El oro sube, las monedas caen

El boom del precio del oro no es un espejismo ni una moda. Es el síntoma de un sistema monetario que se debilita mientras los inversores buscan refugio frente a la pérdida de valor del dinero fiduciario.

 

A principios de año, pocos se atrevían a predecir que el oro superaría los 4.000 dólares la onza. Incluso bancos de inversión como Goldman Sachs auguraban que el metal precioso podría estancarse por debajo de 3.300 dólares. Sin embargo, la realidad ha desbordado las expectativas: el oro ha roto todos los esquemas y los mercados ya hablan de nuevos techos históricos para los próximos años.

Pero, detrás de este espectacular ascenso, existe un mensaje mucho más profundo. Según el análisis de Citadel, uno de los fondos de inversión más poderosos del mundo, el boom del oro esconde una tendencia muy preocupante: lo que llaman “operación de evaluación”. Una estrategia global para dejar que las monedas fiduciarias se devalúen lentamente, reduciendo el peso real de las deudas estatales y, de rebote, el poder adquisitivo de los ciudadanos.

 

La pérdida silenciosa del valor del dinero

Los gobiernos y bancos centrales han convertido a la inflación en una herramienta de supervivencia económica. Después de años de estímulos monetarios, crédito barato e impresión masiva de dinero, el sistema se ha acostumbrado a vivir con una constante dosis de devaluación. Cuando la inflación erosiona el valor de las monedas, la deuda se hace más asumible, pero también los ahorros de los ciudadanos valen menos cada día.

Según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), las economías avanzadas acumulan una deuda pública superior al 112% del PIB, la más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Y tal y como advierte el Banco Central Europeo (BCE), la inflación en la zona euro aún se mantiene por encima del 2,8 % en 2025, pese a la política de tipos elevados. Esa pérdida de poder adquisitivo es el mecanismo silencioso que traslada la factura de la deuda a los ciudadanos.

No es una teoría conspirativa, sino un mecanismo conocido y repetido a lo largo de la historia. Y, como siempre, existe un activo que se resiste: el oro.

 

El oro: el termómetro de la desconfianza

Cuando las monedas pierden credibilidad, el oro gana. A diferencia del dinero fiduciario, no depende de ningún gobierno ni puede imprimirse a voluntad. Es finito, tangible y universal. Por eso, cada vez que el sistema monetario se tambalea, su valor se dispara.

Las cifras hablan por sí solas: según el World Gold Council, los bancos centrales compraron 1.037 toneladas de oro en el 2024, un 4% más que el año anterior, el volumen más alto desde 1967. China encabeza esta carrera, con nueve meses consecutivos de acumulación, seguida por Turquía. Mientras Occidente se debate entre deudas e impresión de dinero, los países emergentes refuerzan sus reservas con activos reales.

Esta tendencia encaja con la que 11Onze ya apuntaba en un artículo anterior de La Plaça: en cuatro años, el oro se ha revalorizado un 85%, y todo indica que seguirá subiendo frente a la debilidad estructural del dólar y la inflación persistente.

Con fecha de octubre de 2025, según Bloomberg, el oro cotiza en torno a los 4.020 dólares por onza, alcanzando un máximo histórico y consolidándose como el activo con mejor rendimiento del último ciclo económico.

 

El sector se mueve y 11Onze analiza

Este movimiento global no solamente refleja una tendencia económica, sino un cambio de mentalidad: los inversores vuelven a buscar activos tangibles y valores reales. El conjunto del sector financiero redescubre el oro como activo estratégico. Bancos, gestores patrimoniales y plataformas de inversión ven un contrapeso ante la pérdida de valor de las divisas.

Pero desde 11Onze mantenemos una visión diferente: no se trata de un producto de inversión más, sino de una herramienta de preservación de valor y soberanía económica. Nuestra experiencia en metales preciosos nos muestra que el oro físico 100% asignado, con custodia profesional y transparencia total, es la única manera real de proteger el patrimonio ante un escenario de devaluación generalizada.

Invertir en oro no es una reacción de miedo, sino un ejercicio de responsabilidad financiera. Es entender que la riqueza no depende solo de lo que ganas, sino de lo que consigues conservar.

Devaluar o preservar: dos caras del futuro económico

Lo que Citadel llama “operación devaluación” puede parecer una sofisticada estrategia de gestión de la deuda, pero para el ciudadano común se traduce en una sustracción silenciosa de su poder adquisitivo. Mientras los bancos centrales buscan oxígeno imprimiendo dinero, el oro ofrece respiro a quien quiere preservar su esfuerzo.

En 11Onze lo hemos dicho muchas veces: cuando el sistema tiembla, el oro resiste. No se trata de abandonar la moneda, sino de equilibrar los riesgos. En un contexto de incertidumbre y devaluación planificada, el oro sigue siendo el refugio más antiguo y fiable del mundo. Porque si el dinero se deshace como el hielo… el oro sigue brillando.

 

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