Por qué han fracasado las sanciones contra Rusia
La clase política occidental y sus medios de comunicación han afirmado repetidamente que las sanciones pondrían a Rusia contra las cuerdas, pero el asalto económico occidental se ha mostrado mayoritariamente ineficaz y contraproducente. Mientras que la economía rusa y su maquinaria bélica prosperan, las principales economías europeas se han hundido. ¿Qué ha fallado?
Desde el inicio del conflicto armado en Ucrania en 2014, los Estados Unidos y sus países clientelares impusieron sanciones y restricciones comerciales sin precedentes contra Rusia. Con estas medidas se pretendía hundir la economía rusa, desmantelar su maquinaria bélica y limitar su capacidad para financiar la guerra.
Las sanciones actuales contra Rusia van mucho más allá de las sanciones tradicionales que han utilizado los Estados Unidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial para “castigar” a cualquier país que amenace su hegemonía en el tablero de ajedrez geopolítico mundial y que, históricamente, se han dirigido especialmente contra el sistema bancario y las élites. Aun así, se han convertido en el ejemplo más evidente del fracaso en el uso de sanciones económicas para conseguir los resultados deseados.
Este asedio económico occidental estaba pensado para atacar la economía rusa en todos los frentes. Por un lado, castrar su capacidad de financiación, requisando la mitad de las reservas extranjeras de divisas y de oro, cerca de 400.000 millones de euros, así como imposibilitar que pueda pagar su deuda exterior en dólares, todo y su voluntad y capacidad de hacerlo, para forzar una suspensión de pagos.
Además, el control que los Estados Unidos ejercen sobre SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), así como del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), sumado a la hegemonía del petrodólar, les permitía aislar a Rusia del sistema económico global dirigido por el Occidente, tal como hicieron anteriormente contra Irán cuando los Estados Unidos abandonaron unilateralmente el acuerdo nuclear después de incumplirlo desde el primer día en que entró en vigor.
Por otro lado, se querían frenar sus exportaciones de hidrocarburos y así limitar su capacidad para financiar la guerra. Sin embargo, mientras que las economías de la Europa Occidental se hundían e incluso entraban en recesión, la economía rusa creció un 3,6% durante el 2023 y se prevé que crezca otro 2,6% el 2024, según datos del FMI.
Del mismo modo, a pesar de que la propaganda mediática occidental no se ha cansado de repetir constantemente que Rusia se quedaba sin munición y otro material bélico, la capacidad industrial militar combinada de todo el bloque occidental y algunos de sus súbditos como Corea del Sur, Japón e Israel, sigue siendo muy inferior a la rusa. De hecho, ni siquiera pueden mantener la producción necesaria para alimentar la guerra subsidiaría de los Estados Unidos en Ucrania, ni hablar de producir suficiente munición para una confrontación directa contra Rusia.
La supuesta comunidad internacional
La retórica propagandística occidental también nos quiere hacer creer que la comunidad internacional apoya a las sanciones contra Rusia, pero hay que tener en cuenta que esta supuesta “comunidad internacional” solo engloba en los Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido, la Unión Europea, y quizás Australia, Japón y alguna isla de la Micronesia. Por lo tanto, no incluye a la gran parte de la comunidad internacional que, o bien, está en contra de las sanciones o prefiere mantenerse neutral.
Este hecho se ha visto reflejado en el fracaso del seguimiento de las sanciones impuestas por Occidente por parte de la comunidad internacional “real”, que incluye a China y a la India y, que han sido claves a la hora de mantener las exportaciones del petróleo ruso. Incluso hacia la Unión Europea y en los Estados Unidos, con pleno conocimiento de causa de los dos actores occidentales y consolidando la hipocresía del “haz lo que digo, no lo que hago”.
La misma Unión Europea que ha seguido comprando directamente volúmenes récord de gas natural licuado (GNL) procedente de Rusia. Mientras que los Estados Unidos se enriquecían triplicando sus exportaciones de GNL en la UE, que vienen a “precio de oro”, y convirtiéndose en el exportador más grande de GNL del mundo. Todo gracias a las sanciones económicas y al sabotaje de los gasoductos Norte Stream.
Un nuevo paradigma comercial y monetario
Aparte de las relacionadas con el sector energético, las razones más evidentes por el fracaso de las sanciones comerciales a Rusia se centran en cuestiones relativas a su aplicación. Las complejas cadenas de suministro, las lagunas en las exportaciones de bienes de doble uso y la reticencia de las empresas a interrumpir por completo sus negocios con el mercado ruso, que han establecido corredores comerciales alternativos a través de países fronterizos y afines en Rusia.
En el ámbito monetario, la convertibilidad temporal del rublo al oro a un precio fijo no significó una vuelta al “patrón oro”, pero aconteció una herramienta clave para recuperar y estabilizar el valor del rublo después de la caída experimentada por las sanciones. Una revalorización del rublo en relación con el dólar que incluso permitió al Banco Central de Rusia bajar los tipos de interés para evitar una excesiva apreciación de la moneda estatal.
Después de que una gran parte de los gobiernos occidentales prohibieran las importaciones de oro ruso, China empezó a comprar este metal precioso ruso en cifras récord. Solo en julio del 2022 ya había importado oro por un valor de 109 millones de euros, un aumento del 750% respecto al mes anterior y de un 4.800% en comparación al mismo periodo del 2021.
Así mismo, durante la pasada década, Rusia y China han iniciado programas y han firmado acuerdos de desdolarització, a la vez que han puesto en funcionamiento sistemas de protocolos de comunicación interbancaria alternativos al SWIFT y han creado monedas digitales vinculadas a sus bancos centrales (CBDC).
Occidente ha perdido toda su credibilidad
Dejando de lado la hipocresía de las sanciones económicas y el trasfondo del golpe de Estado orquestado por Victoria Nuland en Kiev el 2014 i detonante del actual conflicto armado en Ucrania, hace décadas que Occidente ha perdido cualquier verosimilitud de ser una autoridad moral, si es que nunca lo ha sido.
Sin querer hacer una recopilación de todas las guerras impuestas por los Estados Unidos y sus “aliados” durante las últimas décadas bajo justificaciones basadas en una sarta de mentiras, no podemos obviar la ocupación militar ilegal actual de países como Siria e Irak por parte de los Estados Unidos, o el mismo caso de Israel también con Siria o el Líbano y Palestina. Es bastante evidente que el derecho internacional y la soberanía de los pueblos solo son relevantes y respetados cuando conviene a Occidente.
Si alguien todavía tenía alguna duda, el apoyo político y militar al genocidio en curso en Gaza ha evaporizado la última pizca de integridad que le quedaba a la brújula moral occidental. La complicidad de Occidente al facilitar esta masacre es una acción criminal digna de los juicios de Núremberg. Clare Daly, eurodiputada por Irlanda, ha sido una de las pocas palomas blancas en un Parlamento Europeo lleno de halcones de la guerra al tildar a Ursula von der Leyen como «Frau Genocide«.
Dada la flagrante hipocresía de Occidente en materia de derechos humanos y derecho internacional, no es de extrañar que algunas de sus empresas simplemente pretendan cumplir con las sanciones de cara a la galería, mientras que, a puerta cerrada, están haciendo todo lo que pueden para eludirlas. Así mismo, tampoco sería lógico esperar que la comunidad internacional siga las órdenes del equivalente geopolítico de un acosador escolar que cada día pierde más fuerza ante un mundo multipolar.
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