Juicio a los Colón
Hasta mediados de siglo XX, la versión oficial sobre la expedición transoceánica que supuso el descubrimiento del “Nuevo Mundo” se movió entre el mito y el argumentario romántico. Pero nada de lo que se había explicado hasta entonces ha resultado ser del todo cierto, ni siquiera lo son los lugares tanto de salida como de vuelta. Durante décadas, un reducido grupo de historiadores —rechazados por la Academia e ignorados por los medios— han persistido en su trabajo de descoyuntar una telaraña premeditada de falsedades que rodean los verdaderos hechos.
Si rehuimos de la fantasía y nos centramos en hacer un verdadero análisis de la realidad histórica, la cual está fundamentada en el estudio objetivo y científico de las fuentes documentales —sean directas o indirectas, primarias o secundarias— rápidamente nos daremos cuenta de que la usurpación de la identidad histórica sobre la expedición transoceánica realizada contra el almirante catalán Cristóbal Colón es un hecho real. ¡Y así es!
Sin ninguna mochila —ni económica ni institucional— que condicione las investigaciones, un reducido grupo de historiadores han sido capaces de encontrar la mirada silenciada por la censura castellana sobre el descubrimiento de América y la identidad real de sus protagonistas. Los estudios comparativos de manuales divulgativos, historias generales o planisferios, tanto de ediciones castellanas, portuguesas como francesas, han permitido descubrir como la Corona de Castilla —a través de una penetrante censura apoyada por unas de leyes específicas— llegó a controlar la mayor parte de los textos que narran los hechos sobre la emprendida americana. Por suerte, la curiosidad ha desenmascarado la manipulación y ha revelado la tosquedad con la cual trabajó la Corona de Castilla para fiscalizar los hechos, a fin de confundir la opinión pública sobre la verdadera autoría del descubrimiento.
Por lo tanto, tampoco nos tiene que extrañar que la epopeya castellana aparezca a principios del siglo XVI, justo cuando Colón es desposeído de todos los títulos firmados en las “Capitulaciones de Santa Fe” que, recordémoslo, fue el marco jurídico por donde se sustentó todo el descubrimiento de América. Con aquel juicio, la Corona consiguió que los Colón fueran una familia inofensiva para el poder. Ciertamente, a partir de entonces se inició un largo periodo de litigios —primero contra Cristóbal Colón y después hacia sus descendentes— para anular los acuerdos. Durante más de ochenta años, la familia Colón pleiteará contra la monarquía, pero se convertirá una cuestión estéril.
Una documentación adulterada
La tarea puesta en marcha —primero por la Corona de Castilla y más tarde por España— ha promovido a lo largo de los siglos un seguido de versiones oficiales y singulares, con infinidad de datos mezclados, lugares inverosímiles de vuelta, personajes reales mezclados con ficticios, cambios de identidad o disparidad de orígenes naturales de los principales personajes. Esto ha permitido configurar un relato novelesco, mutable a los gustos de la audiencia y perfecto para cubrir las necesidades de la política de España, en cada momento. Por lo tanto, no nos debería extrañar que la épica se haya fundamentado en una premeditada nebulosa. Pero esta premeditada confusión se ha empezado a disipar con la aparición de destacados estudios foráneos a los círculos españolistas, los cuales han conseguido revertir la tendencia de repetir como un mantra la narración oficial.
Un ejemplo de este cambio de tendencia han sido las investigaciones de la historiadora norteamericana Alícia Gould, las cuales han permitido reseguir todos los apellidos de los expedicionarios que aparecen en los supuestos registros oficiales de los diferentes viajes de Colón, y se ha llegado a la siguiente conclusión: ¡nada es verdadero, todo es humo! Porque su investigación ha ido mucho más allá de los textos donde aparecen los listados de los nombres de los tripulantes. La investigación ha constatado que la mayoría de los apellidos de los tripulantes no tienen ninguna continuación documental que certifique que tal marinero o personaje —que aparece a los listados— tuvo una existencia efectiva y real. Pero también sorprende muchísimo que en estos famosos listados no aparezca ningún apellido catalán entre la tripulación. Entonces, si pensamos que todos estos apellidos han sido adulterados y buscamos sus equivalentes en catalán —Garay por Garau o Fernández por Ferrandis o Cases por Casaus—, resulta que todos encajan con apellidos muy documentados, no solo como personajes reales catalanes de carne y huesos, sino como marineros, cosmógrafos o militares.
