaca, rusa o castellana— serán capaces de vivir dentro de sus fastuosos palacios, en la más exquisita y refinada opulencia, sin importarles la escasez de recursos con los cuales vivían la mayoría de sus súbditos. Aun así, esta dinámica estructural se desmenuzará con la irrupción del racionalismo ilustrado dentro del pensamiento europeo, que contribuirá a la rotura definitiva del statu quo de siglos de excesos monárquicos. El despotismo ilustrado le atribuirá al monarca la misión de llevar el progreso económico y el bienestar social a todos sus súbditos, cosa que producirá infinitud de conflictos sociales. Y en este punto, no todas las monarquías europeas abordarán el problema de redistribuir la riqueza del mismo modo.

“Las principales monarquías absolutistas serán capaces de vivir dentro de sus fastuosos palacios, en la más exquisita y refinada opulencia, sin importarles la escasez de recursos con los cuales vivían la mayoría de sus súbditos.”

Dos soluciones para un mismo problema

Una de las respuestas la dará la Corona de Castilla a través de sus políticas económicas, las cuales todavía le permitirán ostentar una relativa predominancia internacional. A pesar de todo, la extracción masiva de metales preciosos del “Nuevo Mundo” —que le había permitido obcecarse con su particular idea de universalización cultural— le había provocado una miopía y una nula adaptabilidad a los movimientos cambiantes de la economía. Por lo tanto, ante el reto de redistribuir la prosperidad entre sus súbditos, se encontrará atrapada entre una deuda gigantesca y una sociedad poco dinámica que dependerá mayoritariamente de las decisiones reales y de los recursos que llegan de las colonias. Todo ello pondrá de manifiesto la existencia de una pirámide social parasitaria que provocará que un solo campesino —condicionado por el sistema de censos y de fueros— esté obligado a alimentar a treinta no-productores.

Por lo tanto, la estrategia que seguirá la Corona de Castilla —a través de los ‘válidos’ del rey, los famosos duque de Lerma, el conde-duque de Olivares o el padre Nithard— será la de ejercer una fuerte presión fiscal mediante el incremento o creación de nuevos impuestos sobre las frágiles economías campesinas, o sobre las clases urbanas por medio de constantes subidas de precios y bajadas de salarios. Este programa económico buscará obtener los máximos recursos para continuar sustentando la idea de Imperio, dado que hasta entonces los había permitido disfrutar de una balanza comercial positiva. En contraposición, se situarán la nobleza y el clero, los cuales quedarán totalmente exentos de todas estas cargas fiscales, aparte de permitirles incrementar el cobro de sus rentas. Al final, todo desembocará en un importante empobrecimiento de la sociedad castellana, con consecuencias tan desastrosas sobre la natalidad y el despoblamiento de grandes territorios de la Meseta, y que no se recuperará totalmente hasta principios del siglo XX. Y para remachar el clavo, la sociedad será secuestrada por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, la cual velará —a través de la censura, la crema de libros “prohibidos” y un integrismo misógino— para que no germine ningún pensamiento crítico que rehúya de la línea oficialista.

Por otro lado, encontramos la respuesta de los territorios del norte de Europa —como son la Corona inglesa y las diecisiete Provincias Unidas— la cual supondrá introducir con firmeza las ideas ilustradas dentro de la sociedad, la política y la economía. Mientras Inglaterra acabará constituyéndose en una monarquía parlamentaria, a través de un proceso político que limitará el poder del monarca y la separación de poderes, la unión militar de Utrecht —constituida por las diecisiete Provincias Unidas— combatirá enérgicamente hasta la Paz de Münster la ocupación de la Corona de Castilla por devenir la república de las Provincias Unidas del Norte. Ambos territorios adoptarán una nueva mirada sobre el comercio que provocará la mutación del sistema económico y adoptará una lógica de libre mercado sin restricciones ni protecciones estatales. La generación de riqueza ya no se hará a través de la sangre, sino que será por medio de la habilidad que tenga el individuo en la acumulación de capitales cosa que hará aparecer la plusvalía, origen de la nueva conflictividad. Y en este nuevo paradigma económico, el Estado ya no tendrá cabida dado que los elementos básicos e irreducibles que impulsarán esta nueva mentalidad será —tanto para empresas como para individuos— bajo el imperativo económico de maximizar las ganancias y minimizar las pérdidas.

