Historia de las crisis: cae el mundo antiguo (1/2)

Desde que el ser humano abandonó el nomadismo para constituirse en sociedades sedentarias, la aparición de la estratificación social, basada en la acumulación de riqueza, fue una realidad. Desde entonces se han alternado periodos de bonanza y de crisis. En esta primera parte, repasamos con el agente 11Onze e historiador, Oriol Garcia Farré, la historia de las grandes crisis de los siglos XVII, XVIII y XIX.

 

En el nacimiento del capitalismo incipiente, las crisis surgieron sobre todo por la expansión de los mercados, los grandes monopolios comerciales, el consumo de productos de moda y las malas cosechas provocadas por cambios medioambientales. Desde la crisis de los tulipanes, hasta las compañías del mar del sur, pasando por las guerras napoleónicas, los problemas de la deuda, la depreciación, la inflación y la consiguiente caída de regímenes políticos emergieron como lo hacen hoy en día. ¿Cómo se lo hicieron entonces? ¿Cómo estas crisis hicieron caer el antiguo régimen? Las respuestas que encontraron nos pueden ayudar a comprender nuestro aquí y ahora.

 

1637: ¿Por qué los tulipanes cuestan tanto?

Con la Unión de Utrecht, las 17 Provincias Unidas se conjuraron para trabajar juntas para deshacerse de la ocupación de la Corona de Castilla. Esta lucha común les permitió vivir una pujanza económica y comercial que las llevó a uno de los periodos más dorados de su historia. El proceso de crecimiento económico hizo eclosión a principios del siglo XVII, cuando ya constituidas como República Holandesa, se convirtieron en la primera potencia económica mundial. ¿Era posible compaginar la ética protestante y el espíritu del capitalismo surgido de los monopolios comerciales de los mares del Japón?

Sí, y el pintor neerlandés Frans Hals lo retrató. El artista, considerado el gran retratista flamenco del siglo XVII, pintó para la posteridad infinidad de retratos para las clases acomodadas holandesas, que tenían mucho interés en dejar constancia de su buena fortuna. Un claro ejemplo es su conocido cuadro ‘Retrato de una pareja’, que muestra a un matrimonio cogiéndose de la mano, símbolo de lealtad.

En este contexto de exuberancia económica, fue cuando los tulipanes adquirieron una relevancia incomprensible, dado que se convirtieron en la expresión de mayor ostentación económica que se podía mostrar en público. Para que nos hagamos una idea, durante la década de los años 20, un solo bulbo de tulipán se podía vender fácilmente por 1.000 florines, mientras que el sueldo medio anual de un holandés era de 150 florines. Es decir: un neerlandés medio tenía que trabajar durante casi diez años para adquirir un bulbo de tulipán exótico.

Este exotismo desmesurado desembocó en una locura por la compra de tulipanes a futuro que duraría años, hasta llegar a provocar una crisis financiera descomunal y la quiebra total del sistema económico holandés a partir del 6 de febrero de 1637. Esta burbuja de los tulipanes que estalló quizás nos recuerda a la burbuja inmobiliaria del 2008 y las malditas hipotecas ‘subprime’.

 

1720: Quien tiene un amigo, tiene un tesoro

Si te ofrecen la oportunidad de invertir en una empresa y te aseguran que te reportará muchísimos beneficios, seguramente te lo pensarás. Después, te harás la siguiente pregunta: ¿esta empresa exactamente qué produce para generar tantos beneficios? En la Inglaterra de principios del siglo XVIII, muchos inversores —pequeños, grandes y muy grandes— obviaron la pregunta. De hecho, ni siquiera se la plantearon.

El afán por conquistar nuevos mercados para incrementar las balanzas comerciales de las principales monarquías europeas —castellana, francesa e inglesa— provocó importantes conflictos bélicos continentales. Y, todos ellos, comportaban unos elevadísimos costes económicos para los erarios públicos. Por eso, se vieron obligadas a buscar el control de nuevos territorios de ultramar, principalmente de las Américas; y el dominio del mundo, en general.

