SWIFT: uso y abuso de una combinación alfanumérica
El conflicto en Ucrania es el último ejemplo que ha puesto de manifiesto la creciente importancia de las sanciones económicas como instrumentos de coacción en las relaciones geopolíticas internacionales. Analizamos como el SWIFT, un protocolo de comunicación entre bancos, se ha convertido en una arma estratégica de Occidente.
El origen de las telecomunicaciones entre las redes bancarias globales se remonta a mediados del siglo XIX, cuando el recientemente desarrollado telégrafo eléctrico permitió unas comunicaciones más ágiles entre mercados bursátiles. El telégrafo establecía un sistema de negociación continuo, de casi tiempo real, que reducía las diferencias entre los precios de los valores de mercados separados por grandes distancias geográficas.
El año 1872, la Western Union usó su red telegráfica existente para lanzar el primer servicio de transferencias electrónicas que fue ampliamente utilizado. Un remitente pagaba dinero a una oficina telegráfica, y el operador transmitía un mensaje para permitir la transferencia de dinero a otra oficina, que mediante contraseñas y libros de códigos era verificada para que los fondos fueran librados a un destinatario.
A principios del siglo XX el telégrafo fue lentamente sustituido por las máquinas de teletipo o télex, un sistema desarrollado por Alemania que aprovechaba las líneas telegráficas y permitía a los usuarios escribir un mensaje en algún lugar e imprimirlo en el otro lado del mundo. A pesar de que el télex proporcionó al sector bancario una plataforma básica para los negocios, y un medio operativo a través del cual podían empezar a expandirse, la necesidad de asegurarse que los mensajes fueran seguros y precisos añadía mucha complejidad al sistema, que pronto se vio incapaz de asumir la presión de un mundo financiero cada vez más globalizado.
A medida que el incremento de transacciones hizo evidente que los límites de este sistema de comunicación suponían una restricción para la expansión del negocio bancario, los bancos, especialmente los europeos, decidieron explorar otras opciones. Una decisión espoleada por un subsidiario del banco americano, el First National City Bank (FNCB), que quería obligar los otros bancos a usar su sistema de télex patentado. Un ultimátum que horrorizó los bancos europeos, que veían como se pasaba de un sistema basado en la cooperación entre rivales a un monopolio a manos del socio americano.
Los bancos de 15 países crearon una empresa privada, SWIFT, las siglas en inglés de Society for Worldwide Interbank Telecommunication o Sociedad para las Comunicaciones Interbancarias y Financieras Mundiales, con sede en Bruselas, y dirigida como una empresa cooperativa global. SWIFT simplificó los procedimientos y minimizó los errores usando un formato estandarizado de mensajería que fue adoptado globalmente.
Redes de comunicación y la coerción estatal
El tira y afloja entre el nuevo y viejo continente por el control de un sistema global de comunicaciones interbancarias puso de manifiesto un fenómeno que ya se había visto con la aparición del telégrafo durante la época colonial. Mientras que estos sistemas de comunicación no se crearon pensando en la geopolítica, era inevitable que los grandes actores de la economía global los utilizaran como herramientas para controlar, espiar y castigar otros estados que compiten por los mismos intereses.
Un hecho que no deja de ser irónico en el caso de SWIFT, creado por Europa para mantener su soberanía respecto de los Estados Unidos, pero que finalmente ha estado incapaz de resistirse a obedecer las órdenes de Washington, incluso cuando van en contra de intereses europeos, como pasó cuando el presidente Donald Trump abandonó unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán.
Los politólogos Henry Farrell i Abraham Newman lo definen como interdependencia armada, “weaponized interdependence”. En cuanto al SWIFT, explican: “En este mundo, las redes que permiten la interdependencia global ya no sirven como medios neutrales de transmisión de información o dinero. Por el contrario, se están convirtiendo en las herramientas de proyección de poder de los grandes estados”.
El uso de sanciones por parte del gobierno americano, contra enemigos y aliados, puramente por intereses económicos y geopolíticos, no empezó con la administración del presidente Donald Trump, pero es cierto que Trump hizo una expansión sin precedentes de las medidas económicas punitivas para promover la agenda de su administración. Un abuso de una posición de privilegio que inicialmente da buenos resultados, pero que es contraproducente a largo plazo cuando otros estados cuestionan las alianzas con los Estados Unidos, y buscan alternativas a las herramientas monetarias ligadas al poder hegemónico de este país.
Sistemas alternativos y las criptomonedas
Las últimas sanciones económicas a Rusia, y la exclusión de algunos de sus bancos del sistema SWIFT, siguen la misma tendencia de los últimos años, y no hacen más que consolidar los esfuerzos por parte de China, Rusia, e incluso la Unión Europea, para buscar sistemas alternativos que puedan blindar sus economías. Un nuevo golpe al sistema que podría desencadenar una reacción de cambio en cadena.
El 2017, Rusia puso en funcionamiento el Financial Messaging System of the Bank of Russia (SPFS), equivalente al SWIFT, y el 2015, China lanzó un sistema parecido llamado The Cross-Border Interbank Payment System (CIPS). Dos sistemas alternativos que todavía quedan lejos de poder sustituir totalmente al SWIFT, pero que cuando menos ayudan a reducir la efectividad de las posibles sanciones impuestas a bancos de estos dos países para dejarlos fuera del protocolo de comunicación interbancaria establecido por los bancos occidentales.
Por otro lado, la revolución de las criptomonedas basadas en las cadenas de bloques son otra herramienta que países como Corea del Norte e Irán ya han utilizado para eludir sanciones económicas, y la exclusión de sus bancos del ecosistema del SWIFT. El rublo digital es solo una de las varias herramientas digitales mediante las cuales el gobierno ruso puede impulsar el comercio bilateral con países aliados, tal como ya ha hecho China con el yuan digital.
No obstante, es indudable que el uso de sanciones económicas tendrán un impacto significativo en la economía de Rusia, y en menor medida en la de la Unión Europea. Aun así, también es evidente que el abuso de esta herramienta de persuasión o castigo está reduciendo su efectividad y promoviendo la creación de sistemas alternativos, que en última instancia son inevitables en un escenario geopolítico global multipolar, que ya no se conforma en estar sometido a las imposiciones e intereses de un solo país.
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Desconeixia completament aquests protocols.
Gràcies per la informació👍
Gràcies a tu per fer-nos costat, Jordi!!!
Bon article. Bona presentació. Gràcies.
Moltes gràcies, Pere
Renoi!!!
Gràcies pel teu comentari Santiago!
Es trenca la guerra freda com bé diu l’article un mom multipolar
Bon article Gràcies
Moltes gràcies pel teu comentari, Alícia!!!
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El primer que ve al cap al sentir parlar de sancions i embargaments comercials són imatges de vaixells que no deixen descarregar, duanes tancades o aranzels desorbitats, quan realment qui té la clau és el sistema financer. Com acostuma a passar, quan sorgeixen els problemes es desvetlla la imaginació. Sembla mentida però potser els sistemes financers alternatius impediran que el món es divideixi en els temibles dos únics blocs. Veurem.
Comparteixo la teva reflexió, Mercè. Les sancions SWIFT, de retruc, esperonen la multipolaritat financera. Veurem on ens porta tot plegat …
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