“En contraposición, se situarán la nobleza y el clero, los cuales quedarán totalmente exentos de todas estas cargas fiscales, aparte de permitirles incrementar el cobro de las sus rentas.”

Cambio de paradigma económico

La universalidad cultural que había imperado hasta entonces será sustituida por nuevos razonamientos basados en “si se puede demostrar que el rendimiento económico que toda la producción industrial del mundo tiene que estar concentrada en Madagascar o en las islas Fiyi o que toda la población de África negra se tiene que trasladar al Nuevo Mundo para trabajar en las plantaciones de algodón o de la caña de azúcar, no existe ningún argumento económico que pueda parar estas iniciativas.” Y de este modo, el capitalismo impondrá una globalización cada vez más extensa y llegará a regiones cada vez más remotas, las cuales serán transformadas de manera más profunda.

El mundo se dividirá en parcelas productivas siguiendo criterios globales como “no tiene ningún sentido producir plátanos en Noruega porque su producción es mucho más barata en Honduras”. Por lo tanto, cuando los terratenientes argentinos solo produzcan carne o los granjeros australianos solo serán expertos productores de lana, será el momento en que habrán abandonado su propia producción agrícola, puesto que les resultará más beneficioso comprar las producciones cereales para el autoconsumo en el exterior. De este modo, estas transacciones les permitirá especular y sacar más rendimiento económico a sus inversiones.

Y en este sentido, tanto Inglaterra como Holanda serán los únicos exportadores de capitales y servicios financieros a las colonias americanas o asiáticas con el fin de desestabilizar los antiguos imperios —Castilla y Portugal— y de este modo asegurarse las materias primeras para la incipiente revolución industrial. Las bolsas de Londres o Amberes —fundadas a finales del XVII— se convertirán las capitales comerciales de la nueva economía que se basará sobre las expectativas de un dinamismo especulativo, las cuales serán participadas principalmente por los descendentes de aquellos judíos sefardíes expulsados por la Monarquía Hispánica a finales de los XV.

Desde el principio, tanto Inglaterra como Holanda tuvieron la certeza que para desarrollar el nuevo paradigma económico había que poner en marcha un proceso de concentración de la actividad económica por medio de la urbanización de las zonas costeras, cosa que les posibilitó el impulso de la construcción naval y el desarrollo de manufacturas próximas a los puertos. Esto les permitió convertir sus litorales en espacios económicamente muy dinámicos y potentes. Un hecho similar sucederá en la costa peninsular mediterránea, la cual pasará a ser uno de los territorios con un crecimiento económico similar al de los territorios del norte de Europa. Será entonces cuando Cataluña adquirirá la cohesión territorial sobre las bases de un sistema urbano estrechamente entrelazado con Barcelona —como centro comercial y político— a la vez que se desarrollará la industria para los pueblos próximos —Sants y San Martín de Provenzales— y la actividad mercantil se reorientará hacia el Atlántico y el interior peninsular.

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Se prevé una Diada de Sant Jordi de récord. Habrá más de 4.000 paradas de flores y 1.000 de libros solo en Barcelona. Las actividades literarias se reparten por todo el país.

 

Cataluña vive este domingo una de sus festividades más especiales. La Diada de Sant Jordi es, al mismo tiempo, el día de los enamorados, el día del libro y el día del patrón de Cataluña.

Todo ello, si el tiempo respeta la Diada, hace prever una gran jornada todo y la coincidencia de un Barça – Atlético de Madrid. De hecho, la Cambra del Llibre de Catalunya espera igualar la cifra de 2022, en que se vendieron 1,7 millones de libros, con una facturación total de 22,5 millones de euros.

 

Más allá de Barcelona

Además de la capital catalana, que en el centro concentrará las paradas entre las calles Gran de Gràcia y la Rambla, las actividades y paradas literarias se reparten por todo el país. En Tarragona las paradas se colocarán en la Rambla Nova, en Girona en la Esplanada de la Copa y en Lleida las encontraréis en la avenida Francesc Macià y en la rambla de Ferran.