En conclusión, las crónicas colombinas que nos han llegado denotan una clara adulteración, dado que están llenas de anacronismos e importantes incoherencias temporales, cosa que parece inexplicable cuando teóricamente —la fuente principal— fue escrita por un bibliófilo, culto y con gran memoria, como fue el hijo de Colón. La crítica textual ha permitido demostrar que todos estos supuestos originales han sido retocados. Por este motivo, creerse las fuentes a ojos cerrados, sin ejercer ningún tipo de crítica documental, ni sospechar de las intencionalidades políticas de los arreglistas de los libros, nos lleva, más que al rigor y al academicismo historiográfico, directamente a la fe.
La tarea puesta en marcha —primero por la Corona de Castilla y más tarde por España— ha promovido a lo largo de los siglos un seguido de versiones oficiales que permiten configurar un relato novelesco, mutable a los gustos de la audiencia y perfecto para cubrir las necesidades de la política de España, en cada momento.
El punto de salida de la expedición
Hoy sabemos por destacados trabajos de investigación de las historiadoras —tanto de la pionera Núria Coll como de Eva Sans— que la villa de Pals d’Empordà tuvo un importante puerto natural. Y lo sabemos porque estos estudios han permitido documentar infinidad de testigos que hablan sobre transacciones comerciales que se llevaban a cabo y, por lo tanto, se había convertido en un relevante puerto comercial desde principios del siglo XIII. Además, la toponimia y la arqueología del paisaje han permitido identificar tanto restos de edificaciones como accidentes geográficos documentados en antiguas cartografías. Todo esto, compaginado con estudios paleo-hidrográficos del entorno de Pals, vienen a confirmar aquello que los documentos testimonian.
Si tenemos presente que la superficie del planeta está expuesta a un cambio constante que provoca movimientos regulares, y entendemos que los mares se alejan de las playas o al revés, entenderemos que el entorno de Pals de finales del siglo XV no tiene nada que ver con el paisaje de Pals que vemos hoy en día. ¡Es obvio!
Por lo tanto, aquello que sorprende más de la versión oficial —en lo referente al punto de salida de la expedición transoceánica de Colón— es el topónimo de donde sale: Palos de Moguer. Sin duda es el mismo caso que Sant Esteve de les Roures, dos lugares que no existen, ni han existido nunca. Ciertamente, en la provincia onubense existen dos pueblos, separados por 16 km, que responden al topónimo de Palos de la Frontera y Moguer. Ambos casos se encuentran además de 40 km del litoral atlántico. Y por si no fuera suficiente, todavía sorprende más cuando averiguamos que ninguno de los dos lugares ha sido nunca rodeado por murallas ni han tenido un campanario de estilo gótico catalán de 21,28 metros de altura.
Tengamos presente que en el siglo XV, Cataluña se había convertido en una importante potencia náutica europea. De hecho, es donde se encontraban las más destacadas escuelas de pilotos, centros de cosmografía, talleres de instrumentación por la navegación y montón de especialistas en confección de cartas náuticas. Además, desde mediados de siglo XIII, el Principado había llevado a cabo una política insular muy activa que consolidó más de un centenar de consulados de mar esparcidos en todo el Mediterráneo.
En cambio, por la misma época, en Castilla no había ni escuelas de náutica, ni escuelas de pilotos, ni centros de cosmografía, ni ningún tipo de infraestructura náutica capaz de llevar a cabo una expedición transoceánica como la que realizó el almirante catalán Cristóbal Colón. Son muchos los historiadores que remarcan la profunda contradicción que supone la expedición americana en sí misma, dado que esta sería ejecutada en un contexto donde Castilla todavía continuaba guerreando dentro de su territorio contra el mundo árabe, no disponía de ninguna infraestructura comercial desarrollada, y menos todavía, tenía una flota naval suficientemente potente para llevarla a cabo. En un contexto de una profunda crisis económica —que acabará con la revuelta de las Comunidades castellanas— se hace extraño que Castilla tuviera a la vez suficiente capacidad militar, y sobre todo náutica, para poner en marcha una expedición transatlántica. Como dato relevante, la creación del primer consulado castellano —el de Sevilla— se hará efectivo en 1543.
