La decadencia de Europa en el mundo

La Unión Europea se enfrenta a su declive político, económico y militar en el mundo. Los intereses particulares de los diferentes Estados le privan de una voz fuerte en el contexto internacional, donde habitualmente actúa supeditada a los deseos de Estados Unidos. En este contexto, la soberanía real de Europa es casi una utopía.

 

Se avecinan tiempos convulsos en Europa. La guerra de Ucrania ha disparado la tensión con Rusia, que cada vez estrecha más sus lazos con China. El conflicto ha llevado a los gobiernos europeos a reforzar su alianza con Estados Unidos y replantearse sus políticas de defensa y energía. Además, la guerra ha provocado tensiones en el propio seno de la Unión Europea, que probablemente vayan en aumento.

¿Dónde podemos llegar? Es difícil de decir. Europa ha recorrido un largo camino desde el plan Schuman de 1950 y el Tratado de Roma de 1957, que la ha convertido en la segunda mayor democracia y la tercera mayor economía del mundo. Pero, tras el sueño de unión y prosperidad europea que trajo consigo la caída del bloque comunista en 1989, el idealismo europeo se ha ido derritiendo como un azucarillo. Lo ha hecho en un “desorden internacional” tutelado por Estados Unidos y marcado por crisis económicas, pandemias, un proceso de desglobalización parcial y conflictos entre las grandes potencias. 

Nunca como ahora la Unión Europea había tenido que hacer frente a una situación internacional que avanza hacia la multipolaridad y está plagada de crisis que plantean numerosas amenazas y retos. Y ni siquiera ha sido capaz de desarrollar la tan ansiada Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). 

Una certeza: la política exterior sigue siendo uno de los elementos menos integrados de la UE. Así lo demostró, por ejemplo, el canciller alemán Olaf Scholz en un viaje a China a principios de noviembre de 2022. Esta visita recibió una lluvia de críticas por parte de los socios europeos porque denotaba un unilateralismo descanarnado, ya que los intereses de Alemania chocaban con los del resto de los miembros de la Unión Europea. 

 

La desunión europea

 

No es ningún secreto que cada país defiende sus intereses. Como advertía recientemente Martin Wolf, responsable de economía del ‘Financial Times’, algunos de los principales problemas a los que se enfrenta la UE tienen su origen en el hecho de que no es un Estado, sino una confederación de Estados. De ahí se derivan las dificultades de gestionar economías divergentes dentro de una unión monetaria en la que el Banco Central Europeo desempeña un papel esencialmente político para evitar desequilibrios insalvables entre las diferentes economías. 

Se echa de menos una verdadera integración. La realidad es que el mercado único europeo no está integrado como lo está el estadounidense, por ejemplo. La falta de dinamismo en un sector crucial en la actualidad, como lo es el de las tecnologías de la información y la comunicación, se explica en gran medida por este hecho. Es sintomático que solo una empresa europea, ASML, figure entre las diez empresas tecnológicas más valiosas del mundo. 

Nada invita al optimismo. En un contexto internacional más fragmentado y con mayores pulsiones nacionalistas, incluso Alemania, que es el auténtico motor de Europa, cada vez tiene más dificultades para encontrar mercados que absorban su producción. Los elevados costes energéticos son una amenaza para su industria pesada. Y se añade el empuje de China y los avances de Estados Unidos hacia una política intervencionista y proteccionista. 

Esta situación hace que se eche de menos una verdadera política europea común, lastrada por los intereses nacionales particulares, que incluso amenazan la existencia del mercado único. 

 

El rol europeo en el mundo

 

Una cuestión vital para Europa, como señala Wolf, es definir qué papel quiere desempeñar en el mundo, si desea seguir siendo un aliado “servil” de Estados Unidos, convertirse en un puente entre bloques o recuperar el estatus de potencia. La primera opción parece la más plausible, ya que para volver a convertirse en una potencia necesitaría una unión política y fiscal mucho más profunda, además de superar las desconfianzas internas.

El ascenso de China, India, Rusia y otros países como potencias económicas y militares obliga a la Unión Europea a ser un actor con una única voz en asuntos de importancia global si aspira a ser uno de los “polos” relevantes en el futuro multipolar. Pero, cuanto más activa e independiente quiera ser la Unión Europea, más crucial será profundizar en su federalismo, un proceso plagado de espinas por las reticencias nacionalistas.

El auge populista

 

El avance de los movimientos populistas en Europa desde la crisis financiera de 2008 y la crisis migratoria de 2016 supone una amenaza en este sentido. La mayoría se caracterizan por su euroescepticismo, ya que consideran que la raíz de los problemas socioeconómicos en Europa es la integración europea y la toma de decisiones de Bruselas. 

No estamos ante un movimiento marginal: un estudio del Pew Research Center muestra que los partidos euroescépticos ya ocupan el 29% de los escaños del Parlamento Europeo, la cifra más alta de la historia. Por tanto, una parte importante de quienes toman las grandes decisiones sobre el futuro de la Unión Europea son también quienes se oponen a una mayor integración. Y, sin esa integración, es difícil que Europa recupere un papel protagonista en el panorama internacional.

 

Escasos avances

 

La Unión Europea estableció diversas prioridades para el periodo 2019-2024, entre ellas la protección y la libertad de los ciudadanos, el desarrollo de una economía fuerte, la sostenibilidad en Europa y la promoción de los valores e intereses europeos a escala mundial. Por desgracia, los avances en estos ámbitos han sido escasos.

Vivimos en un mundo caracterizado por el desorden, el creciente proteccionismo y los conflictos entre grandes potencias. Sin duda, no es el mundo con el que soñaban los fundadores de la Unión Europea. Pero si sus dirigentes actuales desean preservar algo del espíritu original, deberían fortalecer las bases del proyecto y avanzar hacia una soberanía real de Europa. Para ello sería imprescindible frenar la desindustrialización, impulsar la transformación digital, profundizar en la integración y establecer una voz única en el mundo.

 

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Equip Editorial Equip Editorial
  1. Manuel Bullich BuenoManuel Bullich Bueno says:
  2. Juan Carlos PaniaguaJuan Carlos Paniagua says:
    Juan Carlos

    Tens molta raó pel que fa a la supeditació als Estats Units: la manca de neutralitat d’Europa en el conflicte d’Ucraïna està fent molt de mal a l’economia europea a favor de l’americana (compra de gas, armament, etc.).

    • AlbertAlbert says:
      Albert

      Sí, Juan Carlos. Europa mai no parla amb una única veu i, a sobre, encara està fortament supeditada als Estats Units, herència de la “guerra freda”. Tanmateix, l’escenari d’una Rússia envaint (i annexionant-se) Ucraïna, sense que Europa hi intervingués, però amb uns Estats Units donant suport a Ucraïna, també fora un escenari estrany, on no seria descartable que l’economia europea també rebés. La posició internacional europea és sempre incòmoda, perquè només una unió política més forta podria fer que la política exterior europea fos coherent i forta.

      Hace 11 meses
  3. Jordi FerréJordi Ferré says:
    Jordi

    Si cada país només mira pels seus interessos, anem malament.

    • AlbertAlbert says:
      Albert

      Dissortadament, és així. I pel que fa a Europa, això especialment agreujat, atès que, com més va, més difícil és posar d’acord tantes veus discordants. Gràcies pel teu comentari, Jordi!

      Hace 11 meses
  4. Joan Santacruz CarlúsJoan Santacruz Carlús says:

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