Desde 11Onze os queremos desear una muy buena Diada. Eso sí, disfrutad de la literatura, pero en la hora de hablar de dinero… ¡No dejéis que os cuenten historias!

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El arco cronológico que va desde el Tratado de Tordesillas hasta la declaración de independencia de los Estados Unidades de América supone el primer proceso —a escala mundial— del reparto y explotación de todo el mundo, por parte de las monarquías europeas. Durante este periodo, se pasará de los suculentos ingresos producidos por los botines de guerra o por los saqueos indiscriminados de las poblaciones autóctonas a una borrachera de oro y de plata —sin precedentes— introducida dentro de la economía europea. Por este motivo, la construcción de los primeros imperios coloniales se basarán en una economía mercantil que les permitirá estar a la altura de las expectativas.

 

Desde el inicio, las monarquías europeas tuvieron la convicción que todos los territorios del mundo los pertenecían por derecho de conquista. De este modo, la cartografía les permitió ir ampliando y poseyendo la propiedad de una tierra, sobre la cual se autolegitimaron como posesores para imponer —no siempre a través de la fuerza— su modelo de civilización por sobre las sociedades nativas.

Este proceso de supremacía cultural se fundamentó sobre la certeza religiosa de cuestionar la verdadera naturaleza humana de los nativos. Y la firme creencia en este razonamiento motivará las monarquías europeas a proyectar una geografía de grandes espacios para cristianizar. La codicia de los recién llegados dará lugar a numerosos abusos y genocidios, pero también supondrá una catástrofe demográfica sin precedentes en cuánto los territorios del nuevo mundo verán reducida a un 80% de su población nativa.

El progresivo desarrollo de las técnicas marítimas —como por ejemplo, la mejora de la brújula, la construcción de las carabelas o la actualización de los mapamundis— permitirá a los europeos ser capaces de navegar por todos los mares y océanos que configuran el planeta en pocos años. Esta gesta tendrá como consecuencia la división del mundo en dos mitades, dos líneas geográficas que, trazadas entre los dos polos, les otorgará la potestad rubricada por la autoridad papal a repartirse el mundo por zonas de navegación, de pesca y de conquista. La primera línea se situará a 370 leguas en el oeste de las Islas del Cabo Verde, mientras que la segunda se fijará a 297,5 leguas al este de las islas Molucas.

El descubrimiento de importantes yacimientos de metales preciosos en América —entre México y Perú— o la llegada en las islas de las especies del sudeste asiático, propició la fundación o refundación de importantes ciudades americanas, africanas o asiáticas, las cuales adquirirán otro rol territorial a fin de asegurar importantes flujos de riqueza hacia Europa regularmente. De este modo, las monarquías europeas empezaron a controlar todo el comercio que pasará por sus territorios, con la voluntad de proteger sus ganancias económicas.

Desde principios del siglo XVI hasta mediados de siglo XVIII, los primeros imperios coloniales mantendrán un estricto monopolio mercantilista con sus colonias, y se prohibirá comerciar con personas o empresas que no sean súbditos o afines en la Corona. Castilla, por ejemplo, considerará los ingleses, holandeses o franceses, no como competidores sino como enemigos y causantes de prácticas corsarias e instigadores de actos de pirateria.

 

El sistema mercantilista colonial

El comercio con las colonias se fundamentará bajo la premisa que los colonos tendrán que vender sus materias primas —abajo precio y con altos impuestos— exclusivamente a empresas designadas por la Corona. A la vez, los colonos solo podrán comprar los productos de consumo manufacturados por este selecto grupo de empresarios. De este modo, las monarquías favorecerán el enriquecimiento ilimitado de empresas e individuos próximos en el Estado, dado que se les anulará la competencia. Este sistema mercantilista creará necesidades inútiles para los nativos y buscará el mantenimiento perpetuo del subdesarrollo de las colonias —tanto americanas, africanas como asiáticas— con el propósito de anular posibles competidores directos con la metrópolis.

