Desde tiempos inmemoriales, el mediterráneo modeló la historia de diferentes pueblos que vincularon su destino a esta geografía. Roma vertebró su Imperio sobre la base de ella, por lo que articuló un gran comercio, que a través de las grandes rutas marineras, conseguirían conectar el este con el oeste y el sur con el norte. Pero, con la división del Imperio -Oriente y Occidente-, la unidad mediterránea se desquebrajó. Sin embargo, a finales del siglo XI, la curia romana se formuló una pregunta inquietante: ¿era posible volver a la unidad geográfica? Y si lo era, ¿sería posible que el Papa se convirtiera en el nuevo Imperator Mundi?