La vida después de ser menor tutelado
La tasa de emancipación se sitúa en veintinueve años, el paro juvenil bordea el 30% y el 90% de las contrataciones son temporales. Este es el contexto en que cada año miles de jóvenes se tienen que emancipar, en situación de riesgo y sin apoyo familiar. Todo es aún más complicado si te emancipas después de ser un menor tutelado.
Son jóvenes que han tenido que irse de casa en circunstancias muy diversas o sin padres que puedan hacerse cargo de ellos, sea de forma temporal o prolongada en el tiempo. La carga emocional detrás de los menores tutelados los obliga a crecer por adelantado y madurar dentro de una sociedad que los estigmatiza y, en el caso de los extranjeros, los discrimina.
La complejidad de la situación se agrava cuando todo esto se tiene que vivir durante la niñez. Garantizar su protección y asistencia es una tarea primordial a escala social que a menudo queda invisibilizada. No podemos poner caras a todos los protagonistas de estas historias, pero intentaremos aportar datos que nos acerquen a su realidad, vivida desde Cataluña. Hablamos con Josep, padre de acogida, y con Joan Carles Martín, director de servicios del ASJTET Girona que gestiona la cooperativa Suara.
Cataluña, pionera en el programa de apoyo a extutelados
Las estadísticas del Departamento de Derechos Sociales de la Generalitat contabilizan, en fecha de mayo de 2021, 7.590 menores en medida de protección, de los cuales 334 han llegado este mismo año. Cataluña fue pionera al reconocer la necesidad de protección para jóvenes extutelados y lo reconoce legalmente desde el 2010. El resto de comunidades autónomas se han sumado en mayor o menor medida, pero la red que se ha creado en Cataluña y su posición geográfica siguen siendo un reclamo para los menores extranjeros que llegan al país.
La Generalitat cuenta con una gran red de apoyo a los menores tutelados a través de la DGAIA, la Dirección General de Atención a la Infancia y a la Adolescencia, que se encarga de velar por los derechos de los niños y procurar que se les ofrezcan oportunidades y calidad de vida. De aquí se deriva, entre otros, el CRAE, el Centro Residencial de Acción Educativa, donde son acogidos cientos de niños y niñas que no acceden a familias de acogida.
Una vez finaliza la tutela del estado, Cataluña todavía les ofrece otro recurso: el ASJTET, el Área de Apoyo a Jóvenes Tutelados y Extutelados que los acompaña, mediante una red de recursos concertados a las entidades, en el proceso de emancipación entre los 18 y los 21 años. Apoyo profesional para acceder a una vivienda, que puede ser asistido o no; apoyo académico para acompañarlos en la formación, e inserción laboral para ganar independencia, junto con una prestación mínima a la cual pueden acceder para iniciar esta nueva etapa de emancipación, a menudo forzada por el contexto.
Niños en busca de un futuro
En el caso de Josep, padre de acogida de un niño de once años, el proceso de emancipación todavía les queda lejos. La acogida implica estar con el menor hasta que los padres se recuperen; por lo tanto, nada les puede asegurar que llegarán juntos a los 18 años.
Será el menor quien decida, en su momento, donde quiere vivir, pero sin duda ellos querrán contribuir en su crecimiento: «Él tiene muy claro que no quiere volver con los padres; nos dice que sus padres no tienen una buena calidad de vida, y él quiere calidad de vida. Nosotros le hemos dicho que puede venir con nosotros y, si quiere seguir estudiando, también lo ayudaremos».
Son el ejemplo de cómo acoger puede suponer el nacimiento de una segunda familia que, a pesar de no ser de sangre, aporta al niño una atención afectiva que nunca había tenido. Él y su pareja son una familia colaboradora a tiempo parcial; por lo tanto, solo lo ven los fines de semana y por vacaciones, a pesar de que mantienen el contacto entre semana y a menudo hacen videollamadas o lo van a ver a los partidos de fútbol.
Nos explica que es apoyo 100% emocional, y que gracias a esta experiencia el niño va mucho mejor en la escuela. De hecho, el día de volver al centro donde está entre semana, les pregunta continuamente por los minutos que quedan hasta la hora de marchar y «volver a su cruda realidad» que aún debe acompañarlo durante siete años más.
Carga emocional a tres bandas
«En este mundo se puede aprender de dos maneras: desde las cosas bien hechas o desde las cosas mal hechas. Estos jóvenes han aprendido a hacer bien las cosas porque la pauta era hacerlas mal por parte de sus padres». Las palabras de Joan Carles describen la realidad de muchos jóvenes extutelados. Una carga emocional a tres bandas para los jóvenes, quienes lo sufren especialmente, pero también para las familias de acogida y los profesionales sociales que se dedican a ayudarlos e intentar facilitarles las cosas.
Se encuentran con que las experiencias vitales que arrastran suelen ser especialmente duras en los autóctonos. Familias desestructuradas, poca calidad de vida, padres sin interés por dar una vida digna a los hijos, abusos y violaciones, y tantas otras circunstancias que hacen que, para algunos jóvenes, acceder al servicio de tutela sea una oportunidad para progresar, y quizás la única. Otros, a pesar de no ser la mayoría, esperarán con ganas los dieciocho años para volver con los padres.