La emisión de deuda era una de las fórmulas empleadas por los Estados para financiar sus políticas expansionistas. En la Inglaterra de 1719, la Compañía de los Mares del Sur era una de las muchas empresas que compraban parte de la deuda. A la vez, la empresa emitía acciones para financiarse y con este dinero volvía a comprar deuda. Sin embargo, a diferencia del resto de competidores, la Compañía de los Mares del Sur consiguió un acuerdo crucial de exclusividad al convertirse en la única compañía inglesa con potestad para comerciar directamente con las colonias sudamericanas de la Corona Castellana.

Este acuerdo provocó que los mercados financieros se vieran desbordados por una gran euforia compradora de acciones de la compañía. Aun así, no tenemos que olvidar que todo este engranaje —lleno de trucos organizados—, estaba urdido por el Estado inglés para financiarse. El hecho curioso es que esta compañía prácticamente no ejerció nunca ninguna actividad, pero sus acciones subieron más de un 1.000% en menos de un año.

Aun así, cuando la euforia desapareció y los precios de las acciones colapsaron, hubo una crisis de liquidez, que se extendió por toda la economía inglesa y desencadenó en una crisis de dimensiones bíblicas. Por delante se llevó a miles de inversores que lo perdieron todo, el gobierno dimitió en bloque, el Parlamento se disolvió y una comisión gestora se hizo cargo de la gestión del país. Los representantes de la Compañía de los Mares del Sur acabaron todos en la Torre de Londres. Finalmente, Inglaterra entró en una larga y profunda recesión económica que duró décadas.

“¿Qué pasa cuando empiezas a construir la capital de los EE. UU. y más del 40% de los terrenos son privados? La North American Land Company provocó la derrota de la red crediticia del Atlántico, y acabó para acelerar el colapso del sistema”

1797: La construcción de una nueva capital

Reunidos en la ciudad de Filadelfia, 55 representantes de las antiguas colonias americanas se disponían a redactar una innovadora y revolucionaria Carta Magna para la incipiente nación. Atrás quedaba la guerra y el futuro parecía prometedor. La nueva constitución —de raíz ilustrada— se inspiraba en los principios de la libertad y la igualdad. Aquella generación de europeos que habían crecido y luchado para implementar los principios de la razón en sus sociedades, observaron el revolucionario sistema democrático y republicano de los recientemente nacidos Estados Unidos como el paso definitivo hacia la modernidad. A partir de entonces, todos los hombres serían iguales por naturaleza y ante la ley.

La constitución norteamericana planteaba la creación de un gobierno federal, limitado en sus competencias, pero superior en los Estados, equipado con ramas ejecutiva y judicial, y un cuerpo legislativo bicameral: el Senado y la Cámara de Representantes. ¿Y todos estos organismos, dónde se debían ubicar? ¿Se tenía que construir una nueva capital para ello?

Las discusiones para decidir la ubicación fueron largas y tensas, aunque al final se decidió que se construiría en unos extensos terrenos sobre el río Potomac, en el sur de Baltimore. El urbanismo de la capital tenía que representar el espíritu ilustrado mediante grandes avenidas, rotondas, extensas zonas ajardinadas, y todo tenía que respirar un estilo neoclásico. Aun así, ¿qué pasa cuando empiezas a construir la capital y más del 40% de los terrenos son privados?

La North American Land Company pretendía, con la compra de los lotes de tierra, venderlos a inversores europeos. Aun así, esta venta masiva no se materializó, porque Europa estaba demasiado entretenida con Napoleón, causante principal de la tensión monetaria y la retirada masiva de depósitos de los principales bancos europeos. Por eso, la North American Land Company accedió a los principales mercados crediticios europeos —inglés, francés y holandés—, provocó la derrota de la red crediticia del Atlántico, y acabó por acelerar el colapso del sistema y en una importante frenada comercial.

 

1815: El mundo después de Viena

Una figura a caballo emergió entre las nieblas matinales en la Prairie de la Rencontre, cerca de Grenoble. Dirigiéndose al ejército —que lo venía a detener por haberse escapado de la isla de Elba— gritó: “¡Soldados, soy vuestro emperador! ¿No me reconocéis?”. Al cabo de un mes y medio, entraba en París entre gritos de “¡Viva el Emperador!”. La historia estaba dispuesta a darle una nueva oportunidad a Napoleón Bonaparte.

