Una inflación desbocada a pesar de las apariencias

El descenso de la inflación interanual en marzo no es más que un espejismo estadístico. En realidad, el coste de la vida en la eurozona era al concluir ese mes un 0,96% más elevado que al término de febrero. Y la vida es hoy casi un 15% más cara que hace dos años.

 

Las estadísticas son a veces engañosas. Eurostat indica que la inflación interanual en la eurozona bajó del 8,5% en febrero al 6,9% en marzo. Lo que parece una buena noticia no lo es en absoluto. 

En realidad, se trata de un espejismo porque los precios subieron un 0,96% en un solo mes. Si se mantuviera el ritmo de marzo, el coste de la vida dentro de un año sería un 11,52% más cara que hoy, cuando el objetivo anual del Banco Central Europeo es del 2%. Además, la inflación subyacente, que no incluye alimentos, energía, alcohol y tabaco, se situó en el 5,7%, el récord histórico. 

La causa de esta aparente contradicción entre el descenso de la inflación interanual y el incremento real de la inflación durante el mes de marzo es el “efecto escalón”. Con la guerra de Ucrania, los precios se dispararon en marzo del año pasado a causa sobre todo del coste de la energía, que más tarde se ha ido conteniendo. Como consecuencia, cuando se compara el aumento de precios interanual de marzo con el de febrero, el incremento porcentual es menor. 

La inflación interanual de febrero incluye esa enorme subida de precios de marzo de 2022. En cambio, en el cálculo de la de marzo ya no se contempla. Se parte de la situación a 31 de marzo de 2022, una vez ya se había producido el gran aumento de precios y refleja la evolución entre el 1 de abril de 2022 y el 31 de marzo de 2023. 

 

Una inflación desbocada

En cualquier caso, hoy la vida en la zona euro es casi un 15% más cara que hace dos años. A medida que en 2021 se superaba la inactividad económica provocada por la covid-19, el dinero acumulado durante las restricciones de la pandemia afloró y se produjo un aumento extraordinario de la demanda de bienes y servicios. Como la oferta, con serios problemas en las cadenas de suministro, no fue capaz de cubrir el gran incremento de la demanda, los precios empezaron a subir. 

Cuando parecía que la situación podía volver a estabilizarse, la guerra de Ucrania desencadenó una nueva escalada de precios, sobre todo por las tensiones en el mercado de la energía, pero también en otros. Hay que tener en cuenta que Rusia y Ucrania suministran al mundo una cuarta parte del trigo, una quinta parte del maíz y el 80% del aceite de girasol. Además, Rusia es uno de los principales proveedores mundiales de paladio, platino, titanio y fertilizantes, que son básicos para la producción agrícola.

Algunos expertos pronosticaban que la inflación se moderaría en la segunda mitad de 2022. Esperaban que la desaparición de la demanda extraordinaria, la contención de los costes salariales y el aumento de tipos de interés hicieran su trabajo. Sin embargo, estas circunstancias no han bastado para devolver la inflación a unos niveles aceptables.

¿Demasiado dinero en circulación?

Lo cierto es que los bancos centrales han inundado de dinero el mercado en los últimos años para hacer frente a las sucesivas crisis, lo cual ha disparado las oportunidades de gasto. Y la oferta de bienes y servicios no ha aumentado en la misma proporción.

Como advierte la teoría de la inflación de la oferta monetaria que popularizó el economista Milton Friedman, con más dinero en sus bolsillos, consumidores y empresas tienden a gastar más, por lo que será difícil frenar la inflación. 

La mayoría de previsiones apuntan a una ralentización, pero no está claro que se produzca al ritmo esperado. Por ejemplo, la Reserva Federal estadounidense preveía que la inflación alcanzara su punto máximo en 2022 y empezara a caer en 2023, para recuperar el objetivo del 2% en 2025. Y el Foro Económico Mundial estima que se reducirá en más de dos puntos porcentuales tanto este año como el que viene.

A ello debería contribuir decisivamente el aumento de los tipos de interés por parte de los bancos centrales. Los tipos de interés más altos hacen que los costes de los préstamos sean menos atractivos para las empresas y los consumidores, lo cual se traduce en una menor demanda y menos inversiones. Sin embargo, está por ver hasta dónde se podrán subir los tipos sin hacer descarrilar unas economías renqueantes desde hace años. 

Todo indica que el ciudadano de a pie deberá seguir pagando a través de la inflación la factura de una política monetaria cortoplacista, que en los últimos años solo ha sabido afrontar los problemas a base de fabricar billetes.

 

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  1. Manuel Bullich BuenoManuel Bullich Bueno says:
  2. Joan Santacruz CarlúsJoan Santacruz Carlús says:

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