Pedro II el Grande y el Canigó
¿Qué alcance histórico tiene el relato que aparece en la “Crónica Fratris Salimbene di Adam Ordinis Minorum” que da fe de una hipotética ascensión del rey Pedro II el Grande a la cima del Canigó, en 1285? ¿Y qué relación existe entre esta narración y la revuelta popular acaecida en Sicilia en la primavera de 1282, conocida como las vísperas sicilianas?
A finales del siglo XIII, el viejo fraile franciscano Salimbene de Adán o de Parma (1221-1290), recluido en el monasterio de Montefalcone, realizando un acto de memoria, redacta sus impresiones personales sobre su azarosa vida. No es un cronista apocalíptico, sino profético. No propone una visión tremendista de su mundo, sino que narra unos hechos para su posterior reflexión. Su “Crónica Fratris Salimbene di Adam Ordinis Minorum” escrita entre 1283 y 1290, es algo de todo: autobiográfica, historia del orden, historia de las ciudades del norte de Italia, crónica universal del tiempo de Frederic II Hohenstaufen “stupor mundi” o diario de viajes a Francia e Italia.
El origen del mito
En otoño de 1889, G. Uzielle publicaba dentro del “Bollettino” del Club Alpino Italiano un extenso artículo titulado: “Leonardo da Vinci y le Alpi”. Este trabajo estaba complementado por tres apéndices, el tercero de los cuales respondía al título: “Ascensione di Pietro III de Aragona al Canigou”. De hecho, se trata de un fragmento (pág. 354 – 355 de la primera edición) de la célebre crónica de Salimbene de Adam.
La primera edición moderna de la crónica se realizó dentro de la obra “Monumenta Historica ad provincias Parmensem et Placentinensem pertinentia, III” (Parma, 1857). La segunda edición, más completa y elegante, fue dirigida por Oswald Holder-Egger y la podemos encontrar en el “Monumenta Germania Historica: Scriptores, libro XXXII” (Hanover, 1906). Así pues, la importancia de Salimbene de Adán por el Pirineísmo se debe al folio 459 (pág. 597 – 599 de la segunda edición) que lleva por nombre: “Sobre la muerte del rey Pedro de Aragón”.
El contexto en el que aparece el artículo de Uzielle en el “Bollettino” italiano es el contexto en el que se está a punto de materializar la gran obra del Pirineísmo escrita por Henri Beraldi: “Cent ans aux Pyrénées”. Con la edición de esta magna obra —siete volúmenes en total— se empieza a edificar el corpus de conocimientos que posteriormente conoceremos como Pirineísmo el cual se trata de una mezcla entre la práctica deportiva combinada con la emoción estética y cultural, siempre desarrollada en la cordillera de los Pirineos. De alguna manera, el Pirineísmo fue creado como el antagónico en el Alpinismo, porque este solamente representaba la práctica deportiva.
Beraldi, como bibliófilo empedernido, crea todo este mundo; rescata personajes del pasado: De Carbonnières, Russell, Cadier, Passet, los ingenieros geodésicos, Brulle o Lister, etc. Los grandes mitos de las grandes hazañas pirenaicas están presentes. Pero la cosa no termina ahí. Hacia 1911, Beraldi firma un artículo titulado “Tentative de Pierre III au Canigou”, publicado en “Le passé du Pyrénéisme”, donde escribe: “Finalmente, nos encontramos ante un primer hecho bien caracterizado de alpinismo. Subir para subir, para conquistar una cima. Tres años después de las Vísperas Sicilianas. Ascensión por Vallmanya o Taurinyà, ascensión de Els Cortalets seguida hasta el hoyo de Els Estanyols, un lugar muy impresionante con un tiempo oscuro; sobrevenida brusca de una broma negra. Con pocas palabras, tentativa en el Canigó en 1285.”
