Montserrat Roig y la recuperación de la memoria
Lo intentaron, pero no pudieron blanquear la Historia. La memoria del pasado tiene que perdurar para aprender de los errores y no caer en las mismas trampas. Los vencedores se emperraron a alterar la realidad histórica y mantener el ‘yo’ por encima del ‘tú’. Pero, vientos del norte ayudaron a cambiar la situación que, con voluntad, perseverancia y con la valentía de muchas mujeres, consiguieron poner las cosas en su lugar. Seguimos con el ejercicio histórico sobre la aproximación a la Historia de la Mujer contemporánea.
La implantación de la ultraconservadorismo dentro de la sociedad española —después de la Guerra Civil— solo supuso una efervescencia momentánea falta de soluciones reales. La legitimación internacional obtenida por el régimen, materializada a finales de los cuarenta y que había descolocado a la oposición, no aportó ninguna mejora sustancial respecto a la estabilidad económica, ni tampoco en cuanto a las mejoras estructurales que necesitaba España. En cambio, la represión sí que permitió lograr un estricto control sobre las reivindicaciones, en todos los ámbitos.
Pero, pasados veinticinco años desde el final de la Guerra Civil, al franquismo se le presentará una segunda oportunidad para transformarse. La potencia que le ofrecieron la entrada masiva de capitales extranjeros —con la supervisión del Fondo Monetario Internacional—, permitieron al régimen transitar desde la autarquía hacia un crecimiento económico sin precedentes. Fue a través de la implantación de los famosos planes de estabilización iniciados a finales de los cincuenta que España entró en el siglo XX.
Y para conmemorar aquella efeméride —el final de la guerra—, el franquismo lanzó una amplísima campaña propagandística con el sarcástico eslogan: “XXV Años de Paz”. El acontecimiento serviría para exaltar y legitimar internacionalmente el régimen como garante de la paz, el orden, el progreso y la estabilidad. Cegados por el “desarrollismo”, la dictadura franquista aprovechó para difundir su extraordinario oxímoron político: la democracia orgánica —actualmente evolucionada a monarquía parlamentaria— que le permitiría sobrevivir unas cuantas décadas más. ¡Muchas más!
Aun así, no dejaba de ser un lavado de cara de puertas afuera, dado que puertas adentro las mejoras sociales y políticas todavía estaban para venir. Entonces, sin saberlo —o sí—, el “milagro económico” favoreció la aparición de la sociedad de consumo que contribuiría a una mayor movilidad de la población, la cual le daría acceso a una diferente tipología de información. Todo ello desembocaría en una pérdida progresiva de influencia de la Iglesia —sobre todo en el ámbito doméstico— y la aparición de nuevos hábitos sociales y sexuales.
El modelo progresista europeo hace evolucionar el régimen
Las modas y costumbres —llegadas de Europa— produjeron un cambio significativo en la mentalidad de la generación de los años sesenta. A pesar de todo, el aperturismo —siguiendo los cánones europeos— obligará el régimen a aceptar el retorno de la mujer al mundo laboral que, conjuntamente con la llegada de las turistas extranjeras y el resurgimiento del feminismo, provocará que el modelo de mujer franquista —sumisa, doméstica y católica— se vaya desmenuzando progresivamente.
No obstante, el franquismo combatió esta injerencia social foránea hasta el final. Desde las ondas de radio, el régimen apoyó el programa radiofónico del ‘Consultorio de Elena Francis’, el cual aconteció un auténtico fenómeno sociológico durante décadas. Por lo tanto, la dictadura —a través de la ‘Sección Femenina’— utilizó este medio para continuar transmitiendo su ideología y moral ultraconservadora hacia la mujer.
El ‘Consultorio de Elena Francis’ recomendaba a las mujeres abnegación, resignación, mirar a otro lado, hacer la vista gorda, tener paciencia, esperar que las cosas cambiaran o sacrificarse por los hijos y la familia. Realmente, el trasfondo que escondía la cotidianidad femenina a través del formato radiofónico era otro: amas de casa solas, relegadas al hogar y a las tareas domésticas, una sexualidad ligada a la maternidad, una homosexualidad ignorada o rechazada, un matrimonio indisoluble y una culpabilidad siempre atribuible a la mujer. ¡Un drama!