La restauración de la monarquía francesa —y, por lo tanto, del antiguo régimen— chocaba de pleno con el espíritu revolucionario que Napoleón había estado combatiendo durante casi dos décadas. Parecía que las dos concepciones sobre la gestión del poder eran irreconciliables y había que dirimirlo en el campo de batalla. Realmente, ¿Waterloo significó el fin del sueño revolucionario de Bonaparte?

Los vencedores de Waterloo —Austria, Gran Bretaña, Rusia, Prusia y Francia— se citaron en Viena para restaurar el antiguo orden prerrevolucionario. Convencidos de enderezar la situación, pronto se dieron cuenta de que las guerras napoleónicas habían producido unos cambios radicales y profundos en Europa, así como en otras partes del mundo. Todos los esfuerzos por revertir las políticas napoleónicas fueron infructuosos. 

Durando casi 20 años, la subyugación de los países europeos bajo el Imperio Francés permitió introducir muchas de las características liberales de la Revolución Francesa: la democracia, las leyes, el proceso judicial de las Cortes, la abolición de la servidumbre, la reducción del poder de la Iglesia católica y la demanda de límites a los poderes de la monarquía. Uno de los legados más importantes de la expansión napoleónica en Europa fue la instauración del derecho civil y sus instituciones.

“Convencidos de enderezar la situación, los vencedores de Waterloo pronto se dieron cuenta de que las guerras napoleónicas habían producido unos cambios radicales y profundos en Europa y el mundo. Todos los esfuerzos por revertirlos fueron infructuosos”

1845: El genocidio gastronómico de la patata

A partir del siglo XII, Irlanda cayó bajo el dominio de Inglaterra, que trasladó a la isla población no autóctona para que se establecieran como colonos. En el siglo XIV, se impusieron las llamadas Normas de Kilkenny, que prohibían los matrimonios mixtos, así como el uso del gaélico y las costumbres del país. Oliver Cromwell, en el siglo XVII, ordenó la confiscación de tierras y otros bienes de los católicos irlandeses, que podían pasar a manos de los colonos protestantes ingleses, los únicos que podían obtener beneficios de las tierras.

Antes de esta confiscación, la alimentación tradicional irlandesa se basaba en cereales, carne, lácteos, verdura y frutas. Después de la confiscación, grandes cantidades de productos —cereales, ganado, lácteos, aves— empezaron a salir diariamente de los puertos irlandeses hacia Inglaterra. Por ello, los irlandeses fueron forzados a mantener una dieta exclusivamente a base de patatas y leche.

Y de repente, en 1845, en las plantaciones de patatas apareció una terrible plaga provocada por el hongo ‘Phytophthora infestans’, que se extendió rápidamente y afectó de manera fatídica a todos los cultivos de patatas. La plaga desencadenó un terrible episodio de hambre por todo el campesinado irlandés, y causó la muerte de más de un millón de personas. Mientras tanto, el Parlamento inglés no tomó ninguna medida para ayudar a los campesinos irlandeses: únicamente envió a Irlanda a unos 200.000 soldados para mantener la situación comercial bajo control y evitar el levantamiento de la población. De este modo, se aseguraba que decenas de millones de reses, toneladas de harina, grano, aves y productos lácteos salieran del país.

Ante esta situación tan dramática —agraviada por unos rigurosos inviernos—, entre 1845 y 1849, más de un millón y medio de irlandeses decidieron dejar de pasar hambre en las verdes estepas y emigrar al nuevo mundo.

 

1866: Rentabilidades ficticias

Ciertos estudios técnicos demostraban que en Ogassa —población situada debajo del Taga— había abundancia de carbón, hecho que permitía la explotación de la zona a gran escala. Esta extracción planteaba la necesidad de construir una red moderna para transportar el material a bajo coste hasta Barcelona para hacer funcionar las modernas máquinas de vapor de la incipiente industria textil. Por este motivo, se destinaron gran cantidad de recursos económicos —públicos y privados— a la construcción de la red ferroviaria catalana. Con esta infraestructura se pretendía conseguir una industria más competitiva y diversificada.