Pero la prueba definitiva sobre el punto de salida de la expedición de Colón nos la da Antonio de Herrera en la portada de su obra “Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Oceano”, donde en ambas ediciones de 1601 y la de 1726 aparece un grabado que teóricamente quiere ilustrar “la villa de Palos” de Andalucía, cuando en realidad nos está representando meticulosamente la silueta de villa de Pals d’Empordà. Solo hay que observar el grabado para reconocer rápidamente su característico campanario. Aun así, aparece la representación de las tres carabelas, las cuales curiosamente llevan la bandera catalana, cosa que se repite sucesivamente en los grabados que ilustran el interior de la obra. Y por si todo esto no fuera suficiente, la cita que acompaña el grabado dice textualmente: “El Almirante salió de Palos, villa del conde de Miranda, a descubrir”. Pues, como ha remarcado la historiografía española, el Palos andaluz pertenecía al conde de Niebla. En cambio, el señor de Miranda era el conde d’Empúries. ¡Continuamos!
Palos de Moguer es, sin duda, el mismo caso que Sant Esteve de les Roures, ¡dos lugares que no existen, ni han existido nunca!
El punto de vuelta y recepción de la expedición
Hoy sabemos de lo cierto que el almirante catalán Cristóbal Colón fue recibido con todos los honores por los monarcas católicos en el Palacio Real de Barcelona, el 3 de abril de 1493, después de haber completado el primer viaje transoceánico. Y este acontecimiento —aceptado por toda la historiografía— fue absolutamente silenciado por la versión oficial hasta no hace mucho.
Durante siglos, tanto Portugal como Andalucía ostentaron de este privilegio, hasta la irrupción del estudio del historiador Antoni Rumeu de Armas, quen a través de su extenso trabajo “Colón en Barcelona” —y publicado en plena dictadura franquista (1944)— tuvo la valentía de documentar la llegada del Descubridor de América a la capital catalana. El estudio de Rumeu de Armas fue un trabajo clave para el futuro de los estudios colombinos, y contribuyó con una innovadora investigación —por el detalle y por la precisión de la investigación— en testimoniar como la ciudad de Barcelona tuvo un papel fundamental en el descubrimiento del “Nuevo Mundo”. A partir de entonces, no han parado de aparecer documentos de todo tipo que constatan que el recibimiento del descubridor se hizo en Barcelona.
Rumeu de Armas fue capaz de demostrar que la versión oficial estaba edificada sobre una falsedad cuando se hablaba de Palos de Moguer como el lugar de salida y vuelta de la expedición. El análisis de la documentación —sobre todo del diario de a bordo— permitió demostrar que el binomio Pals de Ampurdán-Barcelona fueran los verdaderos puntos de salida, vuelta y recepción de la expedición. Del diario de a bordo también se deduce que la expedición fue planificada como un viaje de reconocimiento. Por lo tanto, de una corta duración y con una vuelta más o menos fijada.
En este primer viaje, Colón había conseguido encontrar el continente perdido del cual hablaban infinidad de textos antiguos: las tierras existentes en el otro lado del Atlántico “y que desde el hundimiento de la Atlántida habían quedado incomunicadas”. Y como prueba de este descubrimiento, de este “Nuevo Mundo”, presentó ante los reyes y las altas instancias del reino, los indígenas, animales, metales preciosos y plantas que habían traído. Pruebas fehacientes que demostraban que venían de unas tierras hasta entonces desconocidas.
Aun así, los Reyes Católicos —desde el verano de 1492— se alojaron entre Barcelona, Girona y Figueres, dado que el Principado se encontraba inmerso en un conflicto territorial con los franceses, que habían invadido la Cerdaña y el Rosselló, a fin de intercambiarlos por el reino de Nápoles. Entonces, el rey Fernando el Católico —que velaba por los intereses de sus estados— empezó a organizar la defensa militar del territorio. Y es por este motivo que ambos monarcas encontrándose en Cataluña y sabiendo que la expedición era solo de reconocimiento y, por lo tanto, de corta duración, esperaron la vuelta de Colón a Barcelona. Y fue allí hasta donde se acercó una delegación portuguesa para negociar el reparto de las nuevas tierras descubiertas, proceso que finalizará con el Tratado de Tordesillas. Y también fue hasta allí donde llegaron las bulas de donación pontificia —del Papa Borja, “il papa catalano”— las cuales serían hechos públicos por el obispo Pedro Garcia de Barcelona. Además, las crónicas contemporáneas explican que la audiencia de Barcelona tuvo un grandísimo eco, y que el recibimiento fue una auténtica fiesta popular y espontánea, con todos los barceloneses festejándolo en la calle, un hecho que no recoge ninguna crónica castellana.
