Deuda pública: ¿estímulo o losa para la economía?

La deuda pública en el mundo se ha disparado en los últimos años y sus cifras ya son similares a las del PIB global. Aunque puede ser un recurso muy útil para estimular la economía en momentos de estancamiento o para mejorar la competitividad de un país, los actuales niveles de deuda generan mucha inquietud por su capacidad para lastrar el crecimiento.

 

En macroeconomía, la deuda pública no se considera necesariamente algo malo. De hecho puede ser muy positiva. Aunque cueste digerir esta afirmación contraintuitiva, lo cierto es que los Estados la han utilizado desde hace siglos para financiarse sin que, en la mayoría de los casos, haya conducido a la ruina de los países. 

¿Qué determina entonces su incidencia positiva o negativa en la evolución de la economía? ¿Por qué lo que debería ser un recurso puede convertirse en una losa? Hay tres factores clave: cómo se utiliza ese dinero, el contexto competitivo global y el volumen de deuda. 

 

Aceite para el motor económico

La economía es un complejo engranaje que periódicamente pasa por altos y bajos, en ciclos que se van encadenando. Cuando ese engranaje se encalla, la deuda pública puede servir como lubricante para mejorar su funcionamiento. De ahí que los Estados tiendan a aplicar políticas de inversión pública expansivas cuando la economía se estanca y deban aprovechar los ciclos de crecimiento económico, en los que aumentan sus ingresos gracias a la mayor recaudación, para equilibrar sus cuentas.

La deuda pública tiene consecuencias tanto en el presente como en el futuro. El objetivo más inmediato es facilitar recursos para evitar el colapso económico. Si en un contexto de crisis una empresa normalmente rentable ve reducidas sus ventas y entra en números rojos, podría llegar a cerrar. Como consecuencia, aumentaría el paro y lo que hasta entonces eran ingresos para el Estado gracias a los impuestos sobre sus ventas pasarían a ser gastos en forma de prestaciones por desempleo. A su vez, los menores ingresos de los trabajadores reducirían su capacidad adquisitiva, con lo que cada vez más empresas se verían en una situación precaria por la reducción de la demanda.

Por eso la deuda pública se utiliza en un primer nivel para frenar la sangría en situaciones excepcionales a través de ayudas y estímulos fiscales que eviten la destrucción de tejido productivo. Esto explica, por ejemplo, que ahora se plantee una rebaja en la cuota de autónomos para evitar el cierre de muchas microempresas. E incluso el subsidio por desempleo y otros gastos corrientes se podrían considerar instrumentos para evitar que la demanda se desplome en un contexto de estancamiento o recesión.

Si el endeudamiento coyuntural hace posible que el sistema tome aire y vuelva a ser competitivo sin los estímulos públicos, la economía podría salir reforzada. Pero si ese endeudamiento tan solo sirve para mantener vivo el tejido productivo de forma artificial, estaríamos ante una economía zombi, incapaz de sobrevivir sin los estímulos públicos, así que la deuda podría cronificarse. De ahí la importancia de cómo se utiliza la deuda pública y de acompañar esa inversión de las necesarias reformas estructurales.

 

Competitividad, la palabra mágica

Más allá de parar el golpe en una crisis, la deuda pública también puede servir para aumentar el potencial de crecimiento de una economía. La inversión pública en infraestructuras, educación, sanidad o políticas activas de empleo puede fortalecer las bases para el futuro desarrollo.

Aunque en un primer momento pueden crecer el déficit y la deuda, como contrapartida tendremos una economía más fuerte. Y eso supondrá una mayor capacidad para hacer frente al pago de intereses y la amortización de la deuda gracias a la mayor recaudación.

Un ejemplo de buena praxis comunmente aceptado es la inversión que supuso la American Recovery and Reinvestment Act tras la crisis financiera de 2007-2008. Los más de tres cuartos de billón de dólares de gasto aprobados por el Congreso estadounidense permitieron modernizar las infraestructuras y redes tecnológicas en Estados Unidos. Además, la reforma sanitaria y del sistema de desempleo mejoró la cohesión social. Todo ello ha contribuido a que la economía estadounidense se encuentre a día de hoy en una situación un poco menos comprometida que la europea.

De todas formas, desde hace bastantes años los países desarrollados se enfrentan a una inquietante pérdida de competitividad, lo cual complica su crecimiento económico y limita su capacidad para equilibrar sus niveles de deuda.

 

Los riesgos de una deuda excesiva

Es necesario tener presente que, aunque la deuda no sea mala en sí misma, supone un compromiso de devolución con intereses en el futuro. Y eso puede llegar a restringir el margen financiero y presupuestario del Estado si no se produce un aumento de ingresos que lo compense. Además, la emisión de deuda pública puede atraer capital que de otra manera se destinaría a la financiación del sector privado.

Aunque el límite de deuda pública que establece el Tratado de Maastricht para los Estados es del 60 % de su PIB, el conjunto de países de la zona euro ya lleva un año por encima del 100 %, según datos de Eurostat. La situación fuera de Europa no es mejor, ya que el Fondo Monetario Internacional estima que, a finales de 2021, la deuda pública global representaba el 100 % del PIB mundial. Y la situación podría empeorar si la crisis se acentúa.

España ya lleva más de una década por encima de la recomendación del 60 %. De hecho, el Fondo Monetario Internacional (FMI) hizo una serie de advertencias a España en marzo ante el riesgo de que la deuda se cronifique en cotas superiores al 115% del PIB. Pero, en vista de la evolución actual, será difícil que esa ratio se reduzca en el futuro próximo. Y más si tenemos en cuenta la estructura demográfica, que en los próximos años disparará el gasto en pensiones.

La mayoría de economistas advierten contra ese exceso de deuda pública. Es significativo que una revisión de 40 estudios publicados durante la pasada década indique que 36 de ellos concluyen que la deuda tiene una influencia negativa en el crecimiento económico.

 

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Equip Editorial Equip Editorial
  1. Joan Santacruz CarlúsJoan Santacruz Carlús says:
  2. Mercè ComasMercè Comas says:
    Mercè

    Sí que és un tema complex.
    Recordo fa anys, quan l’economia no tirava i va aparèixer el mot “atur”, dèiem : Que el govern faci carreteres, a Alemanya ho fan. Sentíem campanes sense saber ben bé d’on venia els so. Gràcies per fer entenedor el paper de l´estat en l’economia, amb la seva segona gran arma, el deute públic.

  3. Francesc Estafanell PujolFrancesc Estafanell Pujol says:
    Francesc de Borja

    Un tema d’una verta vomplexitat explicat d’una manera entenedora. Bona feina!

  4. Manuel Bullich BuenoManuel Bullich Bueno says:
    Manel

    Molt bon article👍

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