Rápidamente, la Monarquía se subió al carro del desarrollo territorial para todo el ámbito estatal. Y la historia nos ha enseñado que la construcción de una nueva gran infraestructura a escala estatal requiere muchos recursos económicos. Muchísimos. Por eso, se tuvo que reformar el sistema financiero estatal por medio de dos importantes leyes: la Ley de Bancos de Emisión y la Ley de Sociedades de Crédito.

Pero los mecanismos financieros que habían hecho posible la gran expansión de la década tocaron fondo en 1866 con el crac de la Bolsa de Barcelona. Simplificando mucho, los motivos fueron tres. 

El primero, la progresiva acumulación de pérdidas de las principales empresas acreedoras —como por ejemplo, Catalana General de Crèdit, muy implicada en la construcción y explotación ferroviaria—, que fueron demostrando que sería imposible recuperar todas las inversiones realizadas. Segundo, la intensa participación de la sociedad en el negocio ferroviario, tanto en forma de acciones y obligaciones en cartera como en préstamos garantizados, que sería afectada por una caída drástica de su cotización. Y tercero, el incremento desmesurado de los tipos de interés, con los efectos inevitables sobre todo el sistema financiero. Todo ello acabaría agotando todos los recursos económicos atesorados durante décadas.

“Los ‘rabassaires’ tuvieron que elegir: perder la mayoría de los antiguos derechos sobre la tierra o emigrar a la ciudad y ser mano de obra barata para las modernas fábricas textiles”

1879: La muerte de las viñas

La Sentencia Arbitral de Guadalupe —de finales del siglo XV—, puso fin a la cuestión de la remensa en Cataluña. Una de sus consecuencias fue sobre la propiedad de la tierra, que se fue disgregando. Las grandes propiedades se fueron parcelando en régimen de enfiteusis, pareciendo a un arrendamiento, por medio de un contrato de ‘rabassa’ —o de cepa— muerta. Este instrumento jurídico tenía como objetivo la cesión al campesino de unas tierras yermas, es decir, no trabajadas, para que plantara cepas y trabajara la viña mientras las cepas que había plantado vivieran. De este modo, el campesino se convertía en usufructuario de las tierras que cultivaba, a cambio de pagar un censo anual al propietario.

A lo largo de los siglos XVIII y XIX, las principales comarcas catalanas productoras de vino incrementaron exponencialmente su producción agraria, a causa de una fuerte demanda del mercado. Este hecho llevó al incremento espectacular de explotación de nuevas tierras, con la consiguiente necesidad de una abundante mano de obra y, a la larga, un aumento demográfico. La década de los años 80 del siglo XIX, Cataluña vivió la edad de oro de la vitivinicultura, mientras Francia estaba infectada por la filoxera.

Este insecto americano atacaba las raíces de la viña y las mataba lentamente, lo cual explica su lenta extensión territorial. Pero la filoxera saltó en Cataluña por el Empordà en 1879. En 1893 llegó al Penedès, donde en ocho años arrasó hasta 385.000 hectáreas de viña. Y en 1899 llegó a la Terra Alta.

Cegados por los beneficios, aquella generación solo pensó en el corto plazo. Ni se planteó la posibilidad que la filoxera los afectara, ni mucho menos que los campesinos tuvieran que arrancar las cepas y, todavía menos, pasar un tiempo sin producir. Y, si las cepas se morían, ¿qué pasaría con los contratos de ‘rabassa’ muerta? La situación se complicó. Y mucho. 

Antes que nada, se sustituyeron el 99% de cepas europeas —‘Vitis vinifera’— por cepas americanas —‘Vitis rotundifolia’—, dado que son mucho más resistentes a la filoxera. Y segundo, los propietarios de las tierras consideraron rotos los contratos de ‘rabassa’ muerta con la muerte de las cepas, a pesar de que los ‘rabassaires’ pedían la renovación de los contratos por la excepcionalidad de la situación. Dado el aumento de la conflictividad, las opciones fueron encaminadas en dos direcciones: que los antiguos ‘rabassaires’ fueron aparceros, lo cual quería decir perder la mayoría de los antiguos derechos sobre la tierra o emigrar en la ciudad, y acontecer mano de obra barata para las modernas fábricas textiles.

