Maria Aurèlia Capmany: derecho a la emancipación

El sol se puso. Una larga noche, fría y decadente, se extendió por toda la geografía española durante casi cuarenta años. Finalmente, las armas habían impuesto el “yo por encima de ti”. Pero la convicción y tenacidad de muchas mujeres permitió cambiar la situación a medida que avanzaba el siglo. Continuamos con el ejercicio histórico que nos propone Oriol Garcia Farré, agente de 11Onze e historiador, sobre la historia de la mujer contemporánea con la aportación de Maria Aurèlia Capmany.

 

El drama aumentó cuando unas 500.000 personas atravesaron la frontera con Francia entre las postrimerías del 1938 y enero de 1939, huyendo del horror. De hecho, hacía meses que se intuía que eso pasaría. La victoria del fascismo en el Estado español fue una realidad a partir de abril de 1939, cuando se truncaron definitivamente las esperanzas e ilusiones de una mayoría social que había trabajado para crear una sociedad más justa e igualitaria. A partir de entonces, la paz se impondría bajo la amenaza constante de prisión por los disidentes hacia el nuevo orden.

El régimen impuesto a través de las armas se fundamentaba en el nacionalsindicalismo, pero después de la Segunda Guerra Mundial se vio obligado a transitar hacia otra concepción del poder con el fin de garantizar su supervivencia. El mundo surgido a partir de 1945 ya no sería el mismo que el del final de la Guerra Civil Española, dado que la realidad histórica se construiría a partir del enfrentamiento de los bloques capitalista y comunista.

Fue entonces cuando el franquismo apostó decididamente por el nacionalcatolicismo como articulación social. La retórica católica sería más asumible por los aliados occidentales, ganadores del conflicto bélico mundial. Y la manifestación más visible de esta concepción del poder seria volver a otorgar la hegemonía a la Iglesia, la cual controlaría todos los aspectos de la vida pública y privada de la sociedad. El Estado pondría en la nómina a los clérigos y dotaría a la Iglesia de una amplia exención de impuestos y, lo más importante, le volvería a otorgar la absoluta libertad en la gestión de la educación.

 

Involución del papel de la mujer

La dictadura franquista destruiría todos los logros conseguidos durante la República. La Iglesia legitimaría la redefinición del papel de la mujer dentro de la sociedad. Así, el franquismo frenaría todas las conquistas femeninas del periodo anterior arguyendo un discurso antifeminista, en el cual la mujer se percibiría como un ser inferior al hombre, tanto espiritualmente como intelectualmente.

Con este pretexto, el nuevo régimen relegaría a la mujer a las tareas del hogar, como madre y como esposa. Muchas mujeres sufrirían la represión del régimen, sobre todo en el periodo 1939-1945. Alimentar, socorrer o curar combatientes republicanos fue considerado un delito por el cual muchas mujeres fueron encarceladas, enviadas a campos de concentración o incluso fusiladas. Otras, condicionadas por el miedo, silenciaron su participación en los campos de batalla, convirtiéndose en un recuerdo puramente privado.

Aun así, el régimen legitimó dos organizaciones juveniles, la Sección Femenina y el Frente de Juventudes, las cuales fueron constituidas para adoctrinar a todos los jóvenes en los principios del ‘movimiento’. De este modo, se pretendía construir una nueva sociedad articulada obligatoriamente por los nuevos valores que fundamentaban el franquismo.

 

Nuevo giro político

Hacia finales de la década de 1950 algo empezó a cambiar. El fracaso de la autarquía y la tensa situación internacional, con la guerra fría de fondo, llevarán al régimen hacia una obligada reorganización de fuerzas en las familias de poder. Los falangistas, grandes dominadores de la escena política hasta entonces y garantes de la simbología y retórica fascista, serán sustituidos por jóvenes políticos tecnócratas vinculados al Opus Dei.