Una emancipación marcada por el estigma social
Lo sufren los autóctonos y se agrava en el caso de los extranjeros. La dificultad de la inserción social para los extutelados se suma a las circunstancias personales y a la carga emocional que la mayoría arrastran. «La característica común que tienen todos es que en casa no han sido protegidos o estimados», nos cuenta Joan Carles. Una realidad a menudo demasiado compleja para vivirla sin acompañamiento familiar, y donde el apoyo que se realiza desde el ASJTET y desde entidades como Suara es vital.
Por suerte, la red de acompañamiento es amplia en Cataluña, pero la demanda lo es más. La llegada masiva de jóvenes extranjeros en los últimos años ha saturado el sistema y ha comportado que muchos autóctonos no sean tutelados si no se encuentran en una situación muy precaria. Para todos ellos, la inserción social es clave para que se puedan adaptar a la sociedad: «Esta es la rueda que se debería romper en un buen estado de bienestar, procurar que los hijos de la gente que ha estado tutelada no sean también tutelados». Una labor social de integración que a menudo queda manchada por el racismo y que ha llevado sus vidas a ser objeto de campañas políticas.
El racismo, la dificultad añadida para los jóvenes inmigrantes
En Cataluña, los menores que han hecho proceso migratorio son actualmente 1.353, un 95,9% de los cuales son chicos, y el 60,7% tienen diecisiete años, es decir, que bordean la edad de emancipación. Tutelar estos menores extranjeros significa que los padres renuncian a su hijo.
Después de años de experiencia, Joan Carles remarca que «no te vas de tu país, de tu casa, en patera o bajo un camión, ni vienes a un lugar donde estás solo porque sí». Muchos persiguen el sueño europeo que les ofrece una oportunidad fuera de su pueblo, donde ya tienen el destino marcado. Otros lo hacen por encargo familiar de ir a trabajar y enviar dinero. Diferentes motivos que describen una dura realidad: miles de menores de edad arriesgan la vida en busca de un futuro.
Explica que desde Suara se encuentran cada día con dificultades para que los jóvenes extranjeros accedan a trabajos o viviendas, a pesar de tener ingresos, hablar el idioma y estudiar. «Necesitamos una sociedad con memoria. Muchos de nuestros abuelos se desplazaron para sobrevivir al salir de la posguerra; no sé si estamos devolviendo lo que debemos. Pero no perdemos la esperanza, nosotros estamos ahí y continuaremos trabajando. Es un trabajo de arquitectura, de ir colocando las cosas una a una para que ellos se puedan ir aguantando y puedan salir adelante».
Unir esfuerzos para ofrecerles una vida digna
Comenta Josep, desde su experiencia, que la acogida y todo lo que rodea a los menores tutelados no solo es un tema invisibilizado sino que, cuando se habla de ello, se opta más por el morbo de la situación que por el apoyo y la atención que realmente se merece la situación. «Hay muchos niños que no encuentran familias y, por suerte, nosotros en nuestro entorno somos un escaparate. Se conoce la adopción, pero no la acogida».
El trabajo psicológico para unos y otros es duro, pero la recompensa es aún mayor, y en esto coinciden todos los testigos. Al fin y al cabo, de eso trata la vida: de aportar, de aceptar debilidades, de sumar fortalezas y que cada uno ponga su granito de arena para construir una sociedad libre y justa donde todos tengan un lugar y, sobre todo, una oportunidad, independientemente del origen o lo que haya vivido.
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Gràcies, Joan! Ens veiem per La Plaça!
Es un tema momt dificil de tractar per la confluctivitat que genera
Hi ha una ressistencia, una por de l’altte del diferent, i aquí s’hi afegeix que son menors
Ho heu fet mokt bé de com ho doneu a conèixer, informació però estar clar que hi han uns sentiments incolcats que fan mal a l’hora de fer inclusió
I si es cert que a Catalunya hi ga una bona xarxa de tenir cura i donar suport, admiro a les families d’acollida i les felicito
Gràcies, Alícia per la teva reflexió. Ens veiem a La Plaça.
Gràcies per tractar aquest tema que sempre m’ha interessat molt i a més conec, i des de la perspectiva en què ho heu fet. És molt fàcil per molts convertir als menors no acompanyats i en general la immigració en el boc expiatori de tots els problemes socials i econòmics dels territoris. I no ho són en absolut, la societat que els acull amb les seves pors, incomprensió, ignorància i manca d’empatia si són realment el major problema. No oblidem q per més institucions que se’n facin càrrec, de res serviran si les mentalitats dels ciutadans no obren la ment, i no adopten individualment actituds i accions integradores de manera més activa.
Totalment d’acord Laura, Ens veiem a La Plaça.
Es ún gran problema que té perspectives d’agreujar-se. Com tot el que no té fàcil sol.lució es deixa de banda. Els menors tutelats necessiten famílies d’ acollida, i aquestes famílies han de ser conscients que en la majoria de casos aquests nanos són conflictius, no perquè siguin diferents sinó per les circumpstàncies en que es desenvolupa la seva vida, el seu creixement. No tothom serveix per fer aquest servei
Per sort, existeix una gran xarxa a casa nostra que ajuda i està al costat de tots els joves, tutelats i extutelats, i els fan més fàcil el camí. 💛
Cuidar la societat és una de les millors inversions
Totalment Miquel. Al final la societat és la suma de tots nosaltres; hem de mirar de cuidar-la el millor que puguem per a què tots hi estiguem a gust.