Tal como explica la crónica del Padre Casaus, el oro que llegó del segundo viaje de Colón fue requisado íntegramente por los oficiales y aduaneros del reino, cosa que permitió sufragar la campaña de recuperación de la Cerdaña y el Rosselló, y permitió financiar la construcción de la fortaleza de Salses. Pero el hecho más preocupante sucederá en el decurso del tercer viaje, cuando Francisco de Bobadilla —con amplios poderes para juzgar al almirante— confiscará la totalidad de su mercancía argumentando que no se habían enviado todas las riquezas promesas a la Corona. De este modo empezó una auténtica campaña de desprestigio público que acabaría con la detención de Colón.
Toda la documentación sobre el proceso contra Colón ha desaparecido. Por fuentes indirectas, se sabe que la Corona requisó toda la documentación que Colón tenía que aportar en defensa propia. Y también se sabe que los informes en que se basaron las acusaciones fueron elaborados por Pere Bertran Margarit y Bernat Boïl, representantes de la Corona. Por lo tanto, no nos debe que extrañar el tipo de juicio-farsa —cosa a la que ya nos tiene acostumbrados la Corona de Castilla— en el cual se vio involucrado primero Cristóbal Colón y después su familia. En un acto de osadía extraordinaria, la Corona se extralimitó cuando desposeyó por medio de falsedades —al navegante más famoso del momento— de todos sus títulos adquiridos merecidamente.
Llegados hasta aquí, la historia del descubrimiento de América es una cuestión inmoral para los catalanes. Desde el siglo XV, la catalanofobia ha marcado las relaciones entre Castilla y Cataluña. No podemos continuar aceptando el origen genovés del Descubridor, no podemos continuar creyendo que la configuración de la tripulación de las tres carabelas fuera castellana y —por encima de todo— no podemos continuar legitimando a Castilla como la promotora de la expedición transoceánica que supuso el descubrimiento del “Nuevo Mundo”. Perdón, según la versión oficial, con la ayuda inestimable de la reina Isabel de Castilla que —con el empeño de sus joyas personales— ayudó a sufragar todos los gastos del viaje. Todo ello, ¡no tiene ningún sentido!
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
- Antonio Rumeu de Armas: En Colom a Barcelona, Editorial Llibres de l’Índex, 2012.
- Eva Sans i Narcís Subirana: El Port de Pals. ANNALS de l’Institut d’Estudis Gironins, Volum LIV, Girona, 2013.
- David Bassa i Jordi Bilbeny: Totes les preguntes sobre Cristòfor Colom. Col·lecció Descoberta, Editorial Llibres de l’Índex, 2015.
- Jordi Vila: Les Capitulacions colombines de 1492: un document català. 1r Simposi sobre la Descoberta Catalana d’Amèrica, Arenys de Munt, 2001.
- Jordi Bilbeny: Cristòfor Colom, príncep de Catalunya, Proa, Col. Perfils, Barcelona, 2006.
- Jordi Bilbeny: Inquisició i Decadència: Orígens del genocidi lingüístic i cultural a la Catalunya del segle XVI, Librooks, Barcelona, 2018.
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Gràcies, Daniela!!!
En tot treball científic, per ser valorat seriosament, hi ha d’haver una publicació reconeguda en l’entorn profesional científic i revisada per altres investigadors. Això val tant per la històrica com per la medicina, la física, la química i d’altres disciplines científiques. Això és el que fan els milers de professionals i doctors a totes les universitats i instituts del món, encara que no en siguin professionals del tema. Si-us-plau, publiqueu les vostres conclusions en algun dels nombrosos mitjans amb alts índex de fiabilitat com per exemple els citats a https://www.scimagojr.com/journalrank.php?category=1202
Sinó, les vostres teories no deixaran de ser hipòtesis.
Estic completament d’acord amb tu, Narcís! El problema és quan ningú de l’Acadèmia vol iniciar un tipus de recerca diferent o, si més no, amb una mirada diferent. En aquest cas, ningú del món universitari ha volgut dirigir una tesi d’aquesta naturalesa. I, aquells que hem estat doctorats sabem que la investigació l’acaba avalant el Ministerio. Seguim a La Plaça.
Només parlaré de Palos, el famós port on va sortir Colom, el relat oficial diu, que era una vila de grans pescadors i mariners, etc. A banda d’aquest relat no hi ha un sol document que parli de Palos. No hi ha drassanes ni cartògrafs ni mariners.
Els romans ja explotaven les mines de Rio Tinto on neix el riu del mateix nom, d’aigües tranquil·les que passen per Palos, contaminats de sulfurs, on mai no hi ha hagut peixos en conseqüència no hi ha hagut pescadors ni mariners. Hi ha un parc temàtic anomenat “Muelle de las Carabelas” però quilòmetres més avall, a prop de La Rábida.