Este cambio permitirá al régimen generar un nuevo discurso ideológico y proyectar una imagen social más moderna hacia el exterior. De este modo, el ‘desarrollismo’ favorecerá el crecimiento de una clase media española que sustentará el régimen durante unas décadas más, pero también le causaría la aniquilación. Este aperturismo controlado, por ejemplo, tolerará la edición de obras en catalán, pero también permitirá rescatar de las buhardillas de la memoria las reivindicaciones sobre la igualdad social de género.

La mujer en Cataluña

En este contexto fue en el que Maria Aurèlia Capmany i Farnés (1918-1991) publicó su famoso ensayo ‘La mujer en Cataluña’ (1966), una de las obras capitales para la recuperación de las reivindicaciones del feminismo en Cataluña. Era hija del folclorista Aureli Capmany i Maria Farnés, y nieta del periodista y político catalanista Sebastià Farnés. Desde pequeña, Maria Aurèlia Capmany manifestó una habilidad innata para la escritura y las actividades literarias en general. El impacto que supuso su ensayo le permitió dejar la docencia para dedicarse íntegramente a las actividades literarias y el teatro.

La tesis principal que plantea Maria Aurèlia Capmany en ‘La mujer en Cataluña’ pivota sobre la idea de que no se puede avanzar en el problema del género si antes no se arreglan los problemas sociales y políticos de Cataluña. Y esto lo escribe una persona que era mujer, catalana y socialista. O sea, ¡el demonio para el Régimen!

 

Un problema palpable

Para Capmany, el problema de género existe y es palpable dentro de la sociedad. Su ensayo manifiesta dos problemáticas importantes: por un lado, la definición de las mujeres como alteridad y dependencia; y, por otra, las desigualdades sociales y el acceso de las mujeres al mundo público. [Recordémoslo, controlado por la Iglesia.] Y, en este sentido, la conclusión a la cual llega Maria Aurèlia Capmany es muy clara: las mujeres tienen el mismo estatus social que los hombres, pero solo en apariencia, porque la realidad es que todas tienen conciencia de su falta de integración, del estado de evolución y de la inestabilidad de su inserción en la sociedad en que viven.

La mujer que trabaja puede descubrir fácilmente las condiciones objetivas de su marginación, puesto que trabaja igual que un hombre, estudia las mismas asignaturas, obtiene los mismos títulos que un hombre, pero con estos títulos hará un trabajo de segunda. Por lo tanto, si una mujer quiere dedicarse a una actividad más allá de las paredes de su casa, lo tendrá que hacer discretamente y sin dar importancia.

En consecuencia, Capmany volverá a plantear la tesis de los años treinta, que defiende enconadamente el “yo igual que tú”. Aun así, a lo largo de su dilatada carrera, primero como escritora y después como política, trabajará incansablemente para la igualdad y la integración de la mujer dentro de la sociedad. Combatirá el ultraconservadorismo rancio del régimen franquista a través de su prolífica obra, llegando a la conclusión que la palabra clave por la liberación de la mujer es la emancipación. Cómo dice su canción de ‘Teatro de cabaré’, fue una mujer emancipada que tuvo que pensar y decidir, suela y sensata, y lo hizo desde la libertad y el diálogo.

 

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Equip Editorial Equip Editorial
  1. Joan Santacruz CarlúsJoan Santacruz Carlús says:
  2. Mercè ComasMercè Comas says:
    Mercè

    Estic d’acord en que el gran problema per a les dones durant el franquisme no va ser el sistema polític, sinó la “moral” del nacional catolicisme aplicada només a elles, fet que va impedir un major desenvolupament de la societat en general.

  3. Manuel Bullich BuenoManuel Bullich Bueno says:
    Manel

    Un gran article 👏👏👏

    • Oriol Garcia FarréOriol Garcia Farré says:
      Oriol

      Gràcies, Manel per llegir-nos! Esperem que els següents també t’agradin. Seguim a La Plaça!

      Hace 2 años
    • Aitor Canudas says:

      Moltes gràcies Manel

      Hace 2 años

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