Y para rizar el rizo, el alto funcionariado próximo al consejo del rey también jugará un papel muy destacado en este innovador sistema económico, puesto que disponía de la capacidad de agilizar o atrasar trámites burocráticos para favorecer unos u otros. Por lo tanto, será inevitable la aparición de un comercio ilícito y paralelo entre colonias y propiciará que muchos empresarios, tanto grandes como pequeños, busquen la manera de burlarse de los controles burocráticos impuestos por la misma Corona.

Actuando como nuevos ricos, los primeros imperios coloniales —principalmente Castilla— gastarán una cantidad indecente de recursos económicos para construir su concepto de civilización. Esta obsesión —a veces incontrolada— les llevará a embarcarse en infinidad de conflictos de todo tipo, como por ejemplo: disputas teológicas, conflictos familiares, asuntos comerciales o fastuosas construcciones megalómanas.

“Este sistema mercantilista creará necesidades inútiles para los nativos y buscará el mantenimiento perpetuo del subdesarrollo de las colonias —tanto americanas, africanas como asiáticas— con el propósito de anular posibles competidores directos con la metrópolis.”

Financiando el imperio con metales preciosos

Coincidiendo con el momento de mayor extracción económica de las colonias americanas —entre finales XVI y principios del XVII— Castilla destinará más de 7 millones de ducados al mantenimiento de su flota en el Mediterráneo durante la famosa batalla de Lepanto. En unos siete años aproximadamente, se gastará la barbaridad de 11,7 millones de ducados para financiar las innumerables campañas de Flandes.

Para conmemorar la victoria en la batalla de Saint-Quentin contra las tropas francesas, se destinarán cerca más de 6,5 millones de ducados para construir el fastuoso Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Gracias a la construcción y puesta en marcha de la Grande y Felicísima Armada, la conocidísima Armada invencible por sus adversarios, enviarán 9 millones de ducados directamente al fondo del mar. Y como no podía ser de otro modo, esta civilización católica y universal necesitará la construcción de una nueva capital a la orilla del río Manzanares. Para el lector que tenga curiosidad por la conversión, el ducado del siglo XVI y de comienzos del siglo XVII tendría actualmente una equivalencia de unos 167,1 euros. ¡Cierto, las cifras son… estremecedoras!

Por lo tanto, entre el 1500 y el 1650, la monarquía castellana —y por proximidad, el resto de monarquías europeas— vivirá dentro de una verdadera burbuja económica generada por la entrada masiva de los metales preciosos. Los últimos estudios estiman que la Corona castellana habría extraído de las colonias americanas unas 17.000 toneladas de plata y unas 70 toneladas de oro. Esta borrachera de metales conducirá al Estado a tener una visión tergiversada de la economía real.

La paradoja se producirá cuando, a pesar de la ingente entrada de oro y de plata y el cobro de impuestos elevados, no llegarán a cubrir todos los gastos producidos por el Estado. Tengamos presente que la Corona castellana solo utilizará esta extraordinaria riqueza para financiar todos los delirios de grandeza de las élites castellanas, que en la mayoría de las veces topará directamente con las necesidades reales de la población. Por este motivo, cuando las oligarquías de un país están más interesadas en trabajar por la fastuosidad que no por las posibilidades reales que ofrece la reinversión de capitales, todo ello conduce a la destrucción del propio tejido productivo.

 

Endeudamiento de la Corona castellana

A mediados de siglo XVII, la Corona castellana llegará a tener una deuda económica de más de 100 millones de ducados. Esta deuda gigantesca los obligará a declarar sucesivas suspensiones de pagos. Para tapar este agujero, la Corona se verá obligada a emitir gran cantidad de deuda pública que irá a parar en manos de los principales bancos europeos, como por ejemplo la banca alemana —los Fugger o los Welser— y la banca genovesa dels Spínola, Centurione, Balbi, Strata i, sobretot, Gio Luca Pallavicino. La Corona pagará los Welser a través de la concesión de la explotación de las minas de México y el derecho de conquista sobre extensos territorios a las actuales Venezuela y Colombia. Por su parte, los Fugger conseguirán todas las concesiones comerciales sobre los territorios de Chile y Perú. Actualmente, son unas de las familias más poderosas del continente. Y, todos los lujosos palacios de la strada nuova de Génova, arteria del lujo de la ciudad, aún hoy constituyen la concentración más grande de residencias aristocráticas de toda Europa.