Así pues, a raíz de estos dos artículos y de posteriores trabajos más actuales, la historiografía sitúa como primera ascensión a la cima de una montaña la protagonizada por el rey Pedro II el Grande de Cataluña en 1285, en la cima del Canigó. Como veremos, el folio 459 de la crónica de Salimbene de Adán ha sido erróneamente interpretado como verídico, cuando en realidad es un tratamiento metafórico de las disputas de poder entre dos reyes —Pedro de Cataluña y Carlos de Anjou— y dos territorios, Cataluña y Francia.
La tesitura a la que Salimbene de Adam escribe su crónica se realiza dentro de un contexto muy particular. Y es por eso que es necesario analizar todo el texto de la crónica con rigor y contextualizar el suceso narrado dentro de ella con la mentalidad social y política del siglo XIII. La mirada del presente hacia el pasado debe hacerse con ojos críticos porque, si no lo hacemos, estamos condenados a deformar la realidad histórica.
Por tanto, todo lo que esté fuera de esta línea de trabajo —rigurosidad y contextualización— genera un debate estéril. La principal tarea del historiador es crear conocimiento y, para hacerlo posible, no debemos desvincular los eventos ni de su espacio ni de su tiempo. Para que esto no suceda, tenemos a nuestro alcance un conjunto de herramientas —documentos, crónicas, anales, cronologías, restos arqueológicos, historia oral— que nos ayudarán a acercarnos con la transparencia posible al estudio del pasado. Pero esto no termina aquí. Así pues, aparece la segunda norma que debemos seguir: la lectura de la documentación. La simple lectura no nos lleva a ninguna parte, sino tan solamente a la distorsión histórica. Por tanto, hay que saber leer entre líneas. Y ese es el error el que se pretende reparar.
“La historiografía sitúa como primera ascensión a la cima de una montaña, la protagonizada por el rey Pedro II el Grande en 1285, en la cima del Canigó.”
Una mirada detrás de la crónica
Para comprender el trasfondo que esconde la crónica de Salimbene de Adán sobre la narración del Canigó, debemos realizar un doble esfuerzo: por un lado, debemos entender el contexto sociopolítico en la que fue redactada la crónica y, por el otro, debemos analizar pacientemente los sucesos acaecidos entre 1280 y 1285. Estos cinco años son la clave que nos permitirá desenmascarar el mito.
El folio 459, apartado A, comienza con el significativo título: “De la muerte de Pedro, rey de Aragón”. A pesar de este inicio, Salimbene ya nos lo advierte en el folio 445, apartado B, cuando nos comenta: “Conociendo por adelantado, que en menos de un año, cuatro ilustres personajes, serán entregadas a la muerte por voluntad de Dios, allí donde se encuentra el sepulcro de todo viviente” seguido de “El primero será el rey Carlos, el segundo el Papa Martín, el tercer Felipe, rey de Francia, el cuarto Pedro, rey de Aragón.” Así pues, el rey Pedro de Aragón (de Cataluña) será la cuarta persona relevante del panorama político internacional de la época que pasó a mejor vida durante ese año de 1285.
Recordando lo que se escribe anteriormente, Salimbene comienza el texto diciéndonos que “De la misma manera, en el presente milenio, durante el velatorio del beato Martín, Pedro, rey de Aragón, cerró, concluyó con la su propia muerte, el último día; en este, el menor de los hermanos, que el guardián le escuchó en confesión; fue enterrado en Vila-Nova, en el mismo lugar que los hermanos menores…”. Efectivamente, el rey Pedro II de Cataluña murió la noche del 10 al 11 de noviembre de 1285 —día de San Martín— en Vilafranca del Penedès, aunque el cronista escriba Villa-nova. De hecho, ya llevaba unas semanas cayendo gravemente enfermo mientras se dirigía hacia Salou para embarcarse dirección a Mallorca, para arreglar las cuestiones familiares con su hermano Jaume, dado que este había tomado parte activa en favor de la cruzada francesa contra el rey Pedro. Hacía algo más de un mes —el 1 de octubre— que el ejercido del rey Pedro había vencido a las tropas cruzadas en el Coll de Panissars.
