El enoturismo resiste a la pandemia
En estos tiempos tan convulsos y difíciles para el sector turístico parece que hay un ámbito que resiste y mantiene un alto nivel de actividad: el enoturismo, o las visitas a entornos vinícolas. ¿Qué oportunidades ofrece este tipo de turismo a un sector actualmente bajo mínimos por la pandemia?
El turismo que se adapta a la nueva normalidad
Ya ha pasado más de un año desde el fatídico marzo del 2020, pero las cifras del turismo en Cataluña siguen muy por debajo de lo que solía ser habitual. Estos efectos nocivos no se deben solo a las restricciones impuestas por los gobiernos, sino a que también mucha gente, sea local o extranjera, ha cambiado sus hábitos y prefiere evitar visitar lugares con aglomeraciones de gente o con poco espacio.
Obviamente, este punto ha perjudicado a los establecimientos de muchos puntos de la geografía catalana que se habían especializado en este tipo de turismo más masificado, pero al mismo tiempo y contra todo pronóstico, parece que está potenciando las visitas a las bodegas de viticultores de nuestro país.
Se trata de una actividad alejada del turismo de masas y con muchas facilidades para el visitante, que puede pasar un rato de tranquilidad, lejos del estrés de la ciudad, y disfrutar de las maravillas gastronómicas que se ofrecen. Esto favorece el mantenimiento de la distancia social, que junto con la ausencia de masificación, proporciona una mayor sensación de seguridad a los visitantes.
¿Qué interés tiene para los turistas?
Desde el punto de vista del cliente, el enoturismo ofrece muchas ventajas respecto a otros tipos de turismo. Para empezar, Cataluña es un país muy rico en explotaciones vinícolas y bodegas: hay muchas denominaciones de origen (Penedés, Priorat, Ampurdán…), todas ellas muy repartidas por todo el territorio, así que cualquier catalán tiene múltiples bodegas cerca de su casa que puede visitar, sea en una breve escapada o durante unos días de fiesta.
La otra característica clave es su versatilidad: el enoturismo no se trata solo de visitar las bodegas, sino que también permite vivir otras experiencias como hacer una cata de vinos, visitar los museos locales, disfrutar de la gastronomía o simplemente aprovechar para visitar las localidades de la zona, en un ambiente mucho más distendido que en las grandes ciudades.
Todo esto ha permitido que el turismo vinícola crezca notablemente, y las estadísticas confirman que cada vez hay más gente joven y de mediana edad interesada en visitar las bodegas de su zona. Actualmente casi el 20% de los visitantes tiene menos de 35 años, y más del 32% tiene entre 35 y 45 años, una tendencia que va aumentando año tras año.
¿Y que supone para las bodegas?
En cuanto a las bodegas, el hecho de promocionarse como propuesta enoturística les proporciona bastantes beneficios, empezando por los ingresos. Durante los primeros meses de la pandemia el consumo de vino cayó casi un 15%, lo que provocó grandes problemas financieros para muchas pequeñas empresas vinícolas, muchas de ellas familiares, que no podían afrontar con garantías el pago de sus deudas.
El auge del turismo rural, y por extensión del enoturismo, ha supuesto una gran ayuda para el sector, y ha abierto una nueva línea de ingresos gracias a los visitantes, que en términos generales acostumbran a tener un poder adquisitivo más elevado que en otras actividades turísticas.
Esta avalancha de visitantes también ayuda indirectamente al sector de la alimentación, puesto que muchos de estos turistas enológicos aprovechan para vivir experiencias gastronómicas centradas en productos locales.
Perspectivas de futuro y recomendaciones
Pese a las ventajas y sinergias que proporciona, también existe un punto negativo: de momento no se está aprovechando todo el potencial del enoturismo. Tenemos todavía pocos visitantes en nuestras bodegas, en comparación con otros países de nuestro entorno con tradición vinícola como Francia o Italia. Mientras que estos países tienen entre 15 y 10 millones de turistas enológicos cada año, las últimas estimaciones apuntan que en Cataluña no superamos el millón. En el estado español sucede una situación similar: apenas se superan los 3 millones de visitantes.
Las ventajas del enoturismo, tal como se ha descrito, suponen un potencial importante para nuestras empresas vinícolas y, por lo tanto, el futuro del sector debe contemplar esta actividad y contribuir a su promoción y popularización. Este tipo de turismo, con mucha menos estacionalidad (su pico acostumbra a ser en otoño y primavera), puede contribuir también a regular el turismo en Cataluña, mayoritariamente de sol y playa y concentrado en el periodo estival.
Nuestra recomendación para este verano es visitar alguna bodega vinícola de nuestro territorio, en una experiencia original y enriquecedora donde disfrutar de la naturaleza y el entorno que nos rodea. Cataluña cuenta con una amplia oferta de bodegas, pero si no sabéis cuál escoger os recomendamos alguno de los ganadores de los Premios Vinari de este año, como por ejemplo, ir a pasar unos días el “Hotel BUIL&gINÉ” (DOQ Priorat) galardonado como el mejor alojamiento enoturístico, pasar unas horas en la “Bodega Llopart” (Corpinnat-Penedès) galardonada por la mejor propuesta por “Vive la vendimia de 1887”; o hacer un maridaje en el “Jardín Restaurante el Cellaret” de la bodega Familia Torres (DO Penedés).
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M’agrada l’enoturisme.
Sí, molt interessant, només hem de vigilar a no beure més del compte… Moltes gràcies pel teu comentari, Pere!!!
👍
Gràcies, Joan! Ens veiem per La Plaça!
Bona idea , per recomana també Cavas Nadal com llopart
En prenem nota Ricard, moltes gràcies 😀
Bo 👍
Gràcies, Josep!
És molt interesant quan vas a unes caves i t’ensenyen tot els procés de com ho fan sigui vi o cava.
Totalment, descobrir el procés i l’entorn d’on prové és tota una experiència. I si a més ajuda als cellers a sobreviure, encara millor!
Gràcies per l’informació
No es mereixen, Alícia…! N’hi haurà més!