
El farol de los mercados
Cuando el oro y la bolsa suben a la vez, algo grande se cuece. El “dinero inteligente” ya se ha movido, y el mercado es mucho más frágil de lo que parece. El oro es el refugio del miedo. Las acciones, el reflejo del optimismo. Por eso, cuando ambos activos suben a la vez, los analistas encienden todas las alarmas. Históricamente, esta combinación es rara y suele preceder a momentos de gran volatilidad en los mercados. Y esto es exactamente lo que está pasando ahora.
Este otoño de 2025, tanto el precio del oro como los principales índices bursátiles —S&P 500, Nasdaq y Euro Stoxx— han alcanzado máximos históricos simultáneamente. Según datos del World Gold Council, el oro alcanza ya los 3.380 dólares por onza, con una revalorización del 20% en menos de dos meses.
Mientras, las acciones siguen marcando récords, a pesar de un contexto de inflación persistente y de tipos de interés todavía elevados. Es una contradicción total que el activo del miedo y el activo de la esperanza apuntando hacia arriba a la vez. Este fenómeno no es inédito. En 2020, pocos meses antes del estallido de la pandemia, se dio la misma combinación: oro y bolsa en máximos. Poco después, el mercado se desplomó. Quizás la historia no se repite exactamente, pero a menudo rima.
Cuando el oro sube, algo se cuece
De mayo a agosto, el precio del oro se había mantenido estable, casi dormido. Pero a finales de verano ocurrió algo. En pocos días, el precioso metal comenzó una escalada vertical, con una subida del 20% en menos de ocho semanas. Un movimiento de esa magnitud no se explica sólo por la inflación o por los tipos de interés. Detrás hay algo más profundo.
Según Bloomberg Markets, las compras de oro por parte de inversores institucionales —fondos de pensiones, aseguradoras y bancos centrales— aumentaron un 35% en el tercer trimestre del año. El World Gold Council confirma que, entre julio y septiembre, los bancos centrales sumaron más de 300 toneladas de oro a sus reservas.
En total, acumulan ya más de 1.100 toneladas en doce meses, la cifra más alta registrada desde el final del patrón oro. Estos datos muestran que el movimiento no es casual: los grandes actores del sistema se están protegiendo.
El dinero inteligente ya se ha ido
Cuando los pequeños inversores compran con euforia, los mayores suelen hacer lo contrario. Esta es una de las leyes no escritas de los mercados. Y si queremos saber qué hacen el “dinero inteligente” —los grandes capitales institucionales, como los fondos de pensiones, cobertura, soberanos, aseguradoras, de inversión global y bancos centrales—, hay que mirar un indicador llamado DIX o “Dark Index”. Elaborado por la empresa SqueezeMetrics, el DIX mide el flujo de compras y ventas en los dark pools, mercados privados donde se realizan grandes transacciones lejos de la mirada pública.
Lo que muestran los datos es inquietante. Mientras el S&P 500 rompía récords a finales de agosto, el DIX se desplomaba hasta los valores más bajos de todo el año. Esto significa que mientras el público compraba acciones con entusiasmo, los grandes inversores estaban vendiendo en silencio. El dinero salía de la bolsa para buscar refugio en otro sitio. Y las fechas no mienten: justo cuando el DIX cae, el precio del oro despega.
Según el informe trimestral de JP Morgan Asset Management, durante este período los fondos institucionales han reducido un 12% su exposición a renta variable y han aumentado un 18% su posición en oro físico y ETF apoyados por oro. Es decir, el dinero inteligente ha dejado la fiesta mientras los demás todavía bailan.
Un mercado hipersensible y lleno de pólvora
El segundo indicador clave es el GEX o “Gamma Exposure”, que mide la sensibilidad del mercado frente a pequeños cambios de precio. Cuando el GEX es muy alto, cualquier noticia puede provocar movimientos exagerados —hacia arriba o hacia abajo—.
Y ahora mismo, según la empresa SpotGamma, el GEX global es uno de los más elevados desde 2022. Esto significa que el mercado está en una situación de tensión extrema, como un castillo de naipes a punto de caer. La combinación de un DIX muy bajo —dinero institucional saliente— y un GEX muy alto —mercado nervioso— es explosiva. Porque, históricamente, este patrón ha precedido correcciones importantes. Ocurre cuando el mercado parece más fuerte que nunca… justo antes de la sacudida.
Los bancos centrales mueven ficha
El movimiento hacia el oro no es solo de los inversores privados. Los bancos centrales se han convertido en grandes compradores netos de oro en los últimos años. Por ejemplo, China, Rusia, Turquía e India lideran este cambio de paradigma, con compras mensuales constantes, en una clara estrategia para reducir la dependencia del dólar y reforzar su soberanía monetaria.
El oro, una vez más, se consolida como el activo de confianza universal cuando las monedas fiduciarias —como el dólar o el euro— pierden credibilidad. Esta tendencia refleja también un mensaje geopolítico. Según el FMI, el peso del dólar en las reservas globales ha descendido del 71% en 1999 al 58% actual, mientras que las reservas en oro han aumentado hasta representar cerca del 20% del total mundial.
El mundo se desdolariza poco a poco, siendo el oro el protagonista de esta nueva era monetaria.
J.P. Morgan ya ha mostrado las cartas
Entre las grandes instituciones financieras, algunas ya han dejado entrever cómo interpretan esta situación. Porque según documentos internos filtrados por Market Watch, J.P. Morgan ha apostado por qué el mercado caerá hasta los 5.310 puntos, situando su punto óptimo de beneficio en un escenario claramente bajista.
Es una forma diplomática de decir que el banco no espera más subidas y que considera que el riesgo supera la recompensa.
Marko Kolanovic, estratega jefe del banco, lo expresó con claridad en su último informe trimestral: “Los mercados están más vulnerables de lo que muestran los índices. El riesgo de una repentina corrección es alto, y los inversores institucionales se están reubicando en activos seguros como el oro o los bonos soberanos”.
El farol de los mercados
Si unimos todas las piezas, el relato está claro. El dinero inteligente ha vendido acciones en silencio, se ha refugiado en oro y ha dejado un mercado lleno de inversores pequeños, eufóricos y expuestos. Esto es lo que muchos llaman “el farol de los mercados”: una subida aparentemente sólida, pero sin apoyo real detrás.
Cuando los mayores ya se han ido, la fiesta solamente se mantiene viva por la inercia de los últimos que llegan. Y cuando el primero de ellos apaga las luces, quienes salieron antes vuelven a comprar a precios de saldo. Es un juego repetitivo, conocido y, sin embargo, eternamente efectivo. Los mercados, al final, son un reflejo del comportamiento humano: miedo y avaricia alternándose como las estaciones.
Con los indicadores de volatilidad altos, los bancos centrales acumulando oro y los grandes inversores fuera de bolsa, el escenario parece preparado para un giro brusco. La verdadera pregunta ya no es si va a pasar algo, sino que va a encender la mecha. Puede ser una crisis geopolítica, un banco en apuros o un resultado electoral inesperado. Pero el terreno está seco y lleno de pólvora. El oro no miente. Cuando el dinero más prudente vuelve, es porque algo se acerca. Y como siempre, cuando los mercados parecen más tranquilos, es cuando es necesario vigilar más.
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