Las vísperas sicilianas
Sin embargo, los conflictos no solo se reducían a cuestiones familiares. En el origen de la cruzada se hallaba la cuestión siciliana. Viéndose la muerte de cerca y bajo presión, el rey Pedro pidió que Sicilia volviera a la Iglesia y pidió “enviar una embajada al Papa Honorio cuarto, para obtener concordia entre los hijos de Pedro de Aragón y los hijos de Francia que se comentaba que eran consanguíneos” y así resolver el conflicto político.
Finalmente, el último problema que debía solucionar —a raíz de la cruzada francesa— era la cuestión castellana por la Región de Murcia. Pero ni los problemas familiares, ni la cuestión siciliana y, ni mucho menos, los problemas con Castilla pudo hacerse cargo, ya que la enfermedad puso fin a su vida.
El folio 459, apartado B, comienza con el sugerente título: “Sobre la recomendación de Pedro, rey de Aragón, que queda evidenciado con un ejemplo de lo expuesto con anterioridad”. Este ejemplo es el que más controversia ha suscitado en el panorama historiográfico.
Salimbene nos presenta al protagonista de su narración, elogiándolo de manera heroica “Este rey Pedro de Aragón fue un hombre de gran corazón, un fuerte soldado, y sabio en la guerra.” y demostrada por medio de actos pasados. “Pues este hombre tuvo una gran audacia, y mucho empuje”, y más concretamente por el “…que se pone de manifiesto en la empresa del reino de Sicilia, que contra el rey Carlos —de Anjou— y el Papa Martí —cuarto— se atrevió a invadirlos.” A lo largo de toda la crónica, Salimbene nos describe en detalle todo este asunto. De hecho, el tema siciliano será uno de los grandes conflictos del siglo XIII. En el origen del conflicto se encuentra la cuestión de quién debe poseer la isla. El interés sobre Sicilia se debe, principalmente, a que la isla es el granero del Mediterráneo y la clave de la ruta del comercio hacia oriente.
Carlos de Anjou había buscado proyectar a su persona por todo el Mediterráneo por medio de una nueva cruzada. Con la intención de dar un golpe de efecto a sus adversarios, proyectaba un nuevo saqueo sobre Constantinopla, reproduciendo los esquemas de la cuarta cruzada. Pero la situación se torció cuando el sur italiano se enfrentó abiertamente a su política personal. Los sicilianos habían comenzado a comprender que su proyección como república —similar a la de Génova o Venecia— estaba en grave peligro. Este debate, Carlos no lo entendió y prefirió destruir tal iniciativa.
Siguiendo la política insular de su padre —el rey Jaime el Conquistador—, el 30 de agosto de 1282 un poderoso ejército catalán comandado por el rey Pedro desembarcó en las costas de Sicilia —concretamente en Trapani—, proveniente de la costa tunecina de Al-Coll, donde había ido a ayudar a su vasallo y aliado Abu-Bekr, señor de Constantina. Una vez en Sicilia, el rey Pedro se dirigirá hacia Palermo para ser coronado rey el 27 de septiembre de 1282. Su presencia allí no era gratuita: su esposa era Constanza de Sicilia, limpia de Federico II Hohenstaufen “stupor mundi”. Con este acto, el rey Pedro reivindicaba la memoria del pasado de la familia Hohenstaufen en la isla, el pasado que había intentado borrar la política de Carlos de Anjou. Los sicilianos estaban convencidos de que esta era la mejor opción y la más acertada para forjar su proyecto. Por eso los sicilianos, el 31 de marzo de 1282, se habían levantado en armas contra el dominio francés en la isla. Este hecho fue conocido como la revuelta de las vísperas sicilianas.
El conflicto puso en jaque la política de Carlos, conduciéndolo a una situación tensa. La negativa del rey Pedro de abandonar Sicilia le condujo a dos nuevos horizontes: la disputa bélica contra Carlos y la disputa legal contra el Papa. De ambas salió victorioso. Mientras que a Carlos le aplastó en Nicotera —Calabria— a las fuerzas del Papa las destrozó en Panissars.