Ofuscados al pivotar el discurso oficial hacia el “desarrollismo”, el bienestar y el progreso de España, el régimen buscaba incansablemente dejar atrás todos los ecos que llevaran a recuperar la memoria sobre la Guerra Civil. Por este motivo —y de manera intencionada—, durante décadas se van yendo silenciando las voces de miles de personas que habían tenido que atravesar la frontera en enero de 1939. Miles de exiliados habían sido rechazados de forma oficial por la Dictadura y forzados a convertirse en apátridas.
“Españoles, Franco ha muerto”
Después de la muerte del dictador, surgieron muchas preguntas inquietantes dentro de la sociedad española. Una de las primeras fue: ¿Qué había sido de los exiliados? Montserrat Roig y Fransitorra (1946-1991) la respondió.
La obra ‘Els catalans als camps nazis’ (1977) de Montserrat Roig, mostró una realidad escondida por el franquismo y desconocida por buena parte de las generaciones nacidas a partir de los años cuarenta. Puso cara y dio voz a toda aquella generación que tuvo que exiliarse por estar en las antípodas de los vencedores de la guerra. Roig consiguió deshacer el miedo que impedía hablar a muchos de los protagonistas del exilio y el holocausto. Recuperó del anonimato a mujeres tan impactantes y con una vida tan intensa como, por ejemplo, la de Neus Català la cual daría a conocer el relato de su vida de resistente en Francia y estancia en el campo de concentración nazi de Ravensbrück.
El eco de este documento de testimonio sobre la vida de los exiliados en los campos de concentración nazis fue tan inmenso, que aportó a Roig una gran notoriedad dentro de la sociedad de finales de los setenta. Pocos años más tarde, ampliaría la historia de los deportados en la tercera parte de su novela ‘L’hora violeta’ (1980). Antes de trabajar sobre el exilio olvidado, la autora -premio Sant Jordi por la novela ‘El temps de les cireres’ (1976)- le había buscado un sentido a la vida -desde la mirada femenina de Natàlia- en la Barcelona tardofranquista. Por todo ello, Montserrat Roig se convertiría en una de las escritoras más leídas y admiradas de la literatura catalana contemporánea. De hecho, ¡su áurea todavía perdura!
Pero, a partir de aquí, la narrativa de Montserrat Roig cambiará progresivamente, dado que ella experimentará un profundo desencanto con la nueva realidad política que se estaba construyendo. Por un lado, su mirada sobre el incipiente Estado democrático –aquello que han definido como la ‘Transición modélica’- la llevará a tener problemas serios de censuras y prohibiciones con el ente público que la había contratado para realizar una serie de entrevistas televisivas. El escándalo fue tan mayúsculo que incluso llegó al Congreso y al Senado español. Y por el otro, la imposición de la visión pujolista sobre cómo tenía que ser Cataluña -la cual no compartía-, la llevarán centrarse más en la literatura, en la investigación de su voz, única e intransferible. Poco antes de morir -por cierto, de cáncer de mama- se publicará una compilación de artículos con el sugerente título ‘Digues que m’estimes encara que sigui mentida’’, en el que reflexionará sobre su universo personal -de mujer y narradora-, y analizará la sociedad cultural en que se inscribe.
En el ensayo ‘Digues que m’estimes encara que sigui mentida’’, Montserrat Roig nos habla de la literatura como coartada para fijar el tiempo que huye inclemente. Nos habla de las manipulaciones de la memoria y de los medios de comunicación. Nos enseña a ver Barcelona a través de una ventana por donde se aboca la mirada de una mujer, autora, en un mundo dominado por los cánones de creación masculina. Y, por encima de todo, nos confiesa una serie de reflexiones que nos suenan terriblemente próximas, porque nos explican cosas de las geografías personales y las patrias colectivas que nos ha tocado compartir.
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Gràcies
Gràcies a tu, Joan!!!
Molt bona classe d’història, ho desconeixa totalment. Moltes mercès!
Gràcies, Jordi. Una gran dona de la nostra cultura. Seguim a La Plaça!
Basant-me en la immigració dels anys 60 i 70, crec que la dona catalana no era ni actuava com la de la resta d’ Espanya.
Generalitzo, és clar.
Cert, Mercè que generalitzes, però no vas gaire errada. Seguim a La Plaça!
👍
Gràcies, Manel per llegir-nos. Seguim a La Plaça!