Gràcies, Leandre per la teva aportació. Seguim a La Plaça!
Oriol, si realment ets historiador, hauries d’asegurar-te de que les teves fonts no són un grup d’aficionats a la història sense cap tipus de pràctica científica. Quan Bilbeny i els seus sectaris comencen a afirmar estupideses, no utilitzaven CAP tipus de mètode científic. Quan a desde “Pseudoshistòria contra Catalunya” comencen a rebre pals a punta pala d’historiadors, és quan s’adonen de que escriure història no consisteix en volcar les seves investigacions mal documentades, i en moltes ocasions absurdes, i es comencen a prendre una mica més seriosament la investigació. Però tot i així, que existís un port documentat a Pals, no demostra res més que el fet de que hi havia un port a Pals. Res més. Cap document vincula aquest port a cap expedició a Amèrica.
Com a inversor d’Onze prego més rigurositat amb els articles que s’escriuen. I que no es dongui bombo a les fantasies de pseudohistoriadors sense formació. M’avergonyeix molt com a català que es practiqui pseudohistòria a l’estil espanyol, perquè no ens ajuda en res.
Atès que pel que sembla això va de tenir més o menys pedigrí a l’hora de poder argumentar, m’he permès el detall d’aportar-te els més destacats estudis historiogràfiques –on hi trobaràs amb les corresponents fonts documentals- de principis del segle XX d’historiadors d’indubtable reputació i sobre els quals es basen els estudis actuals. Tots aquests treballs corresponen al període anterior a l’obligada implantació “del espíritu de la raza” per la força de les armes. Si la curiositat no queda satisfeta, et puc facilitar més estudis històrics sobre la veritable identitat d’en Colom que són dels segles XIX, XVIII i XVII, però amb aquestes ja pots estar força entretingut una llarga temporada!
1. Lluís Ulloa. Cristòfor Colom fou català. Barcelona, 1927.
2. Ferran Soldevila. Revista Catalunya, número 46. Barcelona, 1928
3. Ricard Carreras i Valls. La descoberta d’Amèrica: Ferrer, Cabot i Colom. Reus, 1928
4. Antoni Rovira i Virgili. Història Nacional de Catalunya, vol. VII. Barcelona, 1934
5. Ferran Soldevila. Història de Catalunya, Vol. II Barcelona, Edició de 1935.
Estic absolutament en desacord amb les teves afirmacions!
Home, la mirada s’ennuvola quan es practica el cherry picking i s’omet documentació primària per adaptar el relat al que t’interessa, que és el que fan els de l’INH. Si ets historiador saps perfectament el que és el mètode científic, i saps que Bilbeny i cia el practiquen poc (especialment en la seva fase inicial, que era MOLT naïf). Actualment tenen algun historiador i fan les coses lleugerament millor, però el castell no té els fonaments sòlids, i ho saps.
Ai els dogmes de fe… ennuvolen la mirada!
I des-de llavors la mentida i la farsa continua. Esperem que aviat acabi!!
Certament, és una línia de treball a seguir. Seguim a La Plaça!
Excel.lent article que parla del historicidi més gran de castella. Només faltaria afegir l’afirmació d’en Jordi Bilbeny que va fer en els seus estudis sobre Cristòfor Colom, que feia que els catalans eren coneguts o confosos com genovesos pels castellans. Això no era cap elucubració de l’autor, era una afirmació feta, segons ell, per un descendent d’en Colom ja en el segle XVI.
Gràcies, Joan pel comentari. No ho podem explicar tot de cop, atès que hem de deixar arguments pel futur! Però sí, estic completament d’acord amb la teva aportació. Seguim a La Plaça!
Article molt interessant. Lentament la veritat s’imposa.
Està a les nostres mans canviar la mirada i la defensa de la nostra història. Seguim a La Plaça!
Gràcies Oriol! S’hauria de fer públic als mitjans de comunicació nacionals.
A poc a poc, Joan! Seguim a La Plaça.
Gran article, ben documentat i referenciat. Gràcies
Gràcies, Francesc per llegir-nos i seguir-nos! Ens veiem per La Plaça!
Gràcies Oriol per seguir sent, tu i 11Onze, dels que no porten cap motxilla ni econòmica ni constitucional.
La comparació de Palos de Moguer amb Sant Esteve de les Roures és genial.🤦♀️
És la llibertat del nostre temps! Quan el relat és gestionat per persones alienes a la realitat, passen aquestes coses! Gràcies pel comentari, Mercè. Seguim a La Plaça!
👍
Gràcies, Joan! Seguim a La Plaça!