“El tema siciliano será uno de los grandes conflictos del siglo XIII. En el origen del conflicto se encuentra la cuestión de quién debe poseer la isla. El interés sobre Sicilia se debe, principalmente, a que la isla es el granero del Mediterráneo y la clave de la ruta del comercio hacia oriente.”
Un ejemplo para la audiencia
Salimbene nos explica que para demostrar todo esto, pondrá otro ejemplo sobre la valentía demostrada por el rey Pedro, escribiendo: “Y todo quedará aún más evidente cuando a continuación lo acompañe de otro ejemplo, lo que claramente quedará bien expuesto” . Cabe decir que en la edad media era muy normal recurrir a ejemplos fantásticos, imposibles de realizar por los mortales, un terreno reservado únicamente para los héroes. La finalidad del ejemplo era captar mejor la atención del lector, como así ha sido. Este recurso, muy utilizado en las novelas caballerescas francesas, sitúa al héroe dentro de un espacio de incertidumbre —de aventura— como es el bosque. En cambio, en la tradición grecolatina los héroes desarrollan sus aventuras en las montañas.
Salimbene nos sitúa su ejemplo en un espacio concreto “En los confines de Provenza y de Hispania” y nos presenta el objetivo “se levanta una alta montaña, que la gente del país le llama Monte Canigó” y la rodea de misterio “aunque nosotros podríamos llamarla Monte Tenebroso.” Dado que el protagonista del ejemplo es el rey catalán, Salimbene, seguramente optó por escoger un espacio geográfico del territorio del rey.
Desde tiempos lejanos, el Canigó había sido considerada como la montaña más alta de la cordillera de los Pirineos, imposible llegar. Pero por si no había quedado claro que la empresa es muy arriesgada, recurre a una descripción geográfica que le ofrece el geógrafo latino del siglo IV, Aviè que a través de su “Ora marítima” describe detalladamente el litoral catalán: “Pues, esta montaña que los marineros ven primero a su llegada, después de partir, es el último punto que podemos ver, porque cuando ha desaparecido, ningún otro es visible.” De esta forma, el objetivo imposible ha quedado fijado. A pesar de haber tenido algunos problemas internos, como las guerras con los sarracenos, la revuelta de los varones o los problemas familiares, la política insular iniciada por el rey Pedro a raíz de su casero con Constanza de Sicilia —el 13 de junio de 1262— ya no tendrá freno ya no tendrá freno. El rey Pedro seguirá su política hasta las últimas consecuencias, aunque esto se convierta en una cuestión personal.
Tras enfatizar sobre la peligrosidad de la empresa planteada por el rey Pedro, el cronista sigue escribiendo: “Nunca ningún hombre ha habitado en ella, ni ningún hijo de hombre se ha atrevido a subir a ella debido a su altura extraordinaria, por la dificultad del itinerario y por el esfuerzo”. A pesar de haber tenido algunos recelos importantes en el interior del reino, sobre todo por parte de la Iglesia sobre sus intenciones de invadir Sicilia, el rey Pedro persistió en la idea inicial y decidió salir adelante con la aventura. En un primer momento, el rey Pedro contará con el apoyo político de dos importantes aliados: Castilla y Constantinopla. Por eso, Salimbene nos dice que “Pues bien, Pedro de Aragón, habiendo decidido a subir a la montaña, llamó a su lado a dos caballeros, amigos íntimos, que él honraba con su cariño, prometiéndole no separarse nunca de él.”
Como ya hemos dicho antes, la campaña de Sicilia comenzó el 30 de agosto de 1282. Una vez iniciada, detenerla era casi imposible, a pesar de la ex-comunicación papal del 9 de noviembre de 1282. En este punto, Salimbene nos habla que “Mientras subían, oyeron truenos espantosos y del todo terrible” hasta que sus compañeros “cayeron al suelo, muertos de miedo bajo el peso del miedo y del espanto de lo que les había venido” que a pesar de los esfuerzos del rey Pedro para restituir la situación, los dos compañeros “hasta perder el coraje”. En realidad, las dos alianzas que había firmado con Castilla y Constantinopla nunca llegaron a hacerse efectivas. Por otra parte, visto que la excomulgación papal no había dado resultados, el Papa entregó los reinos del rey Pedro a cualquier príncipe cristiano que quisiera conquistarlos. Por eso, el 27 de agosto de 1283 la ofrecía al rey de Francia y el 27 de febrero de 1284 —en una ceremonia celebrada en París— daba la investidura a Felipe III de Francia, el Atrevido. Desde ese momento, la cruzada empezaba a dibujarse. Sin embargo, el rey Pedro siguió con su empresa.