 

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Equip Editorial Equip Editorial
  1. Cristina MestreCristina Mestre says:
    Cristina

    Molt interessants les crisi que has analitzat! Algunes m’han semblat ben curioses…a veure amb què ens sorprens a la segona part!

    • Oriol Garcia FarréOriol Garcia Farré says:
      Oriol

      Gràcies, Cristina! La història està plena de curiositats diabòliques! La segona part hem treballat crisis més conegudes i molt més estudiades per proximitat temporal. Seguim a La Plaça!

      Hace 2 años
    • Jennifer Roca Civit says:

      Moltes gràcies pel teu comentari, Cristina! Celebrem que t’agradi!

      Hace 2 años
  2. Manuel Bullich BuenoManuel Bullich Bueno says:
    Manel

    Molt interessant.

    • Oriol Garcia FarréOriol Garcia Farré says:
      Oriol

      Gràcies, Manuel per seguir-nos i llegir-nos! Ens veiem per La Plaça!

      Hace 2 años
    • Jennifer Roca Civit says:

      Moltes gràcies, Manuel, ens veiem per la Plaça!

      Hace 2 años
  3. Pere SorianoPere Soriano says:
    Pere

    Molt interessant la història. No aprenem, repetim i repetim errors. Cobdícia, odis, incompetència ….. Fins quan. Gràcies.

    • Oriol Garcia FarréOriol Garcia Farré says:
      Oriol

      Totalment d’acord, Pere! Malgrat tot, s’ha de treballar per revertir la situació i, això passa per una educació financera de la societat per tal que els pillos no ens ensarronin! Ens veiem per La Plaça.

      Hace 2 años
  4. Santiago VázquezSantiago Vázquez says:
    Santiago

    Molt interessant, tot i que es demostra que mai aprenem rès de les errades del passat 🥴🥴🥴

    • Oriol Garcia FarréOriol Garcia Farré says:
      Oriol

      Correcte, Santiago! No aprenem. Seguim a La Plaça!

      Hace 2 años
  5. Josep RuaixJosep Ruaix says:
  6. alicia Coiduras Charlesalicia Coiduras Charles says:
    Alicia

    Gràcies Oriol fas que l’h8storia es visqui com si fos ara,la sobreexplotacio i acumulacio juntament amb mala gestió diria que son els punts comuns d’aquestes crisis

    • Oriol Garcia FarréOriol Garcia Farré says:
      Oriol

      L’ambició desmesurada. Si les coses les féssim amb mesura seria bo, però quin és el límit de la mesura? Seguim a La Plaça.

      Hace 2 años
  7. Mercè ComasMercè Comas says:
    Mercè

    La mena d’història que cal saber per entendre el món. En diferents contextos gairebé tot es va repetint, no escarmentem.
    Crisi per estirar més el braç que la màniga.
    Crisi Per creure que regalen duros a 4 pessetes.
    Crisi per no veure a venir el que ja està venint (Filoxera, Els pagesos no s’informaven com ara)
    Crisi cruel: La de la patata, és un capítol apart.
    Gràcies, Oriol.

    • Oriol Garcia FarréOriol Garcia Farré says:
      Oriol

      Diuen Mercè, que l’home és l’únic animal que ensopega dues vegades amb la mateixa pedra! Seguim sense aprendre del passat. Seguim a La Plaça!

      Hace 2 años
  8. Daniela SimónDaniela Simón says:
    • Oriol Garcia FarréOriol Garcia Farré says:
      Oriol

      Gràcies, Daniela per llegir-nos i seguir-nos! Ens veiem per La Plaça.

      Hace 2 años
    • Mònica Cornudella says:

      Gràcies per seguir-nos, Daniela. Ens continuem veient a La Plaça!💛

      Hace 2 años
  9. Joan Santacruz CarlúsJoan Santacruz Carlús says:

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