Ante las sucesivas crisis financieras que la Corona castellana empezará a sufrir, muchos empresarios europeos residentes a las colonias americanas preferirán no embarcar sus metales preciosos hacia los puertos castellanos —monopolio concedido en Cádiz y Sevilla— por miedo a las masivas confiscaciones decretadas por la Corona. Por eso, buscarán invertir sus activos en otros sectores emergentes de la economía colonial de finales del siglo XVII, como serán la agricultura, la ganadería y la producción de manufacturas.

Por lo tanto, la Corona castellana se verá obligada a buscar nuevas fuentes regulares de ingresos. Por este motivo, pondrá en marcha el ambicioso plan del ministro del rey —el conde duque de Olivares— conocido cómo la Unión de Armas, el cual pretenderá que cada reino que forme parte de la Monarquía Hispánica —o sea, principalmente Portugal y la Corona de Aragón— aporten un número determinado de dinero y soldados.

“A mediados de siglo XVII, la Corona castellana llegará a tener una deuda económica de más de 100 millones de ducados. Esta deuda gigantesca les obligará a declarar sucesivas suspensiones de pagos.”

Flexibilizando el monopolio comercial

Portugal, que formaba parte de la Monarquía Hispánica desde finales del siglo XVI, se negará a conceder cualquier aportación económica de más, dado que Castilla explota sus colonias, lo cual acabará con un conflicto bélico que durará más de 28 años. Finalmente, con el apoyo económico de Inglaterra y Holanda, Portugal conseguirá desatarse del control de los Austrias, pero el precio que tendrá que pagar comportará la cesión de importantes territorios del Brasil y el cambio de titularidad sobre las colonias de Ceilán —actual Sri Lanka—, Ciudad del Cabo, Goa, Bombay, Macao y Nagasaki, entre otros.

En cuanto a la Corona de Aragón, la oligarquía castellana no calibrará la situación correctamente cuando acepte que el rey Felipe IV jure las constituciones catalanas, condición sine qua non para obtener los fondos deseados. La ignorancia sobre las leyes que regulaban las funciones del rey dentro de los territorios catalanes será el foco de importantes discusiones institucionales, dado que el rey —dentro del Principado— estaba obligado por ley a dar explicaciones sobre la utilización de los recursos concedidos. Por su parte, los catalanes estaban más interesados a aprobar sus propuestas de nuevas constituciones catalanas y que se atendieran los agravios, que no en participar en guerras absurdas.

Pero a la génesis del debate institucional —entre Castilla y el Principado— encontramos un problema mucho más profundo. Si desde finales del siglo XVI, Castilla había transitado hacia un sistema político de carácter absolutista, donde el poder solo reside en una sola persona, la cual decide sin tener que rendir cuentas en ningún parlamento, en el Principado pasaba el contrario, donde las Cortes Generales de Cataluña eran el órgano legislativo que representaba todos los estamentos de la sociedad, incluido el rey.

La entrada constante de metales preciosos dentro de la economía castellana se mantendrá estable hasta mediados de siglo XVIII, pero solo un porcentaje muy ínfimo restará dentro del sistema económico castellano, dado que el resto continuará utilizándose para enjugar la monstruosa deuda del Estado. La historiografía estima que hasta el año 1820, el Estado español no se recuperará de este grandioso gasto y será —en gran parte— por el hecho de haberse anexionado la economía productiva de toda la franja mediterránea peninsular a principios del siglo XVIII.

El sistema de privilegios y monopolios desarrollados por la política comercial borbónica continuará haciendo aguas y se verá con la necesidad de introducir nuevos agentes para garantizar la viabilidad del comercio con América. Por lo tanto, con el Real Decreto de Libre Comercio del 2 de febrero de 1778 romperá definitivamente el monopolio de Cádiz y Sevilla y favorecerá el comercio directo de Cataluña con América, que aportará una nueva manera de hacer. Actualmente, y curiosamente, el 34% del PIB del Estado español lo continúa aportando la economía productiva de toda la franja mediterránea peninsular. Por lo tanto, nada es casual…

 

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