En los confines de Provenza y de Hispania, se levanta una alta montaña que la gente del país le llama Monte Canigó, aunque nosotros podríamos llamarla Monte Tenebroso. Pues esta montaña que los marineros ven primero a su llegada, después de partir es el último punto que podemos ver, porque cuando ha desaparecido, ningún otro es visible. Nunca ningún hombre ha habitado en ella, ni ningún hijo de hombre se ha atrevido a subir a ella debido a su altura extraordinaria, por la dificultad del itinerario y por el esfuerzo. Pues bien, Pedro de Aragón, habiendo decidido a subir a la montaña, llamó a su lado a dos caballeros, amigos íntimos, que él honraba con su cariño, lo que le prometieron no separarse nunca de él. En cuanto empezaron a subir, oyeron truenos espantosos y del todo terribles, y los compañeros cayeron al suelo, muertos de miedo bajo el peso del miedo y del espanto de lo que les había venido, hasta perder el coraje. Pedro decidió subir con grandes dificultades solo.”
El desafío de Burdeos
Pero hay algo que honra aún más la figura del rey Pedro. En el folio 427, Salimbene nos explica con gran detalle el famoso desafío de Burdeos. Carlos de Anjou había comunicado, por medio de una embajada al rey Pedro, que este no había sido caballeresco y que había entrado en Sicilia sin razón. Por tanto, esta cuestión debían solucionarla caballerosamente —o sea, a golpes de espada— y por este motivo se citaron para el 1 de junio de 1283 en la ciudad de Burdeos con el fin de solucionar la cuestión siciliana. Rápidamente, el rey Pedro, se dio cuenta de que se trataba de una maniobra de distracción del rey francés para alejarle y matarle lejos de su reino —como lo que le había sucedido a su abuelo en Muret— lo que le alertó a marchar prematuramente de Burdeos. Y previendo la inminente invasión de Cataluña por las halladas cruzadas del Papa y del rey francés, el rey Pedro pidió ayuda a sus aliados. La negativa fue total y al rey Pedro no le quedó otro remedio que afrontar la situación solo. Es por motivo que Salimbene nos dice que “Pere subió con grandes dificultades solo.”
Así pues, el rey Pedro dispuso su ejército —para cerrar al paso a las tropas cruzadas— en los principales collados de la sierra de la Albera: Panissars, Pertús y Banyuls. A pesar de los intentos de los croatas por pasar, las tropas del rey Pedro pudieron frenar los intentos. Pero fue el abad de San Pedro de Rodas quien mostró a las tropas cruzadas el paso del Coll de la Maçana —cerca del castillo de Requesens—, lo que les permitió atravesar la Albera —12 de junio de 1285— y llegar rápidamente hasta Girona para poner sitio. Después de unos meses de intensos combates —terrestres y navales— las tropas catalanas vencieron a las tropas cruzadas. Quizás, de todas ellas, la conocida es la batalla del Coll de Panissars del 1 de octubre de 1285.
El doble sentido de la crónica
Y ahora entramos en la cuestión más delirante de la narración. Salimbene nos cuenta que “Y cuando llegó en la cima de la montaña —el rey Pedro—, encontró un lago” y al ver “aquel lugar, lanzó una piedra. Entonces salió un dragón horrible, de gran dimensión, que se puso a volar por todo el aire que llenaba de sombras y que le oscurecía con su aliento. Después —de este hecho— el rey Pedro inició el descenso.”
Este es el fragmento donde radica la gran metáfora que esconde el texto de Salimbene para explicar el reinado de Pedro II el Grande. La política insular del rey Pedro le condujo a fichar como objetivo principal Sicilia (el lago); después de tantear la zona con las campañas de Túnez, finalmente se encuentra el desembarco en Trapani (tira la piedra); el Papa Martín IV la excomulga y pone todos sus reinos bajo la jurisdicción del rey francés (sale un gran y horrible dragón); los franceses invaden Cataluña siguiendo la proclama de la cruzada dictaminada por la Santa Sede (el cielo se oscurece con el aliento del dragón); finalmente, el rey Pedro sale victorioso de Burdeos y de la cruzada contra Cataluña (inicia el descenso).
Finalizada su aventura, Salimbene le reconoce sus méritos y las compara con las empresas realizadas por el gran héroe latino: Alejandro el mayor. Por eso Salimbene nos dice: “Según yo —Salimbene—, la hazaña de Pedro de Aragón se puede comparar con las hazañas de Alejandro, que con muchas terribles empresas y hazañas se esforzó por merecer los elogios de la posteridad.”
“Y cuando llegó en la cima de la montaña, encontró un lago en aquel lugar y lanzó una piedra. Entonces salió un dragón horrible, de gran dimensión, que se puso a volar por todo el aire que llenaba de sombras y que le oscurecía con su aliento. Después el rey Pedro inició el descenso. Según yo, la hazaña de Pedro de Aragón se puede comparar con las hazañas de Alejandro, que con muchas terribles empresas y hazañas se esforzó por merecer los elogios de la posteridad.”
El fin del mito
La figura del rey Pedro II el Grande de Cataluña no deja de ser interesante por los acontecimientos que están ligados a ella. No se asombró ante tantas adversidades, llegando a maravillar a sus adversarios. Supo afrontar su reto y le superó. Y esta es su metáfora; su existencia personal. Y esa es la mirada que recoge Salimbene en su crónica. Por eso el contexto en el que aparece la figura del rey Don Pedro II de Cataluña (Aragón) dentro de la crónica es siempre relativo a la problemática siciliana. Esta cuestión, Salimbene la describe de forma clara, describiendo la evolución desde la época del emperador Federico II, pasando por el período del rey Manfredo y Carlos de Anjou hasta llegar al rey Pedro II de Cataluña.
Salimbene intuye que el rey Pedro II el Grande de Cataluña —al igual que lo será Carlos de Anjou— será uno de los personajes relevantes del panorama político del siglo XIII. Lo cree porque conoce de primera mano los eventos. Sabe que el rey Pedro tuvo que recorrer un largo camino y tuvo que afrontarse a todo tipo de penalidades para alcanzar su objetivo final. Por eso Salimbene, reconociéndole su tenacidad y su convicción de sí mismo, nos muestra una cierta simpatía hacia el rey catalán. Y es por eso que no debe extrañarnos la alabanza metafórica que realiza en su crónica una vez se entera de que el rey ha muerto.
El problema —como siempre— está en la mirada con la que nos acercamos al pasado. Desde un punto de vista riguroso, todo el mundo sabe que la existencia de un lago en la cima de una montaña es más que improbable, porque de ser así estaríamos desafiando a las leyes de la física. Es de sentido común. Por no hablar sobre la existencia de dragones. Si negamos estas dos premisas, nuestro pensamiento como historiadores debe situarnos frente a una pregunta clave: ¿Qué nos intenta explicar el cronista a través de su narración?
Sin embargo, si no realizamos este pequeño esfuerzo y reconducimos la narración ficticia hacia la realidad, con el fin de darle veracidad, nos adentramos por un camino muy peligroso. Aunque algunos se ha adentrado. Por eso encontramos dataciones a la acción que narra en Salimbene. Ni en 1276, y menos en 1285 son posibles. No lo son porque nunca existió la aventura del Canigó, aunque la idea romántica de un feudal frente a la montaña sea tan sugerente: La verdadera aventura fue Sicilia. El Pirineísmo empieza cuando el hombre tiene curiosidad por entender la realidad y se lanza a la aventura de la observación, pero… esto es